La aplicación del Derecho halla, muy pocas veces, correlación con la Justicia.
La gente común ante casos y sentencias mediáticas se altera y dice «pero esos son legalismos, formalismos, tecnicismos, todo ha sido una muestra de injusticia». Y lo peor es que, tal vez, tengan razón la mayor parte del tiempo.
De hecho, en realidades tan corruptas y turbulentas como la de nuestro país, la técnica jurídica se presta a interpretaciones retorcidas de gratis, día tras día. Y digo de gratis por la mera necesidad de especular, de los abogados en general, a fin de obtener salidas a todo problema que pueda manifestarse ante sus despachos aunque esto no tenga en primer lugar la obtención de justicia sino la mera satisfacción de los intereses de sus patrocinados.
Sin duda, en tanto aparecen los clientes todas las especulaciones y problematizaciones ejercidas gratuitamente por una suerte de calistenia «intelectual» pasan a ser muy bien remuneradas y al final, la célebre frase «defenderán causas justas» deviene en la más negada y prostituida de las construcciones verbales de la historia.
El proceso Pozo-Contreras, que ha dividido a la opinión pública de la opinión de los letrados en un divorcio tal que no se vio nunca antes, no solo es uno más de los casos que en los que la injusticia traspasa los mecanismos legales sino que es el más mediático de los últimos tiempos.
La realidad es tan paradójica que, a vista de todos, las deplorables acciones del agresor Adriano Pozo merecerían un ajuste de cuentas franco y frontal por cualquiera que se diga amigo de Arlette Contreras. Sin embargo, por el momento, este se ha visto librado de responsabilidad.
Pero, atendiendo a este carácter de paradoja debemos precisar que la tentativa de violación sexual y tentativa de feminicidio pese a no haberse comprobado en el curso del proceso no significa que sean inexistentes. De hecho, cualquiera puede suponer lo que habría hecho ese energúmeno de haber ingresado al cuarto con la víctima.
El problema es que el derecho penal no condena posibilidades sino acciones concretas y tipificadas, aun en el caso de las tentativas. Además, y mucho más importante, el derecho condena lo que puede «condenar» y esto se realiza en atención a la calidad de las fuerzas que guían una u otra pretensión, fuerzas que no se limitan a la pericia argumentativa ni a la destreza técnico-jurídica, así que léase entre líneas.
Las «razones» por las que se ha exculpado a Pozo son múltiples, pero es sospechoso que se haya elegido tipos penales tan difíciles en lugar de figuras más simples como las lesiones o la violencia familiar. Claro está que estas figuras no son tan impactantes como las que propuso el fiscal del caso en cuestión y que a nivel de las lesiones, no se hubiese ni configurado el delito. Luego, en relación a la violencia familiar veremos que la falta de reglamentación o de un marco de acciones adecuado, impide que este tipo de denuncias prosperen.
Mi impresión es que la tentativa de violación es muy clara, no tanto así la de feminicidio. Siendo que se está en un hotel es muy claro que no se entra allí para jugar backgammon y si el tipo quiere llevar a la chica de esa manera brutal al cuarto, dónde ella no quiere estar es por razones obvias.
En verdad, la ciudadanía en general no tiene por qué estar enterada de los elementos que conforman el sistema jurídico penal pero los operadores del derecho deberían advertir la inutilidad del mismo para afrontar situaciones en las que la confrontación mano a mano es lo mejor.
En vista de las limitaciones del derecho para hacer frente a realidades tan injustas e inmorales como la propuesta, ¿ qué se puede hacer, qué debemos hacer, qué podemos hacer ?
¿Qué se puede hacer en contra de Adriano Pozo y de toda la gente que es cómo él ? La respuesta es muy simple: lo que cualquier amigo de Arlette Contreras haría si Arlette fuese su madre, o su sobrina o la hija del amigo más querido pero débil que no puede hacer uso de sus propias manos Y PUNTO.
Pese a lo expuesto, queda aún la Corte Suprema. Esperemos que este estamento del Poder Judicial disponga una debida aplicación del Derecho pero, sobre todo, de la Justicia.
P.S.
No olviden que el padre del agresor es regidor de la Municipalidad de Huamanga y amigo de la presidenta de la Corte Superior de Ayacucho y que esta es, además, compañera de promoción de la madre del violento e impune Adriano Pozo.
Todo aquel que cree en la inferioridad de las mujeres y que cree poder hacer con ellas lo que convenga a su apetito y fuerza física debería probarse ante hombres fuertes y violentos para que se entere de lo frágil de su propia condición. Allí vería que sus buenos amigos y los amigos de su familia no podrán librarlo de lo que sí lo libra el sistema.
En el video de la agresión se ve que el hotelero no se atrevió a «prensar» al tipejo del agresor hasta que intervino el encargado de la limpieza. Si el hotelero hubiese sido un tipo más fuerte y le hubiese propinado severos golpes a este pedazo de niño engreído, téngase por seguro que hubiese sido hallado culpable de hasta tentativa de homicidio.
- Escúchese los testimonios del padre de Pozo, intentando responsabilizar a Arlette Contreras y cotéjese el grado de influencia política que este tiene en su región, y se verá porque este país está hundido.
Este es el Perú actual y urge una transformación radical de todos sus estamentos. ¿A alguien le puede caber alguna duda a estas alturas ?