Opinión

India song, de Marguerite Duras (1975)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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La superficie es la primera capa del abismo… El juego, sublime (debo decir: experimento, de necesidad absoluta) de sonidos, música, imagen, voces, cantos, gritos, alaridos ¿adónde va? No sé si sea posible responder. A mí me produce fascinación esa (aunque para algunos no lo sea) ‘unidad de lo múltiple’ donde lo cotidiano y el misterio parecen la misma cosa (y creo que lo son, la película permite apreciarlos así, eso la hace paradójicamente ‘más natural’, pues lo que sentimos como artificial no es para nada gratuito), esa multiplicidad de tiempos y espacios compactados o estirados cruzándose y tensándose y entretejiéndose conviviendo como una alucinante escritura en/sobre la propia imagen. La disyunción de lo que vemos y oímos es fundamental. Es la película misma.

¿En dónde estoy? ¿A quiénes veo, qué hacen, quiénes son? Preguntas que pueden ser respondidas, sin duda, pero que no agotan ni explican ni lo alucinante ni la fascinación. Admiro esa conversión de la pérdida en, una discutible y problemática, pero, en fin, unidad, esa interacción (¿se acuerdan de Robe-Grillet, se acuerdan de Resnais, de Egoyan?) de fragmentos de memorias como un elegante frankenstein con piezas ensambladas de distintos mundos, que nos componen a todos, porque no es solo la estructura de una película lo que estamos viendo… ¿En algún momento creyeron eso? Este es ‘el más allá’ adonde iba la película.

A la luz del no-entendimiento (condición para entender) o de la ocultación relativa del juego estructural, la evidencia sensorial, es decir, la mostración concreta de un mundo determinado y ambiguo, se impone. Se trata de sentir, de no oponer resistencia, hay que ‘dejarse llevar’. O me dirás que antes que la narración no estaba primero la sensación. ¿Y si narro partiendo de la sensación? ¿Y si la sensación es justamente la materia a narrar? Sentir antes que entender, sentir para entender.  Más de uno podría pensar que es una película muy intelectual pero su punto de partida y su hilo conductor es todo lo contrario, un puro sentimiento que se despliega, eso sí, con un cierto grado de complejidad. En una película, a la vez, tan muda, tan musical, y tan profusamente hablada.

¿Cuántas voces hay en tu cabeza, las reconoces, sabes de dónde provienen, si son realmente tuyas, y qué te dicen? ¿Las puedes escuchar?

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