Carreteras concesionadas, megaobras licitadas y sinfín de proyectos de tres presidencias y varios gobiernos regionales y municipales bajo la sospecha de corrupción. Este es el resultado del estallido final de ODEBRECHT (ya antes había estallado en Brasil, pero recién ahora su inmundicia acaba de llegar a nuestras playas justo para este tedioso verano).
El reciente estallido de conflicto social en torno a los abusivos peajes en Puente Piedra, en una carretera municipal concesionada por Villarán a Odebrecht y esta a su vez vendida a un fondo financiero canadiense con capitales brasileños, es apenas una expresión de todo un entramado inmoral de corrupción que se ha ido alimentado de estos últimos 15 años de bonanza económica peruana.
Porque si para alguien le correó el dinero fue para las empresas constructoras y los funcionarios mediocres que ganaron alguito. Este huayco de mugre mancha a todos los gobiernos de la democracia y sus escándalos hacen verlos frente a la ciudadanía como actores políticos sin ninguna credencial frente a la corrupción del Fujimorato.
Qué nos va poder decir Toledo o García, o Humala y Villarán sobre Keiko, con qué autoridad va a venir a decirnos Vitocho sobre anticorrupción (la comisión que investiga el Caso Odebrcht lo integra Vitocho) cuando él mismo disfrutó en las fiestas del virrey de Odebrecht en Perú. Todos los políticos de derecha e izquierda se amamantaron de las mismas ubres brasileñas, y todos se aceitaron en el gran bacanal del dinero.
Odebrecht es la representación física de la corrupción del sector privado que se granjeo fortunas incalculables a través de los contratos de Asociación Público Privada fomentada en los últimos gobiernos. Financió campañas y puso y quitó presidentes donde quiso.
Algo peor que Montesinos y con un alcance internacional que asusta. Odebrecht también es la encarnación de ese Perú prospero que creció a base de ladrillo y cemento en esta burbuja de obras públicas. Ninguna empresa ha influido tanto en nuestra política peruana que Odebrecht, a tal punto que los 17 años de democracia peruana que tenemos deberíamos llamarlos no de la transición sino de la era Odebrecht.
Aquí con todo este escándalo la única que gana es Keiko, y por autogol de la democracia. Venimos de una corruptela para ir a otra. Así ¿quién en política va a cuestionar moralmente a Fujimori?