Por Julio Barco
Mientras escribo, hay muchos sistemas operativos que deambulan en las aguas cibernéticas. Algunas sirven para crear automáticamente poemas, dibujos, música e incluso videos de un minuto. El paso es sencillo: le das una orden y ejecuta la acción. Si, por ejemplo, le pedimos que hago un poema con las palabras cielo y árbol realizará un poema en ese rumbo. Sus creadores, ingenieros altamente calificados, aseguran que los artistas ya poseen fecha de vencimiento.
Mientras escribo, hay miles de miles de tiktokeros, feisbuceros, tuiteros (¿xquiseros?) que dibujan el mapa espiritual de nuestra época: la falta de una realidad, la falta de una unidad. Así, en la marejada de miradas e interpretaciones, la creatividad, el arte, se torna más nebuloso. ¿Un vídeo de dos minutos de quince mil visitas puede reemplazar En busca del tiempo perdido? Lo cierto es que no hay salida. Habitamos el tiempo paradójico donde «los quince minutos de fama» son el nuevo clímax de la comedia moderna: la realidad virtual como un plato de vídeos diarios, es decir, como una TV microscópica que cumple la misma función.
Mientras escribo, el mundo se deshilvana: la debacle global ambiental se generaliza. El sol arde y jode en Lima. Es tiempo del fin: los glaciares se secan y uno tiene tiempo aún para tomarle una foto al sol y subirla a sus redes sociales. ¿Qué podemos hacer frente a este fenómeno? ¿Por qué todavía no se escribe la gran novela ecológica en nuestro país?
Mientras escribo, se considera que la inteligencia artificial es una amenaza. Se afirma que puede suplantar la capacidad humana. Que puede superar a los grandes poetas. Mentira. Que dejará sin trabajo a los creativos. No. Y no. Lo que pasan es que no saben analizar la situación. El tema de la IA no desplaza a nadie: hay que usarla, con inteligencia y no hay que tenerle miedo. La lectura de poesía te permite ejercitarte en tu propia percepción sobre lo poético. Es decir, el que más lee mejor dotado está para descubrir las perogrulladas de la IA, sin olvidar que lo hermoso del arte es el esfuerzo propio en crearlo. Al final de cuentas, el arte no morirá, porque la mente humana se superará a sí misma. Sin embargo, ¿la vida será ver infinitos reels?