Si yo digo que apoyo el aborto voy a ser linchado por grupos religiosos que apoyan La marcha por la vida y que anhelan con ello acabar el asesinato de una vida inocente. Me van a atacar, me van a tildar de asesino, de no tener corazón. Van a buscar en mi biografía porque de repente tengo en mi haber algunos abortos ocasionados a alguna mujer también inocente. Van a inmiscuirse en mi vida religiosa y van a poner en duda mis creencias porque alguien que no está a favor de lo que Cipriani ordena, es el mismo diablo. Porque eso de darle la oportunidad para que una mujer tome la decisión de qué hacer en caso ser violada, abusada, manipulada, eso es extremo, es impensable. Voy a ser un hereje total.
Si yo digo que apoyo la pena de muerte me van a catalogar como un violador de los Derechos Humanos. Van a decir que no respeto la vida de los demás, qué importa si son asesinos, marcas, pedófilos, violadores, y tantos más etcéteras. Me van a decir que soy tan asesino como ellos, y que no podemos pagar el mal con más mal. Que eso contamina mi mente y mi alma, que soy un rencoroso y una amenaza para la sociedad. Que no tengo el mínimo respeto por la vida humana. Al final de cuentas, el peligroso terminaré siendo yo por tener esas ideas tan alejadas de la justicia, de la vida, de nuestra propia realidad.
Si digo que apoyo la legalización de las drogas van a decir que soy un fumón. Dudarán de mis estados anímicos y van a alejarse de mí. Algunos tendrán tolerancia porque debo haberme metido en las drogas por algún problema personal. Van a cuestionar mi físico porque las drogas afectan, deterioran, hunden a los que la consumen y, por cierto, genera todos los conflictos sociales. Me van a señalar y se van a apartar. Y si digo que nunca las consumí, me van a hacer un examen para descartar eso, y si acaso se descartara van a decir que hay fraude. Seré un fumón y no habrá vuelta que darle.
Si yo digo que estoy en contra del gobierno me van a decir que soy un peligro para la estabilidad del país, del Estado, de nuestro gobierno democrático. Me van a tildar de revolucionario. Maduro me va a buscar, me va a encarar y va a despotricar todo lo que se le antoje. Mi rostro va aparecer en los diarios alcahuetes del gobierno tildándome de peligro social, de ser un maldito izquierdista radical, de pregonar la rebelión y de generar inestabilidad social. Van a acusarme de ser yo el culpable de si algo le pasa a algún funcionario público, de ser un terrorista, un simple y llano enfermo por la política, por aquel poder que no alcancé ni podré alcanzar jamás.
Si yo digo que apoyo la unión civil homosexual me van a decir que formo parte de esas “minorías”, que voy en contra de la naturaleza humana, en fin, que soy un degenerado. Van a hacer un perfil psicológico desde mi infancia, incluyendo mis padres y todo mi árbol genealógico, y seguramente van a encontrar estados putrefactos en mi conciencia. Imaginarán un intento de violación en mi infancia, un exceso de pornografía o un despertar sexual precoz, y relacionarán eso con mi forma de pensar actual, porque solo un niño traumado crece con la mente jodida y piensa en su adultez que hombre-hombre y mujer-mujer pueden unirse en unión civil. Van a decir que estoy sucio, maldito, marchito. En fin, van a decir que soy un reverendo maricón.
Si digo que mi país está jodido social, económica y políticamente, y que reniego con eso y me quisiera largar, me van a recordar todos los calificativos anteriores: hereje, asesino, fumón, terrorista y maricón. Me van a decir que no soy peruano, que soy un cobarde, un renegado social y un completo infeliz. Si acaso decir abiertamente lo que cualquiera pueda pensar, opinar, o pregonar es recibir siempre un calificativo, los jodidos no somos nosotros, son ellos, aquellos que exhiben siempre su imaginación transgredida.