Opinión

La autopublicación

Lee la columna de Julio Barco

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¿Qué pasa si usted, lector, mañana decide publicar su primer libro? Tiene varios caminos: el más adecuado es darse por vencido y zanjar sus ambiciones literarias como una veleidad más. Sin embargo, si la vocación de escribir es inevitable, no será fácil que se le pasa por la mente ver su objeto de trabajo vivo en una hoja. Pensemos en un cineasta que guardó todos sus fragmentos audiovisuales y los tiene como pequeñas moléculas saltarinas.

Así, un libro de poemas son miles de mariposas que danzan en el aire hasta que se nos da la gana de ponerle un camino hacia el otro. En ese sentido, la literatura solo puede nacer del contacto entre lectores y autores, en ese vínculo de la otredad. Entonces: ya pasaron los meses y tiene usted su obra literaria entre las manos.

Doscientas páginas de Word, A-5, letra-Georgia-tamaño-12 con 1.5 de espacio, y un título en negrita-cursiva. Tiene pues su obra literaria entre las manos. Tiene además un imperativo: editarlo o no editarlo. En ese trámite que va de la obra inédita a la pública hay todo un descubrimiento del sistema literario.

En el Perú, el mundo editorial tiene las vicisitudes de un anfibio: va entre la tierra a pasos lentos y en los charcos de nuestra cultura se fagocita y expande. A veces, los editores son marinos: buscan autores, editan a los mejores que existen, ayudan a los escritores que requieren un buen trabajo editorial. Otras nulos. Ese trabajo es, en realidad, de los agentes literarios, tan escasos en la tierra del ceviche y la corrupción.

La ruta para no desfallecer es la de invertir en su obra. Piense que muchos autores –Vallejo, Whitman, Baudelaire, Oquendo de Amat-tomaron la misma ruta. Piense que mejor una obra libre en el mar de lectores que encerrada para siempre en el olvido de un cajón ilustre. Corre, claro, problemas: fallas ortográficas inesperadas, demora y erratas en la diagramación, mal empastado de páginas, falla del ISBN, o del Depósito Legal. No obstante, tendrá su bello ejemplar entre las manos y entonces será un–malo, bueno, genial- escritor. Bienvenido.

(Columna publicada en Diario UNO)

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