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La campaña electoral es un asco

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Aunque, como ya lo he dicho y repetido varias veces, no daré mi voto a ninguno de los candidatos que aspiran a ser presidentes del Perú, sigo con bastante dedicación el desarrollo de la campaña electoral. De lo que he escuchado y visto ¿qué conclusiones saco?

1) Es un asco. Y lo es no solo porque buena parte de los candidatos no tienen el nivel intelectual ni la catadura moral como para hacerse cargo de la presidencia de un país, sino -y sobre todo- porque en ella no se aborda casi nunca la política en lo que tiene de noble, es decir, la confrontación de visiones del mundo y de la sociedad en que actúan, la propuesta de proyectos de transformación, una perspectiva hacia el futuro, una reafirmación de principios esenciales de libertad y de aliento a la creación en el campo de la cultura y las artes y también de las ciencias.

2) Lo que hay -y de sobra- son insultos, condenaciones de unos a otros, estigmatizaciones, rechazos a veces incluso violentos de los candidatos a los que no se sigue, una competencia por designar quién es el más corrupto, el más plagiario, el más mentiroso, el más criminal, el más incapaz, el más bruto y etc etc. O sea, el grado cero de la política.

3) En medio de este lodazal que es la «política» peruana, se puede rescatar, creo yo, a dos candidatos: Alfredo Barnechea, quien, como ya lo he dicho antes, destaca por su conocimiento real del país, su nivel intelectual muy superior al de todos los demás, su propuesta de acciones concretas para superar las lacras del Perú y, sobre todo, porque aporta una visión de país hacia el futuro, un proyecto de país. Yo no votaré por él porque ese proyecto, que podemos calificar de socialdemócrata, no es el mío: yo soy anticapitalista y libertario.

El otro candidato es una candidata: Verónika Mendoza. Ella lleva un lastre dificil de borrar: es la gran amiga de Nadine Heredia y una de las fundadoras de ese engendro que es el Partido Nacionalista de Ollanta Humala. Es verdad que una vez elegida con dicha bandera «rompió» con el nacionalismo pero, creo yo, esa ruptura no es tal: el discurso muy ONG de Mendoza en verdad no rompe con esa vieja y carcomida ideología que es el nacionalismo «social».

Otro lastre de Mendoza es su entorno político: una izquierda que, desde Mariátegui hasta ahora, no ha aprendido nada, discute con dificultad con quienes no ven las cosas como ella, descalifican en lugar de confrontar visiones, ideas y proyectos y aunque proclama una soñada unidad no logra ésta ni en sus propias filas: hay otras candidaturas que pretenden representar a la «izquierda» y muchos que se acercaron al Frente Amplio han terminado alejándose de él.

Pese a todo eso, Verónika Mendoza presenta cierto nivel intelectual, parece ser que no es personalmente corrupta, por lo menos cree en lo que dice, aunque por lo general es tan general lo que dice que es difícil estar en desacuerdo, en principio, con ella. Pese a estas objeciones, tanto Alfredo Barnechea como Verónika Mendoza no me producen vergüenza, lo cual, en medio de la podredumbre política peruana, ya es algo.

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