Película ‘ovni’, y no menos kitsch por eso; saludablemente festiva y excéntrica (de la manera más triunfal si no consideras el orden como la máxima virtud) sobre el absurdo de la existencia… O sobre las cosas que nos tenemos que inventar para que nuestra psique no colapse y se desintegre. No suena muy cómico en realidad, dicho así, más bien al contrario, pero esta circunstancia existencial, tan verdadera, precisa e inescapable, puede contemplarse a placer con una gran y divertidísima sonrisa aquí. Ese tono de la visión es uno de sus méritos indiscutibles.
Yo sostengo que La chucha perdida de los incas es una película lacaniana. Gravita en ella de entrada el pesado tema del Nombre (perdido, ausente, inhallable, inexistente, un soberano hueco) del Padre, como una si bien tranquila, seria y casi solemne premisa-punto de partida, que luego se va relativizando, y hasta queda diluida, en ‘otra cosa’. Que no es para nada un cambio irrelevante, sino algo fundamental, aunque tratemos de disimularlo o negarlo; algo, creo yo, más sutil y complejo que el asunto del Padre: la lógica del delirio.
La simple verdad (o no tan simple) —difícil de tragar para el común de los mortales— es que TODOS DELIRAMOS. Hasta, o en especial, cuando creemos o pensamos que no lo hacemos (los otros o hacen, nosotros no). Somos engañados, de manera puntual, constante y sistemática, por nuestros sueños y deseos. Cualquiera lo sabe. Y a cualquiera se le olvida. Personas que se precian de normales, sensatas, razonables, prudentes, (des)honestos ciudadanos, seres muy realistas y prácticos, ‘con los pies bien puestos en la tierra’, suelen no percibir que viven de variados modos metidos de cabeza en un cotidiano e incesante delirio. Esta película celebra sin problemas ese hecho en vez de deprimirse o abatirse por ello.
Al mostrarnos con gran deleite una serie colorida de frikis, sea ese hombre torturado con máscara de histrión, Mario Poggi, o la gente de Alfa & Omega, enamorados del Gran Hermano Extraterrestre, o al propio Huanchaco, de quien uno no sabe si comparte de puro payaso los delirios de sus personajes, o si es uno de ellos… Uno se pregunta si sería bueno que asumamos la existencia humana como el chiste que tal vez sea.
(Columna publicada en Diario Uno)