Por: Tino Santander Joo.
La historia del Perú no la están escribiendo los políticos corruptos, ni las elites empresariales; sino el pueblo llano; el hombre común que trabaja sin descanso para sobrevivir. Millones de trabajadores y emprendedores no están buscando una revolución colectivista, ni quieren quemar bancos a pesar del terror que infunden, ni buscan asaltar supermercados, ni saquear las farmacias del Interbank. Ni siquiera piden el cambio de este gabinete incompetente, solo buscan seguridad para trabajar y vivir.
No tienen esperanza en la clase política, saben que la farsa electoral del 2026 será más de lo mismo; sin embargo, poco a poco están tomando conciencia de que no hay otro camino que sacarlos a la fuerza, porque, no se van a ir a las buenas; el gobierno y el estado en todas sus instancias son botines al que no pueden renunciar. Solo la movilización generalizada podrá remecer al Perú, para que la inmensa mayoría se involucre en el destino de la nación; porque, la indiferencia nos está llevando al límite.
El Perú, necesita una insurrección democrática de las clases medias y el pueblo trabajador, de los agricultores, y de todas las organizaciones sociales del país. No podemos seguir gobernados por los podridos. Los peruanos no queremos vivir en la miseria venezolana, menos en la demagogia nacionalista de Bolivia; sin embargo, existe en la inmensa mayoría sed de venganza y desesperación que nos puede llevar al suicidio político eligiendo a un aventurero que nos convierta en un estado fallido o en un enclave de las potencias occidentales y asiáticas que solo buscan saquear nuestros recursos naturales. Ni lo uno, ni lo otro
Los transportistas son la chispa de la insurrección democrática; vemos con esperanza como hombres y mujeres del pueblo se enfrentan sin temor al crimen organizado y al abandono del estado. Ayer se sumaron los pequeños y medianos empresarios de Gamarra y de todo Lima Metropolitana; esperamos que el movimiento sindical; los colectivos y organizaciones sociales nos organicemos para promover una huelga general indefinida que obligue a renunciar a Boluarte; que cierre el congreso y que se nombre una junta transitoria de gobierno, para que en el plazo de seis meses se convoquen a elecciones generales en otras condiciones.
La farsa electoral del 2026 con cuarenta partidos y más de diez mil candidatos al congreso es una burla a los peruanos. Algunos, intonsos creen que esta crisis social y política tiene una salida constitucional; no se dan cuenta que el país odia, repudia, y desconfía de todos ellos; que la única salida que tenemos es que los colegios profesionales; las universidades, las fuerzas armadas y la policía nacional, los trabajadores y las organizaciones sociales conduzcan este proceso insurreccional de manera pacifica y evitando el retorno a la violencia política.
Reitero, nadie en el Perú, confía en el Congreso, en el gobierno, en el poder judicial, en la fiscalía, en los gobiernos regionales, menos en la prensa tradicional que vive de los escándalos de la corrupción de los podridos. La chispa puede convertirse en una inmensa fogata. En estos días la insurrección democrática crecerá en la conciencia ciudadana.
Las próximas semanas enfrentamos desafíos éticos, porque, mantenernos indiferentes con la inseguridad ciudadana, la crisis económica; la desigualdad y corrupción de la clase política van a generar una ola de frustración que promueven los podridos para que el 2026 se imponga una versión remozada de la corrupción y del populismo ramplón de derecha o de izquierda. Allí esta el reto para la inmensa mayoría. No hay otro camino.