Opinión

Juan el Bautista y la revolución social

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Por Tino Santander Joo

Mi amigo, el periodista cusqueño Mario Carrión, me dijo: “tienes que construir, pareces un orate hablando de la revolución y la guerra civil, a pesar de que las cosas que dices son ciertas”.  El librero español César Chacón Bravo, me escribe emocionado: “eres un anarquista que se enfrenta al Estado y al gran capital financiero como Durruti, solo falta la multitud anarquista” (César, es muy generoso al compararme con Buenaventura Durruti, a quien no le llego ni a los talones, pero, inspira nuestra lucha).

Alfredo Barnechea, ve y escucha nuestras proclamas y señala: “tu violencia verbal aleja a las clases medias que están de acuerdo contigo, pero tienen terror al radicalismo”. El dirigente agrario Leocadio Zavala, me dice: “compañero, usted, se parece a Juan el Bautista, que predica la revolución social en el desierto y nadie la entiende, explique en que consiste para no volver a las traiciones de siempre”.

Andrés Aguilar, fotógrafo de la generación Millenials, dice: “la revolución social, tiene que ser pragmática y tener música alegre y menos floro”. Franco Velazco, joven de la generación centennials, me dijo: “la revolución social está en las redes, allí esta la batalla contra los grupos de poder económico”.

Somos un pueblo desequilibrado emocionalmente y una sociedad envuelta en el consumo, la indiferencia ética y la degradación política. La revolución social es el proceso de cambio radical que postulamos la inmensa mayoría de peruanos; algunos la confunden con violencia, colectivismo u otros delirios y fantasías ideológicas que no han solucionado ningún problema de la gente. La revolución social es la toma de conciencia de que es imprescindible armonizar intereses entre la diversidad regional y sus plataformas reivindicativas; Tenemos que liquidar la republica oligopólica en la que vivimos y que algunos neoliberales denominan fallas del mercado; Demoler el viejo monopolio financiero de los cuatro bancos dueños de AFPs, compañías de seguros, farmacias, clínicas, laboratorios, grifos, centros comerciales, universidades.

La democratización del crédito a través de la competencia financiera acabará con los monopolios. Necesitamos cambiar la ley de banca y de SBS, para atraer a cientos de bancos, a la industria financiera, y reforzar todas las alternativas de crédito como sucede en todo el mundo. Es imprescindible liquidar el monopolio farmacéutico del Interbank; debemos establecer que los laboratorios del mundo vendan las medicinas libremente sin intermediarios; así bajarán los precios de las medicinas del cáncer y otras graves enfermedades.  Lo demás es corrupción de minorías que se enriquecen con la salud de los peruanos.

No podemos tener el gas doméstico más caro de Sudamérica. No hay pretextos. Recuperar el gas de Camisea, para el Perú, es un deber y es imprescindible renegociar el contrato leonino que firmaran PPK y otros felones que usando artilugios jurídicos y excusas políticas han regalado el gas al Consorcio Camisea.  Los neoliberales creen que renegociar es estatizar o ahuyentar la inversión privada y la exploración como hicieron torpemente los bolivianos; esas voces sirven a los grupos de poder económico o trabajan para los intereses del Consorcio de Camisea.

Tenemos que promover la inversión minera y consolidar el desarrollo regional y local. Los mitos y leyendas de que los campesinos son antimineros, la difunden algunas ongs financiadas por los países que compiten con nosotros en minería. La minería resuelve la vida a millones de peruanos y tenemos que debatir cuales son las mejores formas de explotación. La minería debe financiar la infraestructura agraria en todo el Perú y para ello necesitamos un pacto político.

Son aproximadamente 10 millones de peruanos sin agua ni desagüe; millones de productores alpaqueros, y agricultores que necesitan infraestructura social y productiva; es una demanda histórica de todo el país, pero siempre caemos en la corrupción e incompetencia de la clase política regional y nacional. La revolución social consiste en hacerlo seriamente, sin robos, ni precipitaciones.  No habrá revolución social, sino nos incorporamos a la revolución digital contemporánea y al comercio internacional de la manera mas ventajosa para el país y eso significa primero defender a las mypes y la industria textil.

Tenemos que desarrollar nuestra industria cultural y el turismo de manera profesional. Las danzas y la belleza de nuestras fiestas regionales y locales no han sido explotadas adecuadamente como lo hacen en Brasil y en otras partes del mundo. Esta es una tarea de miles de artistas nacionales e internacionales. La revolución social significa el gobierno de las leyes, es decir, que el Estado de Derecho garantiza una vida segura y en paz. La revolución social, tiene que acabar con el capitalismo corrupto de los empresarios que organizan mafias con políticos y medios de comunicación para favorecer privilegios y monopolios. He allí la tarea de los revolucionarios que vamos con firmeza a cambiar el Perú.

¡Viva la revolución social!

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