Toda urbe es una gran bestia que nunca cierra los ojos. Suele moverse violentamente para espantar, especialmente a los que recién la conocen. Todos los que la habitan están propensos a sus cambios y catástrofes, ya sean políticos, económicos, culturales, etc. Pero no todos la temen, hay algunos valientes que la retan, le hacen una gran radiografía, y la poetizan. Es el caso del poemario “Tromba de agosto”. Es el caso de Jorge Pimentel, uno de los poetas más bacanes, controvertidos, poco valorados y bravo de bravos de la poesía peruana.
¿De dónde aparece este gran poeta limeño que con su “Tromba de agosto” remece la poesía peruana de la segunda mitad del siglo XX al hacer uso de una violencia inconmensurable, romper la sintaxis tradicional del poema, y saber adentrarse en la piel y psicología de sus personajes heridos y marginados por el sistema dominante?
Del caos, de los escombros, de la pobreza, del desempleo, de las zonas marginadas, de las habitaciones donde hay niños muriéndose de hambre, de los centros laborales que explotan a sus trabajadores, de las calles plagadas de hombres neuróticos, de los migrantes, de una Lima que se cae a pedazos, del desempleo nuevamente y de una Lima que en 1940 albergaba 645,172 habitantes y que en 1981 alcanzó los 4,492,560, de una Lima que ya no es más una ciudad silenciosa y cucufata, sino que ahora es una ciudad llena de extraños y de multitudes provincianas que desbordan el espacio urbano y configuran insondables cambios en la concepción de vida, una ciudad polifónica donde todos gritan y se confrontan.
En 1992, con un ensayo introductorio del poeta Pablo Guevara, sale a la luz Tromba de agosto, un libro rabioso, más dramático y experimental que los anteriores (“Kenacort y Valium”, Ave soul” y “Palomino”), en medio de un contexto totalmente violento.
«Tromba lo hice en la calle, agarré un mapa y empecé a recorrer Lima mientras lo escribía. Creo que cada libro es un lenguaje nuevo y lo tienes que plantear de forma diferente. Yo iba por la calle con mi lapicero y mi papel, me subía a los ómnibus, llegaba a Lince o Jesús María, me refugiaba en un bar. Escuchaba lo que hablaban. Tromba es un libro enloquecido. Tenía que encontrar un nuevo lenguaje para enfrentar la vida. Me sentía solo. Indefenso”.
En este poemario se pulveriza la sintaxis tradicional del poema, perdiendo lirismo (maten al cisne de Darío), pero qué más da, se puede perder belleza, cadencia y armonía (Ave Soul), pero nunca la rabia, fuerza e intensidad que debe tener todo poeta que busca reflejar las vicisitudes de un país subdesarrollado y pobre como el nuestro.
Entre las muchas cualidades del poemario, además de las ya mencionadas, es que cumple uno de los requisitos del estructuralismo literario, al plantear la unión indisoluble entre obra y sociedad. Murakovsky consideraba que el contenido de una obra y el estilo que posee, se ve demarcada por los cambios sociales que aquejan a una determinada sociedad.
Cabe resaltar que toda obra artística está provista de distintas funciones, la más reconocida es la del goce estético (aburguesada); sin embargo, hay otras de igual importancia, la literaria y la verbal. El crítico García Bedoya afirma que:
La primera hace referencia al rol que cumple una obra en una serie literaria (inaugurar, desarrollar, renovar o cuestionar un sistema de normas); la segunda se vincula al papel que desempeña en relación con la vida social.
De esta manera se establece un vínculo innato entre el artefacto literario y la sociedad, manifestando que la literatura se halla en constante relación con la vida cultural y social. Esta propuesta iniciada por Tinianov, y que García Bedoya toma como como referencia para elaborar una periodización de la literatura peruana, tiene como objetivo descartar cualquier visión sesgada de la autarquía literaria.
En nuestra tradición son pocos los poetas que han trascendido cumpliendo gratamente estas dos funciones, entre ellos encontramos a César Vallejo y Jorge Pimentel. Este último sigue el mismo camino que enrumbó el poeta santiaguino en la primera mitad del Siglo XX. Ambos violentan la sintaxis tradicional y comparten la postura marxista, uno más consecuente que el otro, claro está, no hay que olvidar que Vallejo se nutre de una España en pie de lucha y de una Rusia vencedora, a diferencia de Pimentel y de Hora Zero, que lo hacen desde la revolución cubana, con sus aciertos y desaciertos, y desde las reformas militares, con Velasco a la cabeza.
Los dos poetas demuestran el compromiso que debe tener el artista con su época.
César Vallejo:
“En el actual periodo social de la historia, por la agudeza, la violencia y la profundidad que ofrece la lucha de clases, el espíritu revolucionario congénito del artista no puede eludir, como esencia temática de sus creaciones, los problemas sociales, políticos y económicos”.
Jorge Pimentel:
“Mi poesía son los restos de todos los peruanos que están hablando. Y los mismos textos han brotado ya desechos. Y las palabras están diseminados y solo el espíritu del lector las absorberá. Hay un llanto muy antiguo y hay otro muy actual en el país. Mi discurso es este despedazamiento, esta Tromba de agosto”.
Se podría decir que el gran referente de “Tromba de agosto” es “Trilce”, aunque con algunas diferencias. Vallejo pulveriza la sintaxis, crea neologismos y deforma las palabras, pero aun así, nunca pierde belleza. En el poemario de Pimentel solo encuentras horror, insensatez y desesperación.
Todas las diversas poéticas que aparecieron durante las últimas décadas del siglo XX deben valorarse y ser estudiadas, pues cada uno aporta, desde su estética, a la formación de nuestra tradición. En 1970, Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, otro gran poeta injustamente olvidado, fundan el Movimiento Hora Zero, al escribir a cuatro manos un manifiesto parricida titulado “Palabras urgentes”, haciendo un balance muy polémico sobre la poesía peruana y dejándose llevar por los arrebatos tan característicos e injustos de la juventud. Resaltan que a los poetas de su generación les ha tocado una realidad catastrófica, y ellos deben poetizarla siendo valientes y participando activa y políticamente en la reconstrucción de una nueva sociedad, añadiendo también que sus obras deben reflejar con fidelidad los cambios sociales de su época. Ellos son el punto crucial para el inicio de una nueva etapa confrontacional ante el sistema dominante.
No hay que olvidar que la postura radical horazeriana influyó en algunos grupos que se gestaron después. Es el caso de “Kloaka” y la radicalización de sus postulados estéticos e ideológicos, que tienen como escenario principal la marginalidad. También es el caso de los infrarrealistas, con Roberto Bolaño y Mario Papasquiaro a la cabeza. Ambos admiraban la poesía que se estaba gestando en los años setenta, y consideraban a la poesía peruana como la mejor poesía latinoamericana de esos tiempos.
Nuestro país ha sentido la efervescencia cultural en las distintas épocas de nuestra historia. El provincianismo es determinante en la gestación de las distintas poéticas. Ya lo vaticinaba José María Arguedas, exaltando y valorando las grandes migraciones que sufría el país, además resalta el proceso de urbanización social y cultural, dando a los poemas un aliento épico, pues la poética provinciana se gestará en las urbes, a pesar de la marginalidad y de la indiferencia de crítica oficial.
¿Cuál es el primero paso para reconstruir una nación que se cae a pedazos? Ser conscientes de todo lo que está sucediendo y no tener reparos en ver hasta los rincones más oscuros y nauseabundos que nos rodea. Tromba de agosto representa todo eso.
Jorge Pimentel utiliza como técnica la simultaneidad de voces (lúcidas, explotadores, neuróticas, rabiosas y sufridas) para lograr una confrontación ideológica. Los hablantes o enunciadores que van apareciendo en todo el poemario pertenecen a dos clases determinadas: el proletariado y el capitalista. La voz poética principal se identifica con la primera, pues mediante quejas, protestas y diálogos manifiestan la corrosión física y psicológica que sufren a manos de la ambición capitalista. La voz de una señora, abandonada por su marido y explotada por su jefe es una voz que traspasa las fronteras de nuestro país, identificándose con todas las mujeres del mundo que son presas del abandono y del poder capitalista. Los diálogos entre marido y mujer, entrecruzadas con los lamentos de los niños que se están muriendo de hambre, no solo representan a la sociedad limeña o peruana, sino que simbolizan la decadencia del sistema económico que rige en el mundo. El poeta que sufre las consecuencias de la explotación, pero que aun así se resiste a dejar de escribir: hambriento ensangrentado registra todo lo que ve y siente simboliza la lucha de los artistas ante la opresión.
Un accidente laboral es un talco, una brillantina.
Despidos es una enagua bordada.
35 maestros del SUTEP no hacen un jugo de papaya.
Apaleamiento y masacre de campesinos en La Oroya
y Cerro de Pasco, por lo exuberante y ostentoso, 30 tamales,
20 dirigentes de San Marcos caminando por la Plaza de Armas
A las 9 de la noche es un seco de cabrito.
Estoy escribiendo.
Mi oficio es escribir.
Ya lo estoy haciendo.
Pimentel es una cámara que lo registra y escribe todo, identificándose con maestros despedidos, universitarios dirigentes, trabajadores accidentados y campesinos masacrados por empresas mineras. Cree que la labor del escritor es identificarse con este grupo y escribir sobre ellos para concientizar y denunciar los abusos. Así las voces poéticas no solo hablan por ellos mismos, no buscan la individualización, sino la colectividad de los que sufren lo mismo en cualquier país.
En los últimos años se ha buscado minimizar y hasta ridiculizar el aporte del Movimiento Hora Zero, basándose en el parricidio poético del primer manifiesto, en el gran número de integrantes que formaron ¿forman? parte del grupo, y en el hecho de que no todos han estado a la altura de los poetas más representativos, lo cual es totalmente cierto. Sin embargo, esto no desmerece para nada el gran aporte que tuvieron al democratizar la poesía peruana, utilizando en sus discursos las voces de nuevos enunciadores que iban apareciendo, productos de los fenómenos sociales que nos aquejaban como nación. En el caso de “Tromba”, la de los desempleados y los migrantes.
Se han ido marchando de a pocos, el primero fue Juan Ramírez Ruiz (“Las armas molidas” no ha tenido la atención que debería tener, a diferencia de “Un par de vueltas por la realidad” y de las leyendas que giran sobre la personalidad del poeta chiclayano), luego siguieron Enrique Verástegui ( el más valorado, quizás, de todos los que integraron el movimiento) y Tulio Mora (“Cementerio General” es uno de los grandes poemarios de la segunda mitad del siglo XX de la poesía latinoamericana). Pero aún nos queda Jorge Pimentel, con su facha de gánster neoyorkino y la voz enérgica con que lee sus poemas. Ojalá no sea tan tarde cuando coloquemos su poesía en el lugar que se merece.
Son pocos los libros que están escritos para no gustar. «Tromba de agosto» es uno de ellos. Están advertidos.
BONUS TRACK
Hace cuatro años, a la salida de un recital en el que participó, me acerqué tímidamente para que me firmara una primera edición de su «Primera muchacha», a lo cual accedió amablemente, minutos después ya estaba tomándose fotos conmigo, emocionándose al contarle de que había empezado a escribir una tesis universitaria sobre su poesía, y por último, como si no hubiese bastado con todo lo anterior, dándome su número telefónico para que me pueda ayudar con algunos documentos de “Hora Zero”. Lo llamé un par de veces y siempre me contestó amablemente, pero eso es ya otra historia.