Libertad bajo Palabra / Percy Vilchez Salvatierra

Imperio y dominio de José Santos Chocano

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“Hay un tropel de potros sobre la pampa inmensa … / ¿Es Pan que se incorpora? No: es un hombre que piensa / Y es un hombre que tiene una lira en la mano: / él viene del Azul, del Sol, del Océano. / Trae encendida en vida su palabra potente; / y concreta el decir de todo un continente…” Fragmento del Preludio de “Alma América” de José Santos Chocano por Rubén Darío, trato de reyes.

Se puede estar en contra del poder o con el poder. No importa lo que elijas, siempre y cuando seas entero y cabal.

Chocano, asesinado el 13 de diciembre de 1934, cumplió con creces esta premisa y eso, más que el asesinato de Elmore, es lo que no se le perdona.

Tampoco se le perdona, desde la torcida óptica del miserable correctismo político en boga y patrimonio común de la “intelectualidad” peruana desde el primer momento, solicita, además, en complacer los excesos antidemocráticos y las violaciones a los Derechos Humanos siempre y cuando provengan de las tiranías que adoran como la cubana, la venezolana y ojalá fuera pertinente añadir a la soviética estalinista, pero a ella, sin duda, la temen y la rechazan o, por lo menos, no se atreven a exponer su adicción en público. Y ya ni hablemos de los coqueteos diversos con el MRTA o Sendero Luminoso (No todo derechista es un fascista y no todo izquierdista es un terrorista, pero aquí y allá hay de todo, gente de paz y gente de violencia. Saber distinguir quién es quién es un ejercicio de sabiduría).

A contracorriente de todos ellos, Chocano siempre fue bastante vistoso respecto de sus ambiciones y su defensa de regímenes dictatoriales. No olvidemos que además de turbulento poeta era un articulista prolífico y un terrible polemista. Es decir que siempre fue coherente y sostuvo sus ideas con valentía y con pasión. Podemos disentir de sus contenidos, pero no de su derecho a exhibirlas ni del modo franco y bravío con que hizo la defensa de todas ellas.

Habría que ponernos en el tiempo de aquel y evaluar las posibilidades de su contexto político y la añoranza que aun persiste pues nunca el Perú llegó a vertebrar un sistema de gobierno fuerte pese a todas las dictaduras que ha padecido desde su fundación. El mismo precepto nos debe servir para juzgar su poesía, bastante desarrollada para los elementos que tenía a disposición su época y mucho más interesante de lo que suponen los ignaros que lo reducen a ser un mero declamador sonoro.

Tampoco se le perdona el haber sido soberbio y talentoso pues un país de gente en gran parte sumisa e idiotizada por gobiernos que viven de espaldas a las necesidades de la población, los grupos de poder, la prensa servil al mejor postor y sus propios complejos y resentimientos, como es el Perú, no se puede admirar al que sobresale del promedio.

La envidia se encarna así en cualquiera que cree poder responder con insolencia solo porque así se lo han hecho creer los igualitaristas y las redes sociales.

Cual lecho de Procusto, nuestro país, intentará siempre destruir a los que exceden el marco mediocre del promedio y hay que ser muy fuerte para hacer frente a esa condición atávica de la población peruana.

Chocano ha sido la prueba doliente más concreta de todo este vil proceso y lamentablemente no tuvo la fortaleza para superar la oscura circunstancia y tribulación que el destino puso frente a sus manos.

En todo caso, a mí nunca deja de conmoverme e indignarme el silenciamiento y ocultamiento de su grandeza artística y de sus ansias personales por ser siempre mucho más de lo que la realidad le había conferido ser, es decir, poeta por antonomasia en este gesto absoluto.

En este sentido, me pregunto si entre los que niegan a Chocano hay uno solo que sea superior al maestro equivoco que fue el Cantor de América. Mi conocimiento de la poesía peruana me hace rechazar este punto crítico.

Viven equivocados, por tanto, los que creen que en doscientos años se han dado cumbres más altas que las del poeta que motiva estas líneas. Y, aun admitiendo que en su obra poética completa hay muchas caídas y pompas vacuas, en sus mejores momentos, es un poeta tremendo tanto en el plano épico, tan dejado de lado en nuestra tradición poética, tan llena de estilistas, dada la natural debilidad del peruano promedio, como en el ámbito lírico donde nos ofreció multitud de notables poemas como “La Magnolia”, “Nostalgia” o “Serenamente”.

Bravo destino el de Chocano, tuvo la desgracia de incidir en una acción indefendible ante Elmore (a quien debió retar a duelo y hacer lo que correspondía en el término del día siguiente, maldita soberbia), pero eso no es suficiente para negar su arte y su vida extraordinaria, digna de Aladino como casualmente tituló Luis Alberto Sánchez a la brillante biografía que dedicó al autor de “Oro de Indias”.

Fue tan apreciado en vida como vituperado luego de su desgracia. Debió habérsele asistido y no aislado como sucedió. Cabe mencionar la hidalguía de sus amigos Andrés Aramburú y Clemente Palma, otro fiero y controvertido escritor tan nuestro que casi no parece peruano. Ambos, según Luis Alberto Sánchez, fueron los únicos que siguieron publicando los escritos suyos en el país tanto en “Mundial” como en “Variedades”, revistas que dirigían correspondientemente.

Considero que la mayor muestra de sincretismo acerca de la identidad nacional desde la literatura no nos la ofrece Arguedas ni Vallejo sino la poesía de Chocano (y no solo por “Blasón” sino por la totalidad de la propuesta y, sobre todo, “La epopeya del Morro”).

El problema es que la gran ceguera peruana tanto en poesía como en política evita aceptar esa mescolanza genuinamente extraordinaria y por ello se limita al canto dolido de personajes cuyos prospectos no conducen a ninguna parte excepto la conmiseración.

La propuesta de Chocano trató de ser omnicomprensiva, pues quiso integrar todos los estilos y todas las posibilidades que tenía la poesía hasta ese momento. Lo logró en gran parte y ese es un triunfo personal tremendo e innegable. La apuesta arriesgada y amplísima que nuestro poeta prodigó en su poesía, debería ser emulada por los poetas del presente y del futuro.

Tal es así que la belleza bravía de la obra chocanesca, aunque no está exenta de ribetes de mal gusto, resulta mucho más valiosa que las propuestas de decenas de versificadores supuestamente canónicos, aburridos y sin ninguna gracia.

Debemos ser más honestos, desprejuiciados y enteros y, en consecuencia, debemos defender el legado del gran poeta, imperfecto como todos y víctima de una inconmensurable soberbia como pocos, pero dueño de su verbo y de su oficio como ningún otro.

El Perú está en deuda con Chocano. Demos satisfacción al cantor y a su memoria.

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