Desde la paradoja, o casi -real y aparente- y la calculada ‘naturalidad’ del registro (porque la naturalidad es otra pose, otro artificio, otro dispositivo, otro método, otro mecanismo, otro ‘hábito’ muy estudiado ¿o no?) que es o que se quiere documental, que se hace o que da la impresión de que ‘se hace’ mientras se graba, ‘sin intermediación’, o con un grado de manipulación mínimo, aunque el director – protagonista – hilo conductor – narrador (o mejor diré ‘contador’) en efecto se dirija – nos dirija, hacia lo supuestamente ominoso… Que será, también, lo que no se ve, lo que no se puede ver, lo que nunca se verá.
Es el campo de juego del metraje encontrado (o eso es lo que tenemos que creer o jugar a creer) que funcionaría como indicio, evidencia o materia probatoria. Y narrativamente, claro, como creación de intriga. Y esto ¿adónde nos lleva? ¿Más allá del puro ejercicio?
Hay una notoria, y notable economía de medios, en la grabación realizada por la cámara de un celular, en su naturaleza o modo, digamos amateur, casual, casero, ante lo impredecible. Que se va desplegando, inadvertidamente, ante nuestros ojos (o ante los ojos de la mente). Aunque se editorializa un poco y se subrayan advertencias. ‘El decir que algo va a pasar para que algo pase’. Reportero de sí, de su micro aventura, o de su intuida desventura, de su inocente peripecia, que se irá complicando, así, ‘de la nada’, como si nada. Y como corolario de esta economía se nos niega la imagen trágica, siniestra.
La línea que seguimos puede ser resumida o enunciada muy fácilmente. Una pareja de turistas se pierde sin más, se acumulan sospechas, la zona por la que andan, un gran parque, calles, están insólitamente vacías, o vaciadas. Un poco de aislamiento los saca de sus casillas. Y así se intenta colar lo ominoso, lo cotidiano sin maquiilaje…
Película:
https://www.youtube.com/watch?v=TR4_6iqcGfA&t=7s&ab_channel=CRP