Hernán Migoya, es un escritor español, guionista de comic, y cineasta, en el 2003 ingresó en la literatura por la puerta del escándalo con su libro “Todas putas”. En la actualidad vive en Lima, y recuerda que un peruano lo salvó. En esta entrevista Migoya posó desnudo para Lima Gris y se despojó de todos sus miedos y prejuicios.
Empezaste mal, apaga esa mierda, prefiero la música de mis cojones, nunca me ha gustado el rock argentino, parece que cantan como unos gays no sé, mal afectados, repugnante. Ya tienes un callejón sin salida, a ver sigue, quiero ver como sales de esta…
¿Por qué eres tan provocador?
Porque una persona solo es auténtica cuando las pones en situaciones límite. Normalmente tenemos un discurso aprendido entonces para aprender tiro piedritas para ver cómo reacciona esa persona y si esa persona reacciona siguiendo su verdadera naturaleza puedo ver si es un falsario o si es que verdaderamente tiene algo que aportar interesante si no tiene sustancia simplemente me voy.
¿No eres complaciente?
Solo en la cama.
¿Esa provocación, esa actitud de poner a alguien en una situación límite, es aprendida o es pura pose?
Es heredado de mi padre. Mi padre es un señor que pone mucha distancia al principio, cuando recién te conoce te lanza sondas de estas, y si esta persona es interesante, él sabe captarlas y entonces lanza réplicas, para ver su reacción. Es una manera de saber el color real de una persona.
Una forma bien bizarra para conocer a alguien ¿no te parece?
Pero funciona, yo muchas veces defiendo pensamientos que no son los míos solo para ver cómo reacciona la otra persona, para ver si realmente defiende lo que dice o que solo dice para trepar o quedar bien. Yo no tengo opiniones realmente muy arraigadas no tomo partido nunca interiormente por casi nada. Aunque de hecho, mi madre me ha educado de una manera conservadora, por eso que en el fondo soy muy conservador y respetuoso.
Y entonces ¿por qué el titular de tu primer libro de relatos se llama TODAS PUTAS?
Es irónico, para mí es un grito de individualismo, creo en el fondo. Porque me pareció una forma bonita de divinizar a la mujer, con todo lo reaccionario que eso pueda sonar. No sé porque se me ocurrió este título, quizás porque me gustaba mucho la sonoridad y porque me hacía acordar a un libro que había leído alguna vez “Todos muertos”, y en buena cuenta, porque me gusta la palabra puta, como símbolo, símbolo de rebeldía, yo me rebelo de lo que me obliga el estatus, un grito de rebeldía del que te obliga a pertenecer el género femenino. No lo utilizas como un término peyorativo entonces…
En lo absoluto, para mí la palabra puta es seducción. Si el poder seducir implica ser una puta, implica algo negativo, que para mí no lo es, ole pues TODAS PUTAS, porque yo estaba completamente subyugado al poder de seducción de todas las mujeres, no entendía como se podía plantear que el hombre y la mujer fueran iguales orgánicamente. Entonces es imposible desde el momento que un hombre puede ser manipulado absolutamente por una cierta manera de comportarse femenina no puedes plantear una igualdad de seres. Porque para mí la esencia de la femineidad es su esencia de seducción que es lo que a mí me subyuga.
Por lo que pude leer la publicación de tu libro genero una gran controversia en España, ¿no?
Fue literalmente una cacería de brujas contra mi editora (editorial El Cobre) y contra mí, pero básicamente le jodieron la vida a esta editora. Una mujer que fue la gran perjudicada, porque tuvo que renunciar a su cargo por esto al Instituto de la Mujer, y nunca más pudo hacer carrera política. Ella fue fundadora de un partido político en España pero nunca más la dejaron salir a la luz.
Fue una época difícil para ti…
Un mes de vapuleos, gente que me entrevistaba y luego, te juzgaba, por eso me he quedado tan paranoico con las entrevistas, te añadían cosas y te dejaban como una mierda. Básicamente me intentaban humillar todo el rato, por la radio me llamaban violador, que tenía que estar en la cárcel, cosas muy jodidas.
Y entonces un escritor peruano te salvó…
Así es. Recuerdo perfectamente el día que salió el artículo de Mario Vargas Llosa, yo estaba andando solo en la Calle Travesero de Gracia en Barcelona, y compre EL PAÍS, un amigo mío me dijo que compre el diario porque me iba a sorprender. Nada, entonces lo compre y me senté solo en el paseo de San Juan, en una rambla que hay allí, lo leí y me puse a llorar, porque hasta ese momento había recibido puro golpe.
(Lee la entrevista completa en la revista Lima Gris N° 7)