Cultura

Juan Morillo Ganoza y el diálogo catártico de un río

Una mirada a la obra literaria del escritor peruano Juan Morillo Ganoza.

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Una ciega enclaustrada entre lo onírico y lo real, entre los recuerdos y los olvidos, entre el grito y el silencio. Una familia, los Ponte, marcada por la decadencia y la crueldad de un destino que busca ponerle fin a su estirpe. Y también un río, tempestuoso y calmo, balbuceante y musical, portador de la vida y de la muerte.

Todo esto forma parte de la novela “El río que te ha de llevar” de Juan Morillo Ganoza, narrador nacido en 1939 en el distrito de Taurija (Pataz – La Libertad) y que formó parte de dos grupos importantes en la tradición de nuestra literatura nacional. El primero fue “Trilce”, que surgió en la década del 50′ y que estuvo conformado por escritores como Santiago Aguilar, Juan Paredes Carbonell, Teodoro Rivero Ayllón, Eduardo González Viaña, entre otros. El segundo fue “Narración” (de mayor trascendencia), que surgió en la década de los 60′ y estuvo conformado por Oswaldo Reynoso, Antonio Gálvez Ronceros, Miguel Gutiérrez (líder e ideólogo del grupo), Gregorio Martínez, entre otros.

Este dato parece confirmarnos sobre la calidad literaria de Morillo Ganoza, pues aparece en un contexto en que la narrativa peruana se encontraba en una de sus etapas más fructíferas y diversas. Es así que Ricardo Gonzáles Vigil lo coloca dentro de los autores principales de lo que vendría a ser los “Años decisivos de la narrativa peruana”, libro donde reúne sus apreciaciones sobre autores representativos de la literatura nacional.  Es interesante mencionar que de La Libertad también considera a González Viaña y a Jorge Díaz Herrera.

La novela, sobre la cual reflexionaré y daré algunos apuntes, “El río que te ha de llevar” (2000), es el tercer libro publicado de Morillo Ganoza. El primero fue “Los arrieros” (1964), reeditado recientemente por Nectandra ediciones del escritor Carlos Santa María, y el segundo “Las trampas del diablo” (1999). Este dato es interesante, pues se ve una distancia temporal de 35 años entre estos dos últimos libros. Detalle que se asemeja al de Miguel Gutiérrez, con “El viejo saurio se retira” (1969) y “Hombres de camino” (1988).

En nuestra tradición existen diversas formas de literaturas que son simultáneas, heterogéneas y hasta contradictorias, o como diría Ricardo Piglia “se podría hablar de muchas literaturas nacionales conviviendo en un mismo espacio”.

Lo interesante de analizar la novela de un autor como Morillo Ganoza, es que nos podemos dar cuenta que se nutre de diversas fuentes para lograr consolidar un cosmos narrativo. Entre ellas tenemos al indigenismo, lo real maravilloso, el estilo faulkneriano, entre otras.

Como ya se ha mencionado al inicio del texto, la novela “El río que te ha de llevar” tiene tres figuras esenciales: el río, la familia Ponte (abarcan tres generaciones) y la ciega Zoila (testigo y narradora de todos los acontecimientos).

Respecto a la primera figura, el río (Marañón) adquiere una dimensión total y acondicionadora en las historias que se van intercalando en torno a la decadencia familiar, pues no solo representa una ambientación geográfica-física, sino también espiritual y emotiva en algunos personajes. Lleva consigo la vida, pero en mayor medida la muerte. Este rasgo fantasioso, enérgico y trágico del río, se asemeja con la segunda historia que está en la novela “Las palmeras salvajes” de William Faulkner. En ella, el río Misisipi es llamada “el viejo” y representa la devastación, el fracaso, pero también el carácter divino de la naturaleza y del hombre. Además, también hay una semejanza en el estilo, ya que, en el relato del escritor norteamericano, la sonoridad, el ritmo y las frases largas fluyen como un río por la conciencia del narrador. En el caso de la novela de Morillo Ganoza, también se da lo mismo, pues, Zoila, la narradora, deja fluir su conciencia como un río tempestuoso (diálogo catártico) que trae sus propias vivencias, las creencias populares, los sueños, los olvidos, lo leído, lo visto y lo que está en el subconsciente. El río es la imagen de la vida, pero que conduce a la muerte.

“… vengo quedándome y de tanto quedarme aquí me ha tocado ver y oír más que nadie en la vida, así que puedo decir que han pasado delante de mis ojos las mil maneras que hay de vivir y de morir y que por mi parte he pasado alborozos y amarguras y que con todo soy la que soy y aquí me tienen, verdad que cada vez más vieja y envuelta en las sombras de esta ceguera sin remedio que me priva de las cosas del diario mirar pero verdad también cada vez más encendida por dentro, entretenida en ver los caminos y parajes que me fue dado recorrer o que otros recorrieron y que yo retraté en mi mente con solo oírlos mentar”.

En la novela, el río se metamorfosea y adquiere la apariencia de distintas figuras, especialmente la de animales (culebras, toros salvajes, etc.). Mauro Mamani, al analizar la poesía de José María Arguedas, menciona que en el autor de “Los ríos profundos” el río también es una memoria y un elemento simbólico en la cosmovisión andina, asemejándose a los animales y al rayo, por su movimiento intenso. Además, representa las reivindicaciones sociales, ya que entra a la sangre y espíritu de la gente explotada.

“Es el Marañón, un río, un culebrón de aguas alborotadas y bravas que, fingiendo estar dormida, brama mientras se va. Siempre es así, viene y se va alborotando y enturbiando sus aguas sin darse el más mínimo sosiego, allá, abajo, lejos, en su cauce de altas orillas, abiertos al despeñadero de muerte”.

Ya se ha mencionado que la narrativa de Morillo Ganoza tiene honda raíces andinas y que pareciera que, a través de sus personajes, los pueblos hablan. En esa cuestión, toma del neoindigenismo el lirismo y las reivindicaciones sociales, representada en la figura de Adela y en la rebelión de Atusparia.

La ciega Zoila utiliza el recurso de la oralidad para impedir que el río de la memoria sea el río del olvido. El crítico Espino Relucé, en su libro “La literatura oral o la literatura de la tradición oral”, afirma lo siguiente:

  • La forma oral tiene representatividad para una comunidad cultural.
  • Tiene un sentido de popularidad.
  • Es una transmisión generacional, representa la tradición y porta huellas de identidad.

Todas estas características de la oralidad se adecuan al testimonio de la ciega Zoila, porque a través de ella, se logra consolidar un cosmos narrativo que representa las costumbres, los hábitos, lo contrahegemónico, las creencias, la idiosincrasia del pueblo de Uchos, el imaginario popular y la memoria colectiva.

Los personajes pertenecen a las periferias, desarrollando una antiromantización de la ciudad y de la modernización de esta. Morillo Ganoza demuestra que los campos también son focos de civilización, de cultura, de reivindicaciones sociales, y no de barbarie y salvajismo, tal como se creía hace varias décadas bajo un pensamiento colonialista.

La decadencia de la familia Ponte, que abarca tres generaciones, es explicada a través de creencias populares, bujerías, decisiones divinas, pero añadiendo un sentido crítico a las desigualdades sociales. Es impresionante la imagen que otorga la novela: la decadencia de una familia retratada en la tempestad de un río y en la memoria de una ciega. En ello también se asemeja a Faulkner, pues la atmósfera familiar define la forma de la narración a través de distintas situaciones.

Para culminar, en 1959, la narradora Carson McCullers mencionaba lo siguiente:

“La obra de un escritor se atribuye no solo a su personalidad, sino también a la región en que nació”.

Podemos afirmar que uno de los grandes méritos de Morillo Ganoza consiste en lograr un estilo maduro que representa, a través de lo fantasioso e histórico, la memoria e identidad de un pueblo; además de erigir un cosmos narrativo heredado de los clásicos universales, las grandes novelas indigenistas de inicios del siglo XX y las leyendas y mitos de nuestra tradición oral.

Al igual que el escritor patacino, hay otros autores que también vienen consolidando una obra importantísima para la literatura nacional, teniendo como epicentro narrativo el pueblo en que nacieron. Tal es el caso del narrador ayacuchano Julián Pérez, cuyas novelas “Criba” (Premio Nacional Copé Oro) y “Retablo” son conmovedoras y ambiciosas.   

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