Se entiende que la comunicación política del marketero que ha realizado el reciente spot de un microbusero encarnado por el candidato presidencial Julio Guzmán, ha pretendido ser irónica; no obstante, la intención es mostrarles a los segmentos C, D y E que los Morados también pertenecen al pueblo.
Es decir, ellos “dicen” que suben al transporte público, que toman su quinua y su emoliente en la esquina de un paradero y que tienen ese barrio que los vincula al populorum.
Entonces, según su relato y como ellos son barrio, cuando lleguen a ser gobierno dizque trabajarán para la gente del barrio y/o el pueblo. Sin embargo, el trabajo audiovisual que elaboró el equipo marketero, que le maneja la comunicación política: es inverosímil e incoherente; con frases y diálogos que parecieran que fuesen de un palomilla de ventana que siempre jugó en su tragaluz interior, y esa pretendida criollada que intentan mostrar, definitivamente no es creíble para nadie.
Solo basta escuchar a Guzmán cuando le dice a Susel Paredes: “Ah Graciosita eres… buen sentido del humor tienes”.
A leguas se nota que este señor nunca subió a una combi asesina o al chinito que te lleva hasta Villa El Salvador, porque la palabra: “graciosita”, no se escucha en un transporte público. Y frases como: “sube… sube”, “pague con sencillo”, “avance al fondo”, “carro vacío”, “pisa”, “pase 1, pase 2”, “pie derecho”, “lleva lleva…” etc., nunca formarán parte del léxico de Julio Guzmán, y eso no significa que esté mal; pero de buenas a primeras, que tampoco venga a adoptar un perfil que nunca tuvo y que nunca tendrá.
Solo basta recordar otras ridiculeces marketeras en campañas pasadas, como la de Carlos Boloña que se fue a dormir en el piso de una tienda de esteras en un barrio que nunca pisó en su vida, o a un Salvador Heresi bailando y cantando un ridículo Hip hop chicha, y a un voluminoso Alan García meneándose y cogiéndose las mamas al son del baile del teteo.
Ahora bien, el aspecto de fondo en este nuevo spot del chofer de microbús, es la lavada de cara que sus marketeros políticos le quieren hacer a Guzmán; porque de ser un tipo que se corrió del peligro ante un amago de incendio y que mostró una feroz infraternidad hacia su acompañante, ahora lo quieren hacer pasar como una “anécdota blanca” y pretenden justificarlo y acomodarse por el lado del chascarro y la ironía, con su nueva etiqueta: “Yo corro con Guzmán”.
Con esa frase, todos sus candidatos al Congreso, además del Partido Morado, están diciéndole al pueblo entero que le dan su respaldo a Guzmán cuando éste emprendió la carrera en la calle Ocharán de Miraflores. Y en el colmo de la complicidad y el mal gusto, publicitan su incondicional fraternidad con su líder; no obstante, no se dan cuenta que están quedando como apañadores y cómplices de un acto reprobable desde todo punto de vista.
Eso significa que, si su líder fuera presidente y cometiera actos de corrupción y/o a mala gestión, la dinámica de su equipo seguiría siendo la misma: “Aquí también yo corro con Guzmán”.
Al menos, cuando hubo elecciones internas en el Partido Morado, la congresista Carolina Lizárraga postuló a su precandidatura con el lema: “Yo no me corro” y eso denotaba cierta independencia en ella, como militante de partido.
Independientemente de analizar el tema del inadecuado brevete particular que utilizó Julio Guzmán para conducir un microbús, y por más que hayan sacado un comunicado para deslindar su proceder que lo basan en una producción de ficción; lo que podemos denotar, es la desesperación que esta organización política tiene por llegar al poder y aunque vendan su discurso de que tienen a los mejores profesionales académicos, ellos trabajan por objetivos y tienen una línea clara: están percibiendo al Poder Ejecutivo y al Poder Legislativo como una oficina de Recursos Humanos que albergará a toda su cofradía y al resto de onegeros con sus planes pro aborto, ideología de género y matrimonio gay; como si esas consignas fueran la primera prioridad en la problemática nacional que aspira a tener una agenda país.
