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Heil Vladimir!

“Estamos listos para vivir bajo nuevas condiciones geopolíticas”. Esta no es una declaración casual. Toda la política de Rusia desde el 31 de diciembre de 1999 ha ido en una dirección: volver hacer grande a Rusia.

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Guerra relámpago, espacio vital,  bombardeo de ciudades, miles escapando en trenes a la frontera, bolsones de tropas y civiles atrapados. Esto no es Polonia en 1939. Esto es Ucrania ahora en 2022. Porque como dice el meme: Tú no visitas a Rusia, Rusia te visita a ti. Solo que esto no es un meme.

A diferencia de otras guerras e invasiones como Kosovo (1999), Irak (2003), Libia (2010), Siria (2011 a la actualidad) y un largo etcétera; esta es la primera guerra a gran escala en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. No es para menos, Ucrania es el segundo país más grande de Europa después de la misma Rusia y las consecuencias geopolíticas son de proporciones cada vez más alarmantes. Además hay un hecho que no deja de ser crucial, Ucrania está en Europa, el continente con el metro cuadrado más caro en Historia, y por tanto en sangre, de todo el mundo.  Y no hay que olvidar que todas las guerras empezaron en Europa Oriental.

Putin: una vocación imperial

Llamado Putler en las redes, la política exterior de Putin llevada a cabo desde el 24 de febrero solo parece confirmar la percepción imperial que se tiene de él en la comunidad internacional. Pero para comprender sus motivos habría que comprender sus motivaciones. Hace 5 años Putin declaraba en un aniversario de la anexión de Crimea: “Estamos listos para vivir bajo nuevas condiciones geopolíticas”. Esta no es una declaración casual. Toda la política de Rusia desde el 31 de diciembre de 1999 ha ido en una dirección: volver hacer grande a Rusia. La expansión de la OTAN en los países de Europa Oriental, Polonia, Hungría, los países del Báltico, etc., Y ahora la amenaza, fundada o infundada, del acercamiento de Ucrania a la alianza militar liderado por EE.UU., puso en jaque la seguridad nacional rusa. El ingreso de Ucrania a la OTAN era percibida por el Kremlin como una amenaza real. Nada aseguraba que se instalarán en territorio ucraniano escudos antimisiles o material ofensivo con alcance a toda la Rusia europea (dónde vive casi el 80% de la población de todo el país). Esa política expansiva poco amistosa de la OTAN ha sido una amenaza para su seguridad nacional desde el colapso del imperio soviético, pero también se debió a la miopía de Occidente de infravalorar  la respuesta rusa. Ahora vemos las consecuencias. Con Trump hubo una política, sino amistosa, si de acercamiento, una política de apaciguamiento y contención como la de Chamberlain con Hitler en los años 30. Ahora casi cien años después el escenario se repite.

Hitler y Putin se parecen más de lo que se puede imaginar la mayoría. Ambos vieron en el fin de los imperios precedentes de sus naciones (el Imperio Alemán del Kaiser en 1918 y la disolución de la URSS en 1991) como catástrofes, pero también la política de los vencedores como humillaciones a la dignidad de sus pueblos. Así como después del tratado de Versalles quedaron millones de germano parlantes fuera de las fronteras de Alemania, así también cerca a 20 millones de rusos quedaron fuera de Rusia después del 25 de diciembre de 1991. El trato a estos “compatriotas”, minorías en esas nuevas repúblicas ha Sido por lo general la de una situación de ciudadanos de segunda clase. De ahí que Putin reclame en su política exterior una cuestión de espacio vital, no en esas palabras, pero se entiende que es la misma política en el fondo: la defensa de una zona de influencia en la que no haya injerencias de otras potencias. Por otra parte se han desarrollado políticas agresivas que incentivan el patriotismo. Una muestra que gráfica en el caso ruso una política cultural militarista, expansionista e imperial es el documental del español Ricardo Marquina, Rusia, revolución conservadora.

En este documental se relata el viraje ideológico ruso bajo la egida de Vladimir Putin, el cual nada tiene que ver con el socialismo, salvó la exaltación de las glorias militares soviéticas. La Rusia de Putin es una Rusia nacionalista, ultra conservadora y que tiene una buena relación con la ultraderecha europea, como es el caso de la Hungría de Orban o el Frente Nacional de Le Pen.  No hay que olvidar también que Rusia no es un país es un imperio. Su extensión, la heterogeneidad de pueblos que contiene y ahora más que nunca su política exterior confirman la naturaleza de la nación más grande del mundo. Pero hay otro elemento, Rusia tiene vocación de grandeza y su historia está marcada por la guerra.

Tú eliges cómo ver la guerra

Ahora nosotros, espectadores pasivos, hipócritas hermanos del mal ajeno. ¿Qué vela pintamos en este entierro que podría ser mañana la paz de nuestros cementerios? Solo la del voyeur pegado al celular.

El medio es el mensaje. La guerra es distinta según el medio en que se vea. En Twich, un game llamado bobuubi, reacciona llorando como un niño cuando estalla una bomba, es el inicio de la invasión, desde entonces, al parecer, está  como desaparecido de las redes. En Tiktok vemos la guerra más limpia: blindados ardiendo, gente protestando o enlistandose a la guerra, la crisis de los evacuados, y a lo mucho veremos un helicóptero ruso a lo lejos derribado por un misil. En resumen una guerra más limpia que ropa lavada con Ariel.

En los story de Instagram de cuentas de ucranianos, se puede avizorar algo más siniestro. Jóvenes soldados rusos de 19 años, con los ojos vendados con celofán, como una escena de Tarantino antes de que voltee la cámara para que no veamos. En 4chan, un foro de internet explícito se puede ver la guerra como género snuff. He visto perros asesinados en un coche, posiblemente de ucranianos que escapaban de una ciudad, un soldado ruso, casi un niño al que han capturado los ucranianos y al que obligan a sentarse una y otra vez sobre un consolador mientras se ríen de él. La guerra es horrible, y cosas peores están pasando. Ahora mismo están pasando. Más tarde, quien tenga estómago las verá en 4chan. Los más inocentes se conformarán con los informativos de las 10pm.

Paz. ¿Qué paz?

La youtuber española Fortunata y Jacinta críticamente en un vídeo reciente de qué hablamos cuando hablamos de paz: “La paz política lejos de ser la negación de la guerra no es sino su resultado, como señala Aristóteles en La política.  El pacifismo pasa por alto que toda paz no es sino el orden impuesto de los vencedores después de una guerra previa. Y que todo conato de una nueva guerra no es sino el intento de imponer una nueva paz.”

Pero las bombas siguen y no se detienen entretanto.

Dinará Kasko era una chica normal que subía fotos de sus postres en su Instagram, como nuestra Sandra Plevisani. En 72 horas su vida cambio para siempre: “Hoy me desperté con explosiones. Rusia ha declarado la guerra. Es muy difícil respirar cuando te tiemblan las gafas, cuando no entiendes que es lo siguiente que pasa. Amo Ucrania. Vivo aquí y aquí hice mis planes. ¡Estoy en casa! Lloro con todos los ucranianos (…) Mientras permaneces en silencio hoy, mañana nos dispararán más. Sal, no te quedes callado ¡Haz algo! Sus tanques están a 40km de mi casa y tengo miedo. Pero no quiero morir bajo el fuego de vecinos que me son simpáticos. A quien no le guste estas palabras cancele su suscripción, borrate o únete a nosotros bajo las explosiones. Tal vez podamos pensar en algo. O tal vez un tanque golpee contra nuestra casa y no nos importará ya nada más. Venga, todos son bienvenidos a Ucrania”.

Joe Biden y Vladimir Putin.

Incluso gente de países que no son actores (todavía) ya empiezan a manifestar una preocupación cada vez más fundada. Hace unos días Rusia amenazaba a Suecia y a Finlandia con “graves consecuencias político y militares” ante la condena de estos países a la invasión de Ucrania. Hace dos días cazas rusos sobrevolaron espacio aéreo sueco. Kukka María Ahokas es escritora y periodista, desde su muro en Facebook posteó ayer: “Hace 2 semanas llegué a Finlandia y resultó una mala idea. Fui a ver los ponis para evitar pensar que tenemos 1.300 kilómetros de frontera con Rusia. Una parte de mi familia es de Carelia, el territorio que Rusia nos quitó en la Segunda Guerra Mundial. Las pastillas de yodo se han agotado en las farmacias. Ese fármaco ayuda a evitar que la tiroides absorba el yodo radiactivo. Es porque ahora, las tropas rusas controlan la planta nuclear de Chernobyl. Para nosotros esto suena mal porque la vez pasada – en 1986 – la nube radioactiva nos cayó encima. Finlandia no pertenece a la Otan pero tiene el servicio militar obligatorio para todos los hombres. Mis familiares aún no han recibido cartas de invitación de las Fuerzas Armadas pero el ejército sí está entrenando durito. Nuestro gobierno ya envió armas a Ucrania, lo que no le gusta a Putin. Lima ya me parece una ciudad segura.” Honestamente sus palabras son más memorables que las ridículas del tuberculoso de Kafka de irse a la playa el día que estalló la primera guerra mundial.

Mientras una periodista declaraba a RTVE: “Eso de no se va atrever, no va ser capaz. Con Putin ni funciona.” Hay motivos para el miedo, pero aún hay esperanza. Todavía se puede creer en el mañana mientras no nos quiten el día de hoy. Está no es una guerra como otras, es una alarma. Esperemos que solo una alarma. Mañana quien sabe. Quizá mañana sea diferente. Es tiempo de Cuaresma, tiempo de preparación y de espera. Esperemos entonces, que sobre todas las sombras cabalga siempre el Sol.

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