Hay pequeñas películas agrandadas, y este es el caso. La ambición manifiesta en La bestia consiste en creer que dando lo que se cree un gran sermón (en modo épico sci-fi pseudo profético, usando un tema uy estimulante) se puede hacer una gran o una buena película. Pero qué rápido abandona o se coloca en un lugar subsidiario al supuesto espíritu romántico que parecía que iba a bañarlo todo (con su ambigua luz de redención, y claro, su más terrícola narcisismo). Espíritu trágico, heroico, esforzado, sufrido, altruista, entregado, monomaniaco y etc. Entiendo que el romanticismo es parte del engaño. Por ese camino sería claro que se trataba de una película sobre la desesperanza. Pero no esperemos por aquí grandes análisis psicológicos.
El tema de la reencarnación o el de los universos paralelos se funde y se confunde y se refunde con el de la inteligencia artificial. Pero yo veo al mismo ser humano de siempre, perdido en la oscuridad de sus sueños imposibles y en la vorágine de la angustia, la soledad y la incertidumbre. Y tratando patéticamente de remediarla. Nothing new. Con o sin reencarnación, con o sin universos paralelos, con o sin inteligencia artificial, como decía Píndaro, “somos el sueño de una sombra”.
Creo que el director parece constituirse en el primer mareado con todos los saltos que le aplica a su propia estructura. Las historias cortadas, interrumpidas, no desarrolladas, se supone que deberían fortalecer la idea matriz, pero me parece que no lo hacen. Se nota el esfuerzo, sí, pero no la funcionalidad.
Desde otro punto de vista -y uno piensa que con menos efectos y aún más actriz la cosa hubiese sido más productiva-, esta es una película-estudio sobre la cara y las caras de Léa Seydoux (la cara, más que el cuerpo). Sus ojos, su mirada, sus curiosas facciones. Sus emociones contenidas y desatadas. Su deambular por realidades e irrealidades. ¿Ella sí es real o no es nada más que otro sueño (como los de la película) hecho carne o más bien imagen?
La película, especialmente en los minutos finales, crece en su previsible ridiculez. Sermón consumado. Estamos perdidos y nos desintegraremos en nuestras soledades terribles. No lo creo; o ya lo sabía por mis propios medios, sin necesidad de esta película.
No niego que la inteligencia artificial acaso nos destruya; pero lo hará, en todo caso, de un modo más interesante que como se expone tontamente aquí.