Lo que todavía resulta más absurdo en esta historia es que la solicitud para convertir en un anexo de la facultad de Derecho a la vieja casona sanmarquina, haya partido del decano de esa facultad, José Horna Torres, lo que pone en evidencia no solo su más completa ignorancia sino también el enorme desprecio que este hombre de leyes siente por la historia, propia o ajena. Algo que, por cierto, no debiera extrañarnos tanto. Recordemos que hace poco otro abogado argumentó, convencidísimo, que demasiada educación era mala. Con el oficio que usted puede leer al lado, el decano Horna se ha ganado merecidamente su lugar en la historia universal de la estulticia y como su colega, bien podría argüir que demasiada historia es igual de irrelevante e inservible.
¿Qué pasa en este país para que la más alta autoridad de la primera universidad de América canjee, sin el menor asomo de vergüenza, un centro cultural por veinte aulas de clase? ¿Qué abogados formamos en nuestra universidad si el decano que los representa se pasea sin inmutarse por salas de exposiciones, museos y ambientes añejísimos, llenos de tradición como el viejo Salón General, que cerrarán o se verán seriamente afectados al ser convertidos en salones comunes y corrientes? ¿Quién responderá, ante los organismos internacionales, por los millones invertidos en la restauración y puesta en valor de este noble edificio ante los daños que ocasione la decisión del rector Cotillo? ¿Cómo es que no ha surgido, hasta ahora, un movimiento ciudadano (y no solo de sanmarquinos) que proteste contra este atropello a la historia y a la cultura? Se va a cerrar o, en su defecto, reducir a su mínima expresión un dinámico y diligente centro cultural y no hacemos ¿nada?
Somos los primeros en salir a protestar contra la corrupción, la política nefasta y la economía abusona, pero no movemos ni un dedo por defender un símbolo de nuestra historia como lo es la vieja Casona de San Marcos. Hemos sido capaces de organizar marchas multitudinarias contra una dictadura ominosa y traerla abajo, pero un viejo edificio declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco no convoca a nadie en su socorro. Pero lo que nadie entiende es que es en esta inacción en defensa de la historia y la cultura en que confía precisamente la corrupción, la politiquería barata y el mercantilismo para seguir actuando impunemente y reproduciéndose a escala planetaria. Porque no tener historia y anular, borrar, destrozar, inutilizar los instrumentos que preservan la memoria y elevan el espíritu aseguran su existencia.
A Cotillo y a Horna habrá que recordarles la conocida frase de Pablo Macera: «San Marcos es anterior a la República, al Ejército y a los partidos políticos, y a todos ellos sobrevivirá”; y decirles que ahora agregamos a ella a los abogados y a los malos rectores.
Porque estoy seguro que San Marcos sobrevivirá al rector Cotillo y al decano Horna. Y a los demás funcionarios de su tipo que vengan después de ellos.