José Carlos Mariátegui, ya con pierna amputada, en el Parque de la Reserva | Fuente: catedramariategui.com
He escuchado o leído muchas veces que el Perú es el país de las oportunidades perdidas, que aquí siempre hay algo extraño que sucede y que no permite que nos consolidemos como nación. Una de esas tragedias que marcan nuestra idiosincrasia es la muerte prematura de uno de los grandes pensadores latinoamericanos: José Carlos Mariátegui, considerado como el primer marxista de América, según Antonio Melis.
Creo que no hay otro autor peruano que haya influenciado de una forma tan determinante en la obra y pensamiento de un grupo de escritores que encumbraron la literatura de nuestro país. Caso muy parecido al del maestro Manuel Gonzáles Prada, reconocido por autores como César Vallejo y José María Eguren, pero creo que en el caso de Mariátegui hay un mayor mérito, pues logra comprometer a un cúmulo de autores (no solo en el campo de la literatura) con la realidad de un país inmerso en injusticas y desigualdades, lo cual influye y da espacio a que se elaboren discursos críticos. Entre estos se podría nombrar a José María Arguedas, Ciro Alegría, Luis E. Valcárcel, José Uriel García, etc. No hay que olvidar lo trascendental que significó para el país la aparición de la revista “Amauta”, la cual tuvo como colaboradores a los grandes intelectuales peruanos de inicios del siglo XX, y que además llegó a distribuirse por distintos lugares del país, venciendo un centralismo incrustado desde hace ya muchos años. Cuenta José María Arguedas que a la edad de 20 años encontraba aquella revista en todas partes, Pampas, Huaytará, Yauyos, Huancayo, Coracora, Puquio, etc.
Uno de los postulados mariateguianos más importantes consiste en que toda manifestación artística se sustenta en el sustrato económico y político. Esto marcaría el inicio de todo un desarrollo global e íntegro. Por ejemplo, en lo que respecta a la literatura, todo lo mencionado anteriormente, serviría para que una narrativa netamente “indigenista” debiera ser producida por los indios cuando estos se encuentren aptos y convencidos de producirla, pero antes de su inclusión a la cultura, a la educación y a otros aspectos, lo primero que debía hacer es tomar con justicia su derecho a la tierra.
La importancia de Mariátegui en la literatura peruana es fundamental, pues se podría afirmar que sus postulados consolidan una de las corrientes más importantes de nuestra tradición literaria: el indigenismo. Idea que desarrollaré más adelante. En sus 7 ensayos elabora un proceso de la literatura peruana (influenciado por el crítico Francesco De Sanctis) en un contexto donde pocos críticos se habían animado a realizarlo (cabe recordar también a José de la Riva Agüero, quien fue calificado con el título de “el capitán de la derecha” y de la oligarquía). En este proceso se evidencia que tanto la realidad como la ficción se modifican recíprocamente, y que el arte se nutre de la vida y la vida se nutre del arte, teniendo una visión más amplia, estructural e íntegra.
Tomás Escajadillo menciona que con Mariátegui la crítica literaria peruana adquiere por primera vez un carácter científico y más realista. No hay que olvidar que la propuesta de El Amauta fue dividir a la literatura peruana en tres períodos: el colonial, el cosmopolita y el nacional, entablando una correspondencia entre el sustrato económico, político y literario, lo cual ayuda a tener una visión más clara de la heterogeneidad que nos caracteriza como país. Desde el pensamiento de Mariátegui, no podría haber otra división de nuestra literatura (como por ejemplo el esquema europeo de clasicismo, medioevo, renacentista, etc.) ya que somos un caso excepcional por dos motivos: haber sido un país dependiente de España y el dualismo idiomático quechua-español. Él es bastante claro al afirmar que nuestra literatura es de origen español, ya que, al no haberse desarrollado la escritura en el Tahuantinsuyo, no se llegó a una literatura prehispánica (tema muy polémico). En ese periodo Mariano Melgar representa el primer momento peruano, José María Eguren un precursor de los cosmopolita y César Vallejo representa el sentimiento indígena por primera vez, marcando el ocaso del periodo colonial.
Una de los temas centrales que preocuparon a Mariátegui fue el problema indígena en todas sus manifestaciones: políticas, económicas, sociológicas y literarias. Referente a lo primero, siempre sostuvo que “el socialismo” que se buscaba llevar a cabo no sería de carácter peruano si no habría una solidaridad con las reivindicaciones y rebeliones indígenas. Asimismo, reiteró en distintas oportunidades el deseo de que la solución al problema indígena sea llevada a cabo por los propios indios, si no terminaría convirtiéndose en algo lejano para ellos.
Afirma lo siguiente:
“El problema indígena, tan presente en la política, la economía y la sociología no puede estar ausente de la literatura y del arte. Se equivocan gravemente quienes, juzgándolo por la insipiencia o el oportunismo de pocos o muchos de sus corifeos, lo consideran, en conjunto, artificioso”.
Esta idea será estudiada con mayor profundidad por Tomás Escajadillo en su obra “La narrativa indigenista peruana”, al dividirla en Indianismo – Indigenismo Ortodoxo – Neoindigenismo.
En el Indianismo aún se tiene una visión romántica, exótica y superficial del indio, negando su verdadera identidad. Este estereotipo del indígena fue usado por autores como Clorinda Matto de Turner y Ventura García Calderón.
En el segundo –Indigenismo Ortodoxo- sí se desarrollaría el postulado mariateguiano, pues el indígena va a ser una pieza clave en su propia reivindicación. Desde una perspectiva sociológica, el mundo indígena va a tomar conciencia de su condición y de todo lo que puede alcanzar para su propio bienestar, buscando una identidad que le habían arrebatado las élites oligárquicas y colonialistas. Con autores claves como López Albújar, José María Arguedas y Ciro Alegría, se transgrede la tradición de indígenas borrosos e idealizados, logrando una aproximación a su psicología. Van a ser conscientes de la dimensión épica de su tragedia colectiva y van a luchar por contrarrestarla.
Mariátegui supo reconocer la diferencia que se tenía respecto a la aproximación del mundo indígena. En algunas circunstancias, esta fue lejana y superficial; en otras fiel y reivindicativa. Tal es el caso de López Albújar, de quien Tomás Escajadillo menciona que sus “Cuentos andinos” es el primer libro que da una perspectiva más realista del indio. Esta postura parte de lo que ya había valorado el autor de los 7 ensayos en su proceso de la literatura peruana, postulando que tal libro representa un hito en nuestra literatura, dando una perspectiva más cercana sobre el indígena de las comunidades, además de mencionar que López Albújar “coincide con Valcárcel en buscar en los andes el origen del sentimiento cósmico de los quechuas”.
La influencia mariateguiana es importantísima en el auge de la narrativa indigenista peruana, ya que siete años después de la publicación de los 7 ensayos aparecen los primeros libros de José María Arguedas y Ciro Alegría. En el caso del primero, “Agua”, la propiedad y pertenencia de la tierra andina adquiere más importancia. Pero creo que es con “El mundo es ancho y ajeno” que se concreta la idea de la obra maestra indigenista que Mariátegui tanto esperaba. Gran parte de la crítica peruana sostiene que la comunidad campesina de Rumi representa la comunidad postulada por “El Amauta”: la célula del socialismo. A ello hay que agregarle que también se confirma la eficacia de la función social de la literatura, pues los factores externos condicionan la creación de una obra literaria. Todo ello conllevó a que Alegría mencione lo siguiente:
“Siempre he sentido la muerte de Mariátegui, pero ahora la siento particularmente. Estoy seguro que él hubiera entendido mi libro”.
En el caso de José María Arguedas, estudiosos como Antonio Melis, Cornejo Polar y Tomás Escajadillo han analizado la influencia de Mariátegui en su obra. El autor de “Todas las sangres”, menciona lo siguiente:
“La interpretación desde adentro del mundo andino, y no solamente del indio, no habría sido posible únicamente por el hecho de que quienes así lo hicimos tuvimos la suerte de vivir con los indios, como los indios, participando de sus dolores, de sus esperanzas, de su fe, de toda su vida, ése es solamente un elemento. Yo declaro con todo júbilo que sin “Amauta”, la revista dirigida por Mariátegui, no sería nada, que sin las doctrinas sociales difundidas después de la primera guerra mundial tampoco habría sido nada”.
La línea que trazaron Mariátegui, José María Arguedas, Ciro Alegría y Antonio Cornejo Polar representa una base trascendental para los estudios que intentan profundizar en lo heterogéneo y complejo que caracteriza la literatura indigenista. Los narradores de las décadas posteriores, que forman parte del Neoindigenismo, supieron plasmar y enriquecer todo ello, agregando otros elementos (míticos y líricos), como es el caso de Eleodoro Vargas Vicuña, Óscar Colchado, Manuel Scorza (con su portentosa y magnífica pentalogía), entre otros.
Cabe afirmar que los postulados mariateguianos literarios no han estado exentos de una crítica severa, pues como afirma Luis Loayza, “la estética de El Amauta no toma en cuenta el arte en sí mismo sino como un documento político y social de la realidad”. Un tema muy debatible, por cierto.
Cierro con esto: la perspectiva y creación de la narrativa indigenista cambió totalmente después de 1928, gracias a los 7 ensayos de José Carlos Mariátegui. Antes de ello la visión del indígena era confusa, ambigua y desorientada. Luego de ello, representaría un pueblo, una raza, una tradición, un espíritu.