Escucho pasmado a periodistas que considero inteligentes soltar frases como estas: “No es conveniente cambiar al ministro de Salud en las actuales circunstancias” o “Si el ministro de Salud se disculpa con los médicos podrían seguir juntos porque no es oportuno hacer un cambio” y hasta le proponen “hacer una autocrítica para poder seguir en el cargo” ¿En qué momento perdieron la capacidad de evaluar hechos? ¿En qué instante dejaron de analizar situaciones en lugar de repetir clichés? ¿Acaso no tienen familiares que pueden ser víctimas de la ineptitud? ¿Cómo se puede ser contemplativo y admitir que siga siendo autoridad un sujeto que abandona médicos al borde de la muerte y lo admite y lo justifica?
Precisamente por la gravedad de esta coyuntura, el retiro del ministro Zamora es impostergable para evitar que siga causando más daño con sus diversas decisiones equivocadas y sus constantes mentiras —¿acaso no reportó menos muertos de los que realmente existen?—. ¿Cómo se puede pensar que con disculpas o autocríticas el ministro Zamora va a volverse de pronto capaz? ¿Creen que su ausencia de sensibilidad lo va a convertir en un hombre que respete la vida de médicos o de cualquier ciudadano? Allí están los hechos. Puede abandonar médicos en peligro de muerte pero también decide que la población use obligatoriamente guantes y 24 horas después, con la misma cara inexpresiva, sostiene que se ha dado cuenta de que los guantes no deben usarse porque transmiten el coronavirus. ¡Y es el ministro de Salud¡
Nadie repara en un detalle inaceptable: el ministro Zamora no toma decisiones de salud pública; toma decisiones políticas. Es un hombre de izquierda con una agenda que comparte con el primer ministro Zeballos. Una muestra es el nombramiento de su amigo Juan Arroyo Laguna como jefe de gabinete de asesores del ministerio de Salud. ¿Quién es Arroyo? ¿Un experto en salud pública? ¿Un experto en manejo de situaciones de crisis? ¿un experto epidemiólogo? NO. Es un sociólogo. Sí, usted ha leído bien: un sociólogo que, además, ha convocado como asesores, con la venia de Zamora, a cuarenta “especialistas de las Ciencias Sociales” allí donde tendrían que haber médicos y expertos en la materia. Algo más. El sociólogo Arroyo Laguna fue viceministro de Salud en el año 2017 y duró en el cargo menos de tres meses por su incapacidad en asuntos de salud.
Es por este sesgo político-sociológico que Zamora, desde el inicio de su gestión, con inmensa irresponsabilidad, no quiso tomar en cuenta la opinión de los especialistas, de los médicos, de los epidemiólogos y entró en conflicto con el Colegio Médico. ¿No recuerdan que cuando empezaron a salir en televisión críticas de especialistas como el Dr. Ciro Maguiña, recién los convocó, no por convicción sino por razones de imagen, y siguió insistiendo en no admitir sus consejos? Basta revisar las noticias.
Y ya no hagamos referencia a sus campañas de auto-publicidad y a su operador encargado de difundir agravios contra quienes cuestionan a Zamora. Polítiquería infame cuando la vida y la salud de los peruanos está en juego.
Así andamos. Los ciudadanos con mascarillas y los encargados de las noticias y los análisis con una venda en los ojos. Es grave. Y esa gravedad la resume con su habitual precisión el escritor y periodista español Arturo Pérez-Reverte: “El problema no es que alguien con poder sobre vidas y economías mienta. Todos lo hacen, tarde o temprano. El problema, grave, es cuando a demasiada gente no le importa en absoluto que les mientan”.