Un 4 de diciembre de 1994 el escritor Julio Ramón Ribeyro cerró sus ojos para siempre. Desde hace 25 años que el narrador peruano no está en esta tierra, pero, aun así, dejó un legado que perduraría por toda la eternidad.
El 15 de enero del presente año se realizó una gran convocatoria para honrar su memoria con un libro titulado Ribeyro. La cita se dio a las 7 en la librería Casatomada, un gran punto de encuentro bien ambientado con diversas obras dignas de admirar.
Tomé asiento en la cuarta fila que daba una buena vista de
los expositores, al menos desde esa distancia era imposible perderse de la
charla.
A las 7: 42 p. m. empezó todo. Un pequeño discurso sobre la vida y obra de Julio Ramón fue lo que ambientó la escena para lo que después vendría. El editor del libro, Max Palacios, comenzó su relato con unas anécdotas de pequeño. Sus palabras transportaban a cualquiera a las épocas escolares, en su caso el cuento Los gallinazos sin plumas fue el que más lo había marcado en su vida.
“En cada derrota hay una victoria”, exclamó Palacios. Y es
que eso es cierto, si nos damos cuenta en lo que escribió, en las desdichas de
los personajes hay un escape inimaginable que da un giro completo a la historia
que plantea.
Un punto que también salió a relucir fue el de que Ribeyro buscaba mostrar en sus escritos “La Lima que no conocemos”. ¿Y cómo hacía eso? Simple: ambientaba sus obras en barrios limeños ya que pensaba que de todas las ciudades del mundo, Lima no era una protagonista en la literatura.
Casi finalizando su intervención, Max comentó lo que hacía con las lecturas de Julio Ramón. Según él, cada vez que releía obras del escritor descubría más pasión por sus palabras. Descubría que escribía cada vez mejor (sí, a pesar de que lo que tenía en manos había sido publicado hace muchos años). Y con la mención especial de Prosas apátridas se dio cuenta que conocía a un Ribeyro más íntimo, uno más abierto y sensible.
Terminada la intervención, era el turno de Jorge Valenzuela
de expresarse ante el público presente. El catedrático, escritor sanmarquino y
colaborador del libro hizo un enfoque a la narrativa de la obra de Ribeyro.
“Es el mejor escritor de la época del 50”, dijo con certeza
Valenzuela. Con el análisis realizado en plena exposición hizo entender a todos
que el escritor tenía esa facilidad de la palabra, tenía esa facilidad de
expresarse mediante la escritura para dar a entender el contexto que se vivía.
Y las situaciones que muchos no expresaban.
Tenemos el caso de Alienación, en ese cuento puede apreciarse la crítica que hace a la sociedad, es como si fuera el testimonio del fracaso de esta.
Minutos más tarde, el catedrático leyó la encuesta que le
hizo el diario “Liberación” al cuentista miraflorino. Aquello surgía a partir
de una pregunta que le hicieron: “¿Por qué escribe usted?”. En respuesta dio 15
razones por la cual lo hacía.
Una verdadera belleza.
Al finalizar las intervenciones los aplausos no se hicieron
de esperar, tampoco las palabras de agradecimiento de Juan Ramón Ribeyro, su
sobrino.
La velada fue hermosa e íntima. Los asistentes que se dieron
tiempo para escuchar un poco más del escritor se fueron con ganas de seguir
escuchando más, se fueron con un grato recuerdo. Por más años que pasen, Julio
Ramón Ribeyro seguirá viviendo en la memoria de todos sus lectores.