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Insignificance, de Nicolas Roeg (1985)

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(Contiene spoilers: información concreta sobre la película)

Uno, en especial, en los primeros minutos, se pregunta por qué Roeg haría una película así. Es una de esas películas que hace que, mientras la miras, puedas pensar al mismo tiempo en otras cosas; entre ellas, qué hago viendo esta película. Al menos en los primeros minutos. Un momento bonito, sin embargo, y será un giro: la inefable Marilyn de noche dentro del taxi con unos globos que apachurra y luego -típico montaje o inserto en Roeg que es un flashback- viene la imagen de cómo sus compañeras de cuarto le arranchan el reloj cuando niña.

Entonces, entre la imagen de un globo blanco, niñas en modo bullying y un reloj que se precipita resueltamente en la negrura, la ecuación de planos es perfecta, y da como lógico resultado algo divertido que puede ser genial y estúpido a la vez: Monroe meets Einstein. Y ya.

Porque, si Marilyn es La Belleza, Dios, El Eterno Femenino o lo que sea que se te ocurra… mientras Einstein es La Verdad o La Inteligencia o La Conciencia del Universo, de todas maneras tenían que encontrarse, o no era mala idea que lo hicieran, lo que fuera que pasara a partir de eso.

Secuencia, y lo digo en serio, emocionante: Marilyn explicándole a Albert la teoría de la relatividad; sin duda uno de los momentos más intelectuales y más juguetones a la vez. Y créalo o no, surge un sentimiento cósmico, ¡de verdad! y sí: dicho sentimiento cósmico se conecta con el comienzo de una película en muchos puntos muy diferente: Werckmeister Harmonies, de Béla Tarr. Ahí son borrachos imitando la danza de los planetas, con un sombrío y luminoso blanco y negro; aquí la colorida fantasía farsesca hace de las suyas no se sabe bien para qué, o tal vez sí: es una celebración del placer del juego, y la premisa loca daba para más no solo por tratarse del símbolo sexual y el símbolo mental con grandes posibilidades de dormir en la misma cama…

Luego están el sublime cherokee en el ascensor y el patético marido de la deliciosa mujer y el senador fachista, tan Tony Curtis y tan gringo él.  De semejante algarabía sacas en claro sobre todo una cosa: qué ganas de divertirse tenía Roeg. Hasta ahora no sé si vi una película significativa o insignificante… Pero como sabemos todo depende de la posición del observador… 

*Película proyectada en el Festival Insólito.

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