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JORGE VIGNATI “Lo difícil lo hacemos ahora, lo imposible un poco después”

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JORGE VIGNATI

“Lo difícil lo hacemos ahora, lo imposible un poco después”

Entrevista Edwin Cavello Limas
Fotografía Marialejandra Rengiffo

Cusqueño de nacimiento, lleva toda una vida dedicada al cine, su talento con la cámara lo llevó a recorrer el mundo, trabajó al lado del maestro alemán Werner Herzog, juntos realizaron Fitzcarraldo una de las mejores películas de la historia del cine.

Jorge Vignati nos recibió en su casa de Barranco,  una gorrita, un cigarro en la boca y una sonrisa nos dieron la bienvenida, su casa está llena de recuerdos, sus paredes cuentan una historia, entre cuadros de la escuela cusqueña, cámaras antiguas, libros de cine y fotografía. A sus 72 años goza de una intensa juventud, amable y cariñoso nos cuenta sobre su infancia en el Cusco, su encuentro con el cine, los días en la pesca, su experiencia con Herzog y sobre su amor Sonia Llosa.

Además nos confiesa sobre el rollo de película que le robaron y crítica la pobre enseñanza de cine en el Perú. Y confiesa que ser homenajeado en el festival de cine de Lima también le hizo pasar momentos desagradables.

¿Qué recuerdas de tu infancia en el Cusco?

De niño lo primero que recuerdo es el campo, porque en vacaciones mi familia nos mandaba allá,  era lindo recorrer libre el campo, había un lago donde íbamos a cazar patos. Nos encantaba esas vacaciones.

¿Y  es cierto que desde niño ibas mucho al cine con tus amigos?

Sí, con mis compañeros de colegio íbamos al cine mucho,  los domingos sobre todo. Es que no había muchos centros de diversión.

Estudiaste la primaria en el colegio La Salle del Cusco, en esa época a ustedes los llamaban los babosos ¿Por qué?

En esa época no había el término pituco, y existían diferencias sociales de clases que son una cojudez, y nos decían babosos porque los curas tenían una cosa blanca en el pecho que se parecía a  un babero.

Y luego la secundaria la estudias en el Colegio de Ciencias para que te hagas hombre, supuestamente…

Eso decían antes, ahora vas a estudiar en el Colegio de Ciencias para que seas hombre.  Pero primero estudié en el colegio San Francisco. En esa época había cursos de trabajos manuales, mis trabajos manuales yo lo hacía recortando la revista Billiken. Usaba las imágenes y con un carrete e hilo creaba como un proyector. También con otros amigos hacíamos una especie de revista tipo comic.  Recuerdo que coleccionábamos los fotogramas que recortaban de las películas, eso lo vendían en la puerta del cine y nos poníamos a intercambiar como figuritas.

Tu madre cusqueña y tu padre un hombre dedicado al negocio pesquero ¿de dónde viene ese amor por el cine?

Yo mismo no encontrado una respuesta sobre eso. Tal vez sea algo ancestral, por parte de mi abuelo paterno que hacia fotografía.

¿Cómo descubres el cine club del Cusco?

Mi papá me hablaba, mencionaba el cine club y comencé a merodear. Un lindo descubrimiento,  se hablaba de artes en general y de cinematografía; se analizaban películas, también se hablaba de literatura, escultura, pintura. Era un grupo genial.

¿De qué personajes te acuerdas?

Estaba  Eulogio Nishiyama, Luis Figueroa, el ‘wanka’ Villanueva,  un señor al que le decían ‘goloso’ Ramos, gran periodista; Hernán Velarde, Luis ‘cholo’ Nieto un gran poeta,  Juan Prado un pintor. Recuerdo que se analizaba siempre la película, “el Acorazado Potemkin” de Eisenstein. Se hablaba de cómo se había logrado esa película.

¿Tú eras el más joven de todos ellos?

Claro, mucho más joven, me tomaron cariño y me pusieron el apodo de ‘crespito’, cuando me veían llegar decían “allí está el crespito, entra, entra”. Y un tiempo después nos reuníamos en el estudio de Nishiyama, y siempre que se reunían tomaban té con Pisco. Nishiyama tenía su cocinita eléctrica, allí preparaba té con canela y Pisco, y a mí me invitaban galletitas, Eulogio sobre todo, muy amoroso, porque había una pastelería cerca y antes de que vayan los amigos siempre compraba pastelitos y les decía “esto es para el ‘crespito’”.

A los 16 años fuiste un joven afortunado, tu padre te regala tu primera filmadora de 8 mm que te compró en la tienda de la familia Nishiyama.

Exacto, pero eso fue a tanta insistencia que le decía ‘me gusta esto’, y al final me lo regaló, recuerdo que fue para navidad. Y con eso hacía mis pininos. Grababa la plaza de armas, las calles del Cusco, desfiles, fiestas folclóricas.  Terminaba de filmar y tenía que entregar el rollo a la tienda de Nishiyama, de allí lo mandaban a Panamá y luego de dos meses de espera recién enviaba  el rollito para proyectar  y por supuesto que tenía muchos errores (Risas).

¿Kukuli fue una película que se realizó colectivamente?

Sí. Este grupo se junta, Hernán Velarde hace el guión de Kukuli  y Eulogio Nishiyama con un gran esfuerzo compra una cámara de 16 mm.

Entonces existe una desinformación, ya que como director muchas veces solo aparece Luis Figueroa en los créditos.

Sí. Pero tampoco hubo como aclarar eso,  el trabajo grupal tuvo que haber preponderado y reconocido y  no el personalismo,  un poquito creo que eso hace el sismo de este grupo maravilloso. Después se quiso hacer otro largometraje con ‘wanka’ Villanueva, que a través de la película Kukuli llegó al Cusco y se quedó a vivir para siempre. Él fue el primero que revela a color.

¿Por qué Jorge Vignati no se quedó a vivir para siempre en el Cusco?

En el Cusco en esa época no había muchas oportunidades, había mucho centralismo, todo se tenía que comprar en Lima, incluso se enviaba para revelar. Pero nunca he estado alejado del Cusco, siempre seguí ligado al Cusco, mis hermanos y toda mi familia siguen allá.

Tú llegas a Lima a la edad de 20 años, ¿cuál fue el cambio que sentiste?

Lo que me llamó la atención de Lima es que era plano, calles planas, el edificio más alto del Perú  estaba en el parque universitario, que era el ministerio de Educación, me llamaba la atención sus veinte pisos. Otra de las cosas que también me llamó la atención es que Lima era gris, el cielo no es azul como en la sierra.

Antes de dedicarte al cine trabajaste en una empresa pesquera…

Sí. Esa época tenía un pariente con el que conversaba,  me hablaba de diversos trabajos y yo a todo le decía que no, hasta que me preguntó que me gusta, y le dije que deseo hacer cine, entonces él me responde y me dice: como actor te vas a morir de hambre. Le  expliqué que no quería ser actor, sino filmar películas, y me dijo: igual te vas a morir de hambre pues hijo.  Entonces,  me comentó que tenía acciones en una empresa pesquera, vio que me entusiasmé, “eso quiero”, le dije, y me respondió: “¿estás seguro?, tú que vienes de la sierra vas a ir a salarte los huevos al mar”. “Eso quisiera”, le dije, porque otra de las pasiones que uno tiene de jovencito es viajar. Entonces acepté, pero fue duro realmente.

Pero ganabas muy bien imagino.

Sí. Parte de ese dinero se quedaba en los muelles, en los night clubs. Como ganábamos bien (yo venía al centro de Lima -cuando era el gran centro de Lima-) nos íbamos al bar Zela, al Bolívar, y allí conocí a un chileno que era cineasta, y nos pusimos hablar de cine. Yo entusiasmado escuchaba, pero la intención de él era hacer documentales en el Perú. Me decía “ustedes tienen paisajes, tienen todo y no hay una empresa cinematográfica”; esto se lo comenté a mi tío, aquél que me mandó a la pesca, e hice el contacto. Me fui otra vez a la pesca, pasó como seis meses y me llamaron por la radio para que vaya a la oficina. Mi tío Julio me dijo: “yo te he mandado llamar para conversar contigo, tanto que me has hablado hace tiempo sobre cine, estamos por formar un empresita de cine”. Cómo así le dije,  y me cuenta: “Guillermo Palacios, pues, el chileno que habló contigo hace tiempo”. ”Que bien”, dije,  salté de alegría. Y me dijo: “no, siéntate tranquilo, vamos a empezar y como no hay mucha cinematografía vamos armar la empresa cine. Yo sé lo que ganas en la pesca, aquí tendrías que empezar con un sueldo mínimo”. Acepté rápidamente. Nosotros fuimos los primeros en hacer documentales sobre las antiguas culturas del Perú en el año de 1964. Hicimos diez documentales. Esos documentales fueron distribuidos por todo el mundo. Para nuestra buena fortuna por esa época estaba por acá Carlos Montalbán, la voz de oro de Hollywood.

Carlos Montalván, que estuvo hospedado en el hotel Bolívar…

Claro, allí fue el contacto y todo.  Le dijimos que queríamos mostrarles unos documentales y si los podía narrar, y el mexicano, muy simpático, nos dijo: “bueno vamos a verlo sin compromiso, si no me gusta me da carraspera en la garganta”. Pero lo vio y le gustó, y es justamente narrado por Carlos Montalbán, y como no había cómo pagarle le dimos acciones de la empresa.

¿En qué momento llega la oportunidad para trabajar con Herzog?

Cuando estaba trabajando con Dennis Hopper el año setenta, llegó el grupo de Herzog a Cusco para filmar “Aguirre la ira de Dios”. Entonces me convocó el productor para conversar, allí también estaba Herzog. Al final yo no trabajé en “Aguirre la ira de Dios”, pero colaboré mandándole extras. Así surge el contacto, y cuando viene hacer “Fitzcarraldo” ya me convoca él, porque había visto las películas de Jorge San Güines y en los créditos salía: cámara – Jorge Vignati. Mi estilo que era cámara en mano, plano secuencia, le resultó un lenguaje diferente e innovador. Entonces Herzog me elige de asistente de dirección y segunda cámara, allí nace la amistad con Werner Herzog.

Resultó muy complicado al final filmar en la selva…

Geográficamente Herzog buscaba un sitio ideal, que era para pasar el barco por la montaña y que hubieran dos ríos paralelos y que allí cerca hubieran comunidades nativas porque ellos también iban a ser actores principales.

¿Pero  sabotearon la filmación?

Sí, lo sabotearon.  Movieron las comunidades nativas, unos diciéndoles que cómo iban a participar en una película de un cauchero que casi extermina a nuestros ancestros, cosa que es verdad. Entonces hubo una serie de problemas allí, quemaron los campamentos que habíamos construido para la estadía de todo el grupo, y tuvimos que buscar otra locación. Y como los dos barcos ya estaban construidos, fue todo un reto llevar esos barcos del río Amazonas al Ucayali y de allí navegar por el río Urubamba, por eso que la película demoró tres años.

Cuando suceden estos problemas en la selva peruana, Ecuador invita a Herzog para filmar en su territorio…

Sí. En esa época al enterarse, porque se publicó mucho en el extranjero y acá, la prensa le dio de alma a Herzog. Entonces lo invitan para filmar en Ecuador y le dicen que ellos le darán todas las facilidades, de Brasil igual, entonces yo le pregunto a Herzog “¿nos vamos a Ecuador o Brasil?”. Me respondió que no, porque si me voy a Ecuador, estos hijos de puta van a seguir jodiendo, y si me voy a Brasil, igual, estos van a decir “lo han echado del Perú, por eso ha venido a filmar acá”, y el problema va subsistir. Y me dijo: “Jorge o hacemos la película acá o dejo mis huesos en la selva”.

¿Es cierto qué Herzog dejó en tus manos la escena del barco cruzando el monte?

Sí. Sucede que él tenía que filmar en el teatro de Manau y era complicado filmar en Manau por los tiempos, o iba a filmar en esa época o tenía que esperar un año más para esa escena que era importante, es allí donde Herzog me dice: “te encomiendo a ti toda la jalada y  la subida del barco, se que lo vas hacer bien. Te estoy dejando el corazón de la película”. Él se fue de viaje y yo me hice cargo de la filmación junto con todo el equipo de producción, la logística, y también hacía sonido salvaje. Cuando Herzog regresó de Manaos el barco ya estaba arriba. Me abrazó. En esa época se mandaba cada cierto tiempo los rollos en avioneta a Pucallpa, de Pucallpa a Iquitos y de allí a Estados Unidos, y luego enviaban los copiones. Apenas llegaron los copiones de lo que había filmado, salimos en avioneta a un cine de Iquitos, lo proyectaron y Herzog vio el resultado y me agarró de los pelos diciéndome: “muy bien desgraciado, que lindo, muy bien”.

¿Qué le gustaba tomar a Herzog?

Como buen alemán cerveza, pero era muy disciplinado, en el rodaje no bebía ni una gota de cerveza. Pero recuerdo que Dennis Hopper sí, una vez le conté 24 botellas desde que empezaba el rodaje a las siete de la mañana hasta que terminaba a las seis de la tarde, tenía un asistente que le cambiaba la botella.

¿Y qué recuerdas de Klaus Kinski?

Yo lo he conocido bien, y era un neurótico de nacimiento, pero un neurótico genial, y con Herzog siempre tenía los choques. Herzog muchas veces lo provocaba, ponía trampas para sacarle esa neurosis, porque siendo Kinski gran profesional, sabía continuidad de luz y de vestuario, entonces filmaba una secuencia un día y la misma secuencia debía continuar cinco días después, y la fuente de luz que era al lado izquierdo se cambiaba a lado derecho a pedido de Herzog, Kinski se daba cuenta y decía en alemán: “mierda diletante, imbécil, continuidad de luz”. Y botaba la mesa como un loco.

¿Qué le gustaba a Herzog del Perú?

Su historia, su geografía, él siempre decía: el “Perú es un país maravilloso para hacer películas, tiene costa, sierra, selva, tienen todo”.

¿Y qué le gustaba a Jorge Vignati de Herzog?

Su perseverancia, su vehemencia y también el hecho de que no buscara cosas artificiales, sino que filmara en la misma selva. La montaña es la verdadera montaña, todo es natural.

El cine te dio muchas cosas lindas en la vida, pero también te hizo conocer a tu esposa Sonia Llosa.

Sí. Son muchas cosas maravillosas. Mi esposa es también cineasta, dirigió unos cortos y también trabajó con Herzog. Es gracias al cine que tengo una esposa maravillosa, y seguimos juntos.

¿Cuál es el secreto después de 34 años de matrimonio?

Comprensión. Quererse, entenderse en las buenas y en las malas y hablar el mismo lenguaje.

Y  a tu hijo Renzo  ¿le gusta el cine?

Mira, siempre hemos dejado que cada uno escoja su destino, el escogió estudiar ciencias de la comunicación, pero al año tiró la esponja, y me dijo que se había dado cuenta que los cineastas son misios y no hay trabajo, hay tantos egresados que son súper explotados con el cuento de que eres principiante. Por eso dejó ciencias de la comunicación y ahora está en ingeniería civil.

Cuéntame del rollo de película “Ruta de pastores” que filmaste y te lo robaron…

Un lindo documental, seguí la ruta de los pastores, la ceremonia de fertilidad y fecundidad de las alpacas, lamentablemente hay que decir la verdad, se lo robaron. Años después cuando estuve en Francia conocí una amiga en común y me comienza a decir que había visto un documental con unas escenas lindas y me comienza a relatar la historia, y habla de una escena muy precisa, que en una ceremonia le sacan el corazón vivo a la alpaca y todavía esta latiendo. Y yo le digo que eso lo había hecho yo con mi grupo y mi esposa, y me dijo “no puede ser”.

Ese documental era de un tal Zapata que vivía en Francia.

Sí, pero no sé si se lo vendieron a él o qué había pasado. Pero se lo robaron de Perú.

Tú perteneces a una época del cine, ahora que se está digitalizando todo ¿cuál es tu mirada?

Me parece maravilloso estos cambios tecnológicos, y la tecnología digital te da las posibilidades de poder expresarte, pero a algunos realizadores le falta un poco más de profesionalismo, un poco más de voluntad, el HD te puede registrar bien la imagen, pero cuando la miras es plana o saturada y no dibujan con la luz, no hay ese esfuerzo de querer iluminar y pintar con la luz, solo registran con el fin de contar una historia, pero falta un poquito de rigor. Al final es una maravilla el digital, abarata los costos y es más accesible.

¿Por qué crees que al peruano no le gusta el cine peruano?

Es cuestión de gustos y costumbres creo,  para muchos ir al cine es para divertirse. Es lo que hizo Hollywood: una industria. Acá están acostumbrados desde niños a ver la televisión y  eso deforma los gustos, y quita el interés de ver cine nacional siquiera.

En los setenta el cine nacional vivió una buena época, pero actualmente no hay apoyo.

Apoyo sería una cuota de pantalla, donde se pudiera ver cine latinoamericano y nacional, porque el 95 % son películas de Hollywood. ¿Por qué no nos dan una pequeña cuota de pantalla siquiera del  2 %? Entonces cuando pasan una película peruana no dura ni una semana y la sacan de programación; así no se puede seguir produciendo. Deberíamos apoyar al cine nacional.

Tú eres una de las personas que apoyado mucho al cine peruano prestando tus cámaras.

Yo he prestado mis cámaras para películas nacionales y también he alquilado a un precio simbólico, mis equipos han envejecido apoyando al cine peruano, todo lo que tenía lo ponía al servicio del cine nacional, porque sabes lo difícil que es esta industria y es cuestión de comprensión.

¿La gente sigue viniendo a tocarte la puerta a pedirte ayuda?

Sí. Hasta ahora todavía y yo encantado de la vida.

¿Y qué notas en los ojos de los jóvenes que hacen cine ahora?

Un poco, esa pasión por investigar más, pero a veces veo frustraciones también. Hacen su película y no tienen donde exhibirla, ni siquiera en la televisión local, y si lo exhiben es porque te hacen un favor y no te dan ni cien dólares. Pero allí están, perseverando. Hay buena generación, hay cineastas en potencia.

¿Por qué no puedes enseñar en la universidad?

Yo no tengo título universitario, por eso no puedo enseñar en la universidad, ya que se exige un título para poder enseñar, y creo que yo sería antieconómico para las universidades como profesor.

¿Por qué antieconómico?

Porque podría formar directores de fotografía o cineastas en un año, y que ya por su cuenta estudien teoría del arte, crítica de cine y que vean muchas películas.

¿Quieres decir que la universidad se aprovecha de los alumnos?

Debe ser la currícula. Pero cuando egresan no tienen la práctica que deben tener. Muchas veces los que egresan salen con título de director y cuando van a filmar no saben qué hacer en la práctica, y no saben de óptica, de encuadre, ni siquiera saben poner el nivel del trípode.

¿Te sorprendió ser homenajeado en el 16 Festival de Cine de Lima?

Por una parte me sorprendió y me alegró. Hasta ahora no sé quiénes han sido los que influyeron en esto, para mí fue muy grato.

Pero también el homenaje después te causó momentos desagradables, por las llamadas y amenazas de los delincuentes.

Sí, pensaron que yo tenía plata. Si supieran que me falta para pagar la luz este fin de mes. Recibir esas llamadas me molestó mucho, incomoda y asusta a la familia.

¿Qué me puedes decir de Armando Robles Godoy?

Bueno, ha sido uno de los “pioneros” del cine, Armando ha dejado una escuela, a pesar que también me ha puesto varias trampas en el camino. Armando hacía creer que con él nace el cine peruano y desconocía la escuela cusqueña.

O sea, amigos no eran entonces…

Amigos sí, antes de que falleciera siempre lo veía por la avenida Larco, lo saludaba y me decía: “si pues Jorge somos los últimos dinosaurios que existimos”.

¿Qué película peruana te gusta?

“La boca del lobo” y “Pantaleón y las visitadoras” de Lombardi. También “En la selva no hay estrellas” de Robles Godoy.

¿Qué te ha dejado el cine peruano?

Mucha enseñanza. A mí me interesa mucho el aspecto humano,  sin diferencias sociales ni clases sociales, al recorrer el país he aprendido de la sabiduría de la gente.

¿Qué sientes cuando miras por una cámara?

A mí me da la impresión de que es la prolongación de mis sentidos. Cuando estoy detrás de la cámara, hay ese feeling. He tenido la suerte de filmar en todos los formatos.

¿Alguna vez dormiste con tu cámara?

Varias veces, sobre todo en la puna, en “Qoyllur Rit’i”, porque en la altura la batería siempre se bajaba,  y además cuando hay mucho frío el rollo se puede poner rígido,  así que muchas veces he dormido abrazando mi cámara.

¿Si vuelves a nacer, volverías hacer cine?

Pero por supuesto, hasta pagaría por hacerlo.

Hay una frase tuya que le dijiste a Herzog…

Sí. Eso le gustó a Herzog; lo aprendí cuando hacía películas con pocos recursos, y en la desesperación de la lluvia, el tiempo y la incertidumbre de si el barco iba a pasar o no. Entonces le dije: Herzog, lo difícil lo hacemos ahora, lo imposible un poco después.

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