Está siendo una semana extraña. Lo esperaba, aunque solo en parte, mientras escribía la columna sobre Mistura (La agonía de una gran feria). Sobre todo las censuras y los descalificativos tan habituales en las redes. Como es costumbre, me han dicho de todo menos bonito. Uno basaba su argumento en que soy pro-chile (sic), otros eran algo más directos y se pronunciaban entre lisuras –me gusta esa palabra y el uso que le damos en Perú, aunque podríamos ampliar algo más su marco- y unos cuantos me negaban el derecho a opinar por haber nacido a nueve mil kilómetros de donde vivo, trabajo y asumo mis compromisos vitales.
Lo esperaba y estoy acostumbrado a leerlo. No tanto a escucharlo y mucho menos en un programa de radio que respeto, y menos aún en boca de un profesional al que siempre he tenido como ejemplar. Pero así son las cosas, Raúl. Te preguntabas quien soy yo para hablar de cosas que solo deberían ser tratadas entre peruanos. La respuesta es fácil, Raúl. Soy periodista, como tú, practico el periodismo de opinión, como tú, y me gusta pensar que soy tan peruano como tú.
Trabajo en Lima desde hace casi diez años y hace seis que decidí vivir aquí. Estoy en Lima por voluntad propia y he asumido desde el primer día un compromiso con la gastronomía peruana y con el país que se mantiene vivo. Mi amiga Doris Bayly, me escribía hace años una frase que me acompaña desde entonces. “te duele el Perú, Ignacio”, me decía entonces. Sí, Raúl, me duele el Perú, como al menos te dolía a ti cuando tu periodismo celebraba la opinión ajena y abría la puerta al debate (un día, hace ya años me sumergí una mañana entre pilas de ejemplares de Caretas y aprendí a respetarte). ¿Lo recuerdas?
Ha sido la nota más triste de este debate que acaba de abrirse y que necesitamos prolongar más allá de las fobias y las filias personales. No somos nosotros, Raúl, sino la cocina peruana. Del resultado del debate resultará que acabe siendo la víctima o la triunfadora. La segunda nota triste es comprobar el respaldo y el eco que ha tenido mi columna. Puede parecer contradictorio, pero no lo es. Sé que Mistura no camina por el mejor camino posible, pero no esperaba que nuestra gran feria hubiera sido capaz de generar tanta decepción y tanto resquemor entre los peruanos. Eso, Raúl, debería preocuparte más que el color de mi pasaporte.
Me hubiera gustado poder abrir mi blog –La cocina Imaginada- para colgar este texto y ofrecer un marco estable al debate, pero mi web personal –ignaciomedina.net- sufre desde ayer ataques informáticos masivos que la tienen bloqueada. Sucedió ayer y vuelve a ocurrir hoy. Como si el bloqueo de una web fuera suficiente para acallar a quienes piensan lo contrario. No es más que una web y sólo contiene los textos que voy publicando desde que trabajo en Perú. El mundo y yo podemos vivir sin ella. ¿La cocina peruana puede vivir, en cambio, sin afrontar los problemas que frenan su crecimiento? Piensa en eso, mi admirado Raúl.