Por Edwin A. Vegas Gallo
En Cali, corazón del Valle del Cauca, Colombia desde el 21 octubre al 01 de noviembre próximo, se lleva a cabo la XVI CONFERENCIA DE LAS PARTES (PAÍSES) SOBRE LA CONVENCIÓN DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA (COP 16).
El lema escogido “PAZ CON LA NATURALEZA”, está en la filosofía de la SOSTENIBILIDAD, como “nuevo modelo económico que no priorice la extracción, sobre explotación y contaminación de la naturaleza”.
Esta reunión debiera ser eminentemente de política ambiental, no faltan los matices económicos contenciosos, entre los países con mayor poder económico, pero sin recursos naturales, versus los países sin poder económico, pero con ingentes y de pronto, diezmados recursos naturales.
Los primeros países, con su sociedad muy involucrada con el Síndrome NIMBY, NOT IN MY BACKYARD –NO EN MI PATIO TRASERO- colisionan abiertamente con el lema de la COP 16, pues sus gobernantes y gobernados, satisfacen sus necesidades plenas y desbordantes, fuera de sus territorios, ahondando la huella ecológica; traducida en pobreza, inseguridad alimentaria y ciudadana, violencia delincuencial, corrupción, en los territorios de los segundos países, los cuales, con sus políticas públicas de corto plazo, favorecen la economía del sistema predominante: ecosistema-mercancía-lucro, lo que trae minería ilegal, deforestación, incendios forestales provocados para la expansión de la frontera agrícola y la sobre explotación de los recursos terrestres y marinos.
Es en este contexto que América Latina tiene que lidiar, con el índice de pérdida de su diversidad biológica (94%) y con la convivencia de 800 pueblos indígenas, verdaderos guardianes de la naturaleza; aún más, con los 200 pueblos en aislamiento voluntario y/o contacto inicial, que merecen respeto y protección de sus derechos humanos, ya que la pérdida de la biodiversidad, los pone al borde de su extinción.
Hacer las paces con la naturaleza, requiere superar el nivel de violencia delincuencial contra los defensores ambientales, que según el informe de Global Witness, en la pasada década se reportaron 2106 muertes de personas defensoras de la Tierra y en la región latinoamericana se reportaron 196 y de ellas 50 sólo en el Perú.
De hecho, en esta COP 16, se comprobará lo acordado en la COP 15 pasada, hace dos años en Montreal, Canadá en torno a las Estrategias Nacionales y Planes de Acción en Biodiversidad.
Respecto a esta, Perú llega con 29 metas en documento de papel, con un ministro del Ambiente sin liderazgo con sus homólogos y en medio del avance de actividades extractivas ilegales, debido al narcotráfico, comercio ilegal de fauna silvestre, como las aletas de tiburones, caballitos de mar, maderas tropicales y lo más reprobable, con un Congreso peruano que cambia las leyes a su antojo, para favorecer esa nefasta secuencia ecocida de “pan para hoy y hambre para mañana”.
El Perú carece de una estrategia manifiesta, para el uso sostenible y conservación de su biodiversidad, porque las 29 metas planteadas, no tienen criterio de priorización basado en enfoque integrado de manejo. Integración que debe ser intersectorial, Interinstitucional, entre los diferentes niveles de gobierno, integración espacial entre el borde terrestre y el oceánico e integración interdisciplinaria.
Obviamente si solo miramos la estrategia en construcción de escritorio, estamos caminando como el cangrejo y será imposible hacer la paz con la naturaleza peruana en su entorno cultural, biológico y económico.