Durante el primer gobierno de Alan García en 1985, el Perú entró en un trance que le ha generado pesadillas, insomnios, gases y una intoxicación iniciada por el dólar MUC. Luego llegó el fujimorismo con el lema: “Honradez, tecnología y trabajo”, y nos jodimos casi todos. La dictadura generó un sistema de corrupción donde solo algunas familias de “buen apellido”, dueños de medios de comunicación y empresarios, acumularon inmensas riquezas a costa de la tragedia de un país.
Hoy, muchos de aquellos beneficiados se han lavado la cara, pero sobre sus hojas de vida ha quedado marcado su servicio al fujimorismo a cambio de montañas de dólares bien apilados sobre la mesita del SIN. Los jóvenes de hoy no los conocen porque esos personajes se han reciclado y cada vez que pueden se sacuden del fujimorismo y lo atacan para crear distancia del plato del cual se alimentaron.
Después de la caída de la dictadura de Alberto Fujimori, llegó Valentín Paniagua, y todos creímos que habíamos recuperado la “democracia”. Era el año 2001 y las nuevas elecciones pusieron como presidente a Alejandro Toledo. El gobierno toledista solo se dedicó a arar el terreno para las llamadas ONG’s y desde ese momento el Perú cayó en manos de una nueva dictadura. Hablo de la dictadura caviar, personajes que aprendieron a vivir sin trabajar. Zánganos que con el tiempo han creado movimientos políticos y han jugado en pared con vientres de alquiler, con una única finalidad de continuar viviendo sin trabajar. Una forma que se ha vuelto común para robarle al Estado.
De los cuatro presidentes mencionados hasta aquí, tres fueron elegidos por voto popular. Los tres: García, Fujimori y Toledo fueron denunciados por corrupción. De los tres, el primero se suicidó, el segundo sigue preso y el tercero, vive la vida loca en los Estados Unidos riéndose de la extradición y la justicia peruana, con los millones de dólares que le robó al Perú.
Sorprendentemente Alan García volvió a convertirse en presidente en el año 2006. En ese periodo la zona de confort de los caviares fue golpeada. Muchos de ellos quedaron fuera del poder, y se arroparon bajo el techo de sus llamadas ONG´s, pero con Ollanta Humala en el 2011, regresaron para quedarse. La corrupción no está en la derecha ni en la izquierda, mucho menos en los colores que las identifican. La corrupción está en la sangre de esos personajes que durante más de 30 años siguen dando vuelta como gallinazos sobre el poder. Todos los conocemos, son las mismas caras que salen en los diarios, los mismos rostros que aparecen en los televisores y los mismos candidatos que saltan como pulgas de partido en partido para instalarse a chupar la sangre del Estado, sangre que es el dinero generado por el sudor de los peruanos que sí trabajan y se fajan por su familia y por su país.
Los caviares son fáciles de detectar, les encanta la cháchara y al terminar la universidad levantan el teléfono para llamar al amigo, al tío o algún conocido para ingresar a desfalcar más al Estado. El caviar no ingresa a trabajar por sus capacidades, sino por la dedocracia. Todos hablan un mismo idioma y usan la pornomiseria como símbolo social.
Luego llegó el 2016 y a Palacio ingresó PPK, un nuevo inquilino que tomó el poder apoyado por la izquierda, los caviares y el voto antikeiko. El gobierno del presidente de lujo —bautizado así por los caviares— solo duró 20 meses. Una nueva denuncia de corrupción dinamitó su gobierno y PPK tuvo que renunciar. El vicepresidente y exministro de Transporte que fue sacado del país por el escándalo del proyecto del Aeropuerto Chinchero, tuvo que regresar al Perú y dejar su puesto de embajador en Canadá, mientras en Lima los caviares salivaban y se frotaban las manos.
Hasta aquí, el destino no fue diferente para Ollanta Humala, PPK y Martín Vizcarra. Los tres cargan sobre sus hombros denuncias de corrupción, dos de ellos: Humala y PPK pisaron la cárcel y el tercero está muy cerca también de hacerlo. Mientras PPK sigue con arresto domiciliario, Humala y Vizcarra quieren seguir siendo parte del círculo vicioso y descaradamente son candidatos en estas elecciones, uno para la Presidencia y el otro para el Congreso.
Tras varios días agitados en el Congreso de la República, el expresidente Martín Vizcarra terminó vacado por incapacidad moral, el hedor de la corrupción otra vez sacó de Palacio al inquilino traidor. Esto llevó al expresidente del Congreso, Manuel Merino de Lama a convertirse en Presidente del Perú, tal como lo indica nuestra Constitución. Pero Merino solo duró cinco días como presidente. Aquí la dictadura caviar apareció en su mejor forma: vociferando “golpe de Estado”, se inventaron desaparecidos y convulsionaron las calles sin importarle la vida de miles de jóvenes. Los caviares no quisieron dejar el poder y no les importó que se derramara la sangre de dos jóvenes para mantenerse vigentes. ¿Y qué nos dejaron? Un remedo de presidente transitorio al cual hoy miran con gesto de asco y al que niegan hasta ponerse morados.
La dictadura nunca se acabó, solo mutó a algo más peligroso que ha llevado al Perú a convertirse en la vergüenza del mundo, siendo el país con el peor manejo de la pandemia. A pesar de todo, no tienen sangre en la cara, y hoy estos personajes que se siguen aprovechando del dinero del Estado te quieren decir por quién votar. Además, estos zánganos hoy salen a decir que la democracia está en peligro. Son unos sinvergüenzas. No seas inocente frente a sus discursos: piensa.