Opinión

Hemingway y Cabo Blanco

Lee la columna de Raúl Villavicencio

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Por Raúl Villavicencio

Su llegada al Perú fue tan reservada que pocos conocían que el escritor estadounidense Ernest Hemingway se encontraba en el norte de nuestro país, precisamente en la playa de Cabo Blanco, en Piura, para hospedarse por unos días en el exclusivo Fishing Club. Poco más de 30 días estuvo el ganador del Pulitzer y el Nobel de Literatura, quien justamente la obtuviera dos años atrás, en 1954.

El autor de ‘El Viejo y el Mar’ se hospedó en la habitación número 3 junto a su esposa, quien lo había acompañado para que el cincuentón escritor revise in situ la filmación de su libro que era llevado en ese momento a la pantalla gigante.

Amante de la cacería, los buenos licores y la vida desenfrenada, Hemingway solía pedirse tres Pisco Sour en las mañanas, como para empezar bien el día, mientras agitaba la serenidad del club con los gemidos de su esposa Mary Welsh. La sinfonía de placer solamente se interrumpía cuando el novelista abría la puerta para pedirle a Pablo Córdoba, el barman del lugar, que le vaya preparando otra ronda.

Con la camisa abierta y en sandalias miraba con su binocular a lo lejos la aparición de alguna silueta del merlín negro, aquel pez imponente que era su obsesión y que estaba empeñado en atraparlo, tal como lo hizo su personaje principal en su aclamada novela. Dejaba lo que estaba haciendo y se iba a la mar en su lancha, acompañado de otros curtidos pescadores.

Cuentan los pocos presentes que acompañaron durante casi un mes al intenso literato, entre ellos algunos pescadores, que Hemingway era hábil con la caña de pescar y sacaba del mar los merlines negros que aleteaban por zafarse del anzuelo traicionero. El equipo de la Warner Brothers, compañía encargada del rodaje de la película, no perdía el tiempo y comenzaba a disparar ráfagas de fotografías.

Ya por la tarde, exhaustos todos, retornaban al Fishing Club para conversar sobre la faena del día, las mujeres, los accidentes o la misma muerte a la que el escritor había rehuido incontables veces. En un español fluido, porque había pasado largos años en Cuba, se acercaba cojeando al bar y tomaba un buen sorbo de whisky puro, para luego acompañarlo con otro sorbo de agua.

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