Política
Interpelaciones vacías y pactos evidentes en el Congreso del Perú
Lee la columna de Leonardo Serrano Zapata
El Congreso del Perú —ese mausoleo de discursos prefabricados— se vistió de interpelación esta semana. Subieron al patíbulo dos ministros: uno de Cultura, Fabricio Valencia Gibaja, otro de Energía y Minas, Jorge Luis Montero. Los trajeron para que el país crea que aquí se fiscaliza, que aquí se defiende la dignidad del pueblo. Mentira.
Lo que realmente capturó la atención no fueron las evasivas de ambos funcionarios ni los discursos envalentonados de los que siempre ladran, pero no muerden. Lo que gritaba en silencio eran los escaños vacíos: la huella impune del pacto Ejecutivo-Legislativo, ese matrimonio por conveniencia que ni la prensa de alquiler se atreve a desmenuzar.
Sí, nos vendieron el cuento de que en junio caería la presidente Dina Boluarte —que el cirujano plástico Cavani la tumbaba por abandono de cargo— pero aquí estan: levantando la mano, callando la censura de ministros, cobrando la cuota. El plan de diciembre de 2024, ese que prometía expulsar a la inquilina de Palacio, solo fue gasolina para encender la rabia popular y darle aire a la misma farsa.
En medio de este circo, conviene desempolvar un cadáver legislativo: aquel dictamen de abril de 2022, parido por un fujimorista Hernando Guerra, ya difunto o el dictamen 4030/2022 del congresista Espinoza Vargas, Jhaec Darwin, que prohibía reciclar ministros censurados en otras carteras. Nunca lo votaron. No les convenía. ¿Por qué? Porque sin fichas intercambiables se les acaba el negocio. Nos hubieran ahorrado la presencia de Leslie Urteaga, censurada por su labor en el Ministerio de Cultura, y salvada de ser nuevamente censurada en el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social a pesar de la contaminación en los alimentos del programa Wasimikuna y la hospitalización de cientos de estudiantes en Piura y Amazonas. La mayoría en el Congreso solo interpela para la foto y para alimentar sus redes sociales con intervenciones chabacanas y sin argumento.
¿Qué queda de estas interpelaciones? Una verdad desnuda: nadie quiere censurar a nadie porque todos están cobrando su tajada. La democracia hipotecada, la justicia manoseada, la gente ignorada.
Hay que mirar bien esos asientos vacíos: ahí se sientan todos los favores no dichos, las cuotas prometidas, los silencios comprados. Y mientras tanto, el Perú se desangra entre prostíbulos mineros de menores de edad en la Amazonía, leyes engavetadas y discursos que huelen a podrido desde el pasillo hasta el estrado.
Mañana es el día del padre y la madre de los peruanos aún no nos ha puesto padrastro, aunque algunos creen que el padre es el hombre de los chistes semanales, el de «plata como cancha».