Viajar a Londres, París o Barcelona hoy está volviéndose tan peligroso como viajar a Lima o Ayacucho en 1992. No pasan ni 3 meses en que Europa no sea sacudida por un atentado atribuible al islamismo radical. El Choque de Civilizaciones ya anunciado por Samuel Stungtinton se ha cumplido cabalmente y ha pasado de meros conflictos económicos en los países del Golfo o el conflicto palestino-israeli, a ser una guerra abiertamente librada en las calles de Europa.
El ISIS que agoniza en oriente medio entre bombardeos rusos ha logrado trasladar exitosamente su guerra santa a Europa Occidental. Mientras tanto el occidental liberal de buena fe se ve atrapado entre la consternación de un racismo que comienza a aflorar en sus sentimientos, como causa natural de las agresiones terroristas, y su fe tambaleante en un orden democrático que es incapaz de defender su forma de vida. Y nada prevé que cambie sino que empeore.
Europa esta ahogada entre recesión económica, pesimismo, refugiados que no dejan de llegar, inmigrantes nacidos en el continente pero nada integrados a los valores occidentales y a su vez corrientes de radicalismo cada vez más fuertes, como el separatismo, los movimientos antituristas, el nacionalismo integrista, etc. Ante esta panorámica la violencia se expone como única salida porque si “somos víctimas de una agresión exterior por parte de quienes no son como nosotros. La única salida a esa situación es la acción violenta”. Y esto del nosotros y el ellos, es una diferenciación cultural a partir de la reafirmación de valores identitarios.
El concepto Kulturkampf es de origen alemán y se acuño a fines del s. XIX, hace referencia a la lucha de culturas. El término se empleó en Alemania con motivo de los roces entre Bismarck y el Cardenal primado de Alemania y que duró hasta el concordato firmado por el III Reich y el Vaticano. La tensión se daba entre Iglesia y Estado con motivo del choque entre estas en los planos educativos, días festivos y de formación de seminaristas. Esa tensión era una lucha cultural entre dos conceptos de mundo distintos y los valores que se desprendían de ellos. Por un lado el Estado Laico, con su visión en el Progreso y valores burgueses, todo dentro del constructo de la modernidad, y frente a esta La Religión como transmisora de la Tradición, los valores comunitarios, la identidad, la pertenencia. Y sin embargo siempre fue un conflicto soft y educado.
Ahora que en el Occidente moderno los valores seculares modernistas han entrado en decadencia, y el fenómeno de la Globalización descontenta a todos, y la amenaza yihadista es permanente, lo que se evidencia es un conflicto ya hardcore e innegable entre formas y conceptos de vida. Una agudización del conflicto cultural entre OREINTE-OCCIDENTE, pero ya no es un plano económico sino abiertamente cultural. Porque por la cultura se puede no solo vivir sino también matar. En las anteriores guerras del Golfo se mataba por afán de lucro, pero en estas nuevas guerras se matará por odio y sobre todo amor.