Por Raúl Villavicencio
En algún momento de nuestra historia, un conciliador sujeto acuñó la frase “el que no tiene de inga, tiene de mandinga” (algunos se lo atribuyen al tradicionalista Ricardo Palma, pero no hay prueba firme de ello), en clara alusión de que nuestro mestizaje se encuentra extendido en cualquier ciudadano nacido aquí en el Perú, tratando de unificar de alguna manera nuestros lazos; sin embargo, en la actualidad, muchos se sienten superiores ya sea por el color de su cabello, su estatus social o el grosor de su billetera.
Así como el viento, las nubes o el mar, eso no puede ser retenido por las personas con sus manos desnudas, dejándose al albedrío de aquel que quiera aproximarse, ya sea para refrescarse, protegerse del sol o solamente darse un chapuzón en las frías aguas del extensísimo Mar de Grau.
El mar, nuestro mar, de todos y de nadie, ha querido ser tomado, durante muchos años, por sujetos que se autoadjudican ciertos privilegios sociales, como ser el hijo de tal, o ser el nieto del abuelo que alguna vez fue un importante terrateniente, o quizás llevar el apellido de un ex alcalde distrital; buscando lotizar las hermosas playas, repitiendo que son “privadas” para así no compartirlas, considerando a todo aquel que no se asemeje a ellos como ‘cholos’ de M.
Aunque parezca increíble aún existen personas estancadas en el tiempo que no permiten el acceso de sus empleadas al mar, sea o no horario de trabajo; u otras que cercan hasta el límite de la arena con el mar para impedir que los demás puedan mezclarse con ellos.
El argumento más usado de aquellos es que los ‘cholos’ no saben mantener limpia ni ordenada las playas, dejando sus desperdicios y alterando su tranquilidad con el estridente sonido que sale de un parlante ambulante, cargando consigo sus ollas de comida y su fiel mascota del hogar. Otras veces el pretexto es un escueto “no es no”, sin mayores explicaciones. Entonces, no es solo que sean desordenados o poco limpios, como cierta minoría aduce, sino que su ‘choledad’ los condiciona a ser bien recibidos.
Hasta que no se eliminen ciertos prejuicios en nuestra sociedad no se podrá ver, a todos por igual bajo el sol, disfrutando de un hermoso atardecer.
(Columna publicada en Diario UNO)