El cinismo, la doble moral, la bajeza desatada y la cloaca escritural son los principales componentes de esa ruina humana que se hace llamar «Gustavo Faverón», un mequetrefe acosador de mujeres que defiende, a capa y espada, al sionismo internacional y celebra las bombas que Israel envía a Palestina o que moteja de «terrorista» a una poeta solo porque viajó a un encuentro convocado en Venezuela o de «senderista» a una profesora que visita los penales por motivos académicos; o que gruñe y vocifera a mandíbula batiente solo porque alguien hizo alguna reseña desfavorable al libro de uno de sus amigos.
Y se jacta de ser confidente personal de Nadine Heredia y aliado natural de otro impresentable, pestífero y ramplón seudointelectual llamado «Daniel Salas». Pero como todo cae por su propio peso, hoy día este eructo infrahumano, que estafa en una universidad norteamericana en Maine, tendrá que vérselas con las leyes no solo por enviar frases ofensivas o sugerir urgentes y forzadas relaciones sexuales, sino porque también hay videos donde este potencial violador sale calato ofreciendo sus desgracias personales y pensando que así va a convencer a una mujer de llevarla a la cama.
Quienes conocen a este sujeto saben perfectamente que el video que este sicalíptico filmó para su Cholotube personal ya tiene varios años y que son muchas las mujeres que han hecho la denuncia, y como siempre ocurre en estos casos, la valentía de una ha hecho que otras mujeres también digan lo que tenían que decir con respecto a este homúnculo que ahora, para evitar toda sospecha (o borrar toda evidencia), ha fulminado su página de Facebook y ha pasado a la clandestinidad dizque para proteger a su familia («…El cargamontón de hoy no me está haciendo sufrir a mí sino también a otras personas»).
Pero todo está grabado y en las redes sociales nada se pierde, solo se transforma o queda impreso en piedra, tal y como lo denunció una de sus víctimas, Julieta Vigueras, en junio de este año: «Qué miedo me tiene Gustavo Faverón Patriau… Por qué será????? Tal vez por todas las barbaridades enfermas que me escribe siendo un hombre casado, por los videos que me manda sin ropa, por las fotos triple X que nadie le pide. Cuando haces algo enfrenta tu actuar, tanto le molesta que no le haya hecho caso al mañozón”. Sin embargo, este espécimen antediluviano no se cansa de enviar estupideces sino que invita a almorzar, tomar dizque un chilcano o salir, aunque nadie le responda o le sigan la corriente; o exige literalmente que las mujeres se saquen un selfie con su «novela» Anticuario, «Oooooooooo!!! Síííííííííííí!!», escribe el susodicho.
Lo irónico es que este pajerón (así lo han motejado en El Panfleto) hace poco nomás señalaba, como buen guachimán, a Álamo Pérez Luna de acosador, que lo es, nada más que parafraseando a Sartre (L’enfer c’est les autres»): «El acosador siempre es el otro». Y este otro Faverón tendrá que responder ante sus lectores o ante los jueces aquí y en Estados Unidos, donde no solo el acoso está penado con cárcel, sino que implica quedar fichado de por vida y tendrá que poner una placa en la puerta de su casa.
A ver cómo hace ahora para seguir mintiendo como hizo cuando enviaba insultos y acusaciones a medio mundo con el nombre falso de «Juan Pérez» y el periodista Marco Sifuentes lo descubrió con su dirección IP. O cuando insultaba y hostigaba al psicólogo Ernesto Reaño en plan homofóbico, hecho que también negó en todas las lenguas que le caben en la boca. O las decenas de escritores, narradores, poetas, ensayistas y editores atacados a dentelladas solo porque no le hacían caso o porque no apoyaban sus causas y sus delirios de grandeza que caben en la punta de un alfiler. Ahora pues, Faverón, ahora vas a decir que te hackearon la cuenta y que las fotos te la tomaron los paparazis mientras dormías en cueros en los frías montañas de Maine, en la frontera con Canadá. Bah. O quizás ahora tus amigos y demás adláteres saldrán con sus cartelitos diciendo: «Es acosador pero escribe obras». Y ya es hora de que aprendas a ser hombre o, por lo menos, que lo intentes. No se te pide mucho, solo tienes que dejar de cogerte la entrepierna mientras te miras en el espejo.