Opinión

Hugo Blanco no debe morir

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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Cuando en 1962, Hugo Blanco fue apresado por liderar un levantamiento de campesinos pobres y sin zapatos, el gobierno de entonces al mando del general Ricardo Pérez Godoy lo condenó a pena de muerte y su movimiento en Chaupimayo y Mesacancha fue reprimido salvajemente a sangre y fuego. Es así que surge la campaña internacional desde Francia y con pronunciamientos de Sartre y Simone de Beauvoir bajo el lema “¡Hugo Blanco ne doit pas mourir!»: ¡Hugo Blanco no debe morir!

Hecho que hizo que la condena a Blanco fuera “rebajada” a 25 años de cárcel en la isla de El Frontón. Luego Velasco lo deportaría a México y de ahí vendría una serie de persecuciones y batallas de este luchador social histórico que lo llevaría incluso a enfrentar infames dictaduras extranjeras como la de Pinochet o la de Videla que lo encarceló y estuvo también a punto de mandarlo al paredón.

Para quienes lo conocimos, en los ochenta, vendiendo café en la avenida Abancay; y pudimos conversar con él, muchos años después, entendimos que Blanco encarnaba al rebelde indoblegable, al obrero de casaca de cuero y al campesino explotado que se da cuenta de que nada cambiará si la distribución de la tierra y de las ganancias no se democratiza. Curiosamente, la Reforma Agraria se daría unos años después de su levantamiento.

Por eso, Blanco que vestía con ropas a lo Cafrune y su sombrero de ala ancha, sabía perfectamente que la resistencia estaba en la tierra y en quienes la trabajan. Su ideología tenía parangón con los ecowarriors y con El Futuro Primitivo de Zerzán o lo que se conoce como Ecosocialismo. Y por eso, sus conferencias en Europa sobre la lucha indígena y la defensa de la naturaleza tuvieron mucha atención ya que se engarzaban con las luchas por el calentamiento global y la reducción del dióxido de carbono de las grandes industrias petrolero-minero extrativistas y maquiladoras.

En un último encuentro que tuve con este valioso personaje de nuestra historia, en las galeras Brasil de Jesús María, me regaló unos libros y un CD de Té Huyro cuyos sindicatos él mismo se encargaba de organizar en el Cuzco. Y quedamos en vernos pronto.

Descanse en paz, maestro, tayta, Hugucha, Hugo Blanco, porque usted sigue vivo y porque además, HUGO BLANCO NO DEBE MORIR.    

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