Podrías hacer como que no existe, pero tarde o temprano te explotará en la cara. El fascismo cotidiano, vulgar y ordinario, soterrado, concentrado, desnudándose para ti, espectador. De entrada (como descripción autocrítica) debo decir que me resulta sospechoso el placer (sin por eso dejar de sentirlo) que me produce ver esta película. Es que vengo de la estructura autoritaria, de la verticalidad, de la jerarquía y del sistema de humillación. ¿Tú no? Como circunstancia, no como elección. Y cómo des-elegirse digamos simbólicamente, y a la vez en el terreno muy práctico, de esta maldición. ¿Haciendo películas? Por lo tanto, decía, me reconozco (no tanto a mí como ‘al mundo que me tocó’) en el clima crispado, opresivo y tenso de la narración.
Fuera de eso -por el momento- otra inquietud, más estética: ¿por qué la violencia luce tan bien en el desierto o semidesierto? Casi digo ‘tan limpia’ (recordé, primero a partir del paisaje, pero luego no solo a partir del paisaje, Fando y Lis, de Jodorowski). La atrayente aridez. De un paisaje abstracto, o casi. Las ideas se inscriben muy bien ahí. Sábana o pizarra o lienzo con manchitas. Planos soberbios al tiempo que máximamente funcionales filmados desde lejos que señalan (consecuentemente, como si no importara) la insignificancia humana en el conjunto de lo existente. -Ridículo antropocentrismo el tuyo ¿verdad? Si quieres épica…- Combinados con planos cercanos donde el rostro o el cuerpo como el propio desierto ofrecen una sensual geografía anímica (una anatomía psicológica, un retrato existencial sudoroso). Me parece también que parte no pequeña de la fluidez tiene que ver con el uso del blanco y negro. Como el mito, que para ser, necesita ser carne y sangre. Nada menos.
La violencia se torna erótica. Como si el ser total de estos personajes pudiera expresarse ‘en el momento de la verdad’ solo así. Los juguetes mortales parecen, a su manera, juguetes sexuales. Fetiches, prótesis.
Qué poco hace falta para que nos matemos entre todos… la película pregunta o afirma eso a cada momento como en un latido interior que está ahí todo el tiempo y que observa las circunstancias siniestras con una suerte de muy tranquila y muy segura claridad objetiva.