Política

¿Hay qué cambiar la Constitución?

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Por Tino Santander

NO. Porque, eso podría llevar al país a una guerra civil y eso busca la derecha para mantener sus privilegios. Ellos, quieren el caos, la desconfianza empresarial, el aislamiento político e imponer un régimen autoritario que no cambie nada. Los socialistas democráticos debemos reformar la Constitución para garantizar los derechos naturales del hombre (la vida, la libertad y, la propiedad).

La historia demuestra que, entre las sofisticadas teorías de los ideólogos políticos, intelectuales del derecho y, la realidad existe un inmenso abismo que nos ha llevado al caos económico, político y, social. Desde la fundación de la República han impuesto las ideas más rebuscadas llegadas desde Europa. El sentimentalismo filantrópico de los pequeños burgueses que agitan derechos sociales; los politicastros que confunden moral con derecho y, los pseudo revolucionarios que buscan el reconocimiento mesiánico acabando con la libertad.  

No entienden que, la Constitución es una ley que garantiza derechos naturales y debe tener un sentido univalente, La Carta Magna, no es un digesto moral e ideológico, sino un documento que expresa la voluntad general a través del equilibrio de poderes. El control de la ley es la clave del poder. En el absolutismo el Rey tenía todo el control de la ley. En Inglaterra, este proceso se realizó de forma natural a través del comnon law, donde los derechos naturales están garantizados.

La ley común acumulada durante siglos de historia es independiente de las ideologías de los políticos y los jueces por la stare decisis, (defender las cosas decididas) están obligados a seguir sus fallos; además, la legislación parlamentaria es revisada por Jueces y el Comomn Law; finalmente, la garantía de esta Constitución —no codificada—, está a cargo de otro poder del Estado que no es un poder no político, sino, un poder neutro encarnado en su judicatura.

En Estados Unidos, el poder político depende del poder judicial, es imposible que dicho sistema puede violar los derechos fundamentales. La democracia llego a EEUU como un derivado de la libertad natural del hombre; esto hace que el sistema político dependa del sistema jurídico. 1787 las doce colonias americanas en Filadelfia fundaron un Estado bajo una Constitución elaborada racionalmente. La declaración de la independencia del 4 de julio de 1776 se refería a las tres ideas sencillas tomadas del derecho anglosajón.

La historia del debate constitucional peruano revela la sórdida disputa entre el ejecutivo (gobierno) y el legislativo (parlamento) por el control de la ley de la clase política. No existe ningún contrapeso que defienda a los ciudadanos de la arbitrariedad, intereses e ideología de las elites. Frente al inmenso poder político del Ejecutivo y del parlamento, no existe nada.  No hay en el país ningún otro poder o sistema que neutralice esta enorme fuerza. No es el poder judicial, porque es un simple órgano destinado a aplicar la ley y se encuentra subordinado por ley constitucional a otro órgano: el Consejo de Magistratura, y por ley orgánica al parlamento. No lo es el Tribunal Constitucional, sometido al cubileteo político y símbolo de la corrupción.

El llamado poder judicial está subordinado a los intereses políticos y en la actualidad es un vil instrumento de lucha política. La fiscalía persigue escandalosamente a dirigentes políticos que son adversarios al poder; la corte suprema está sometida al poder político de turno. Los grupos de poder económico imponen sus intereses en el llamado poder judicial y nadie pueda hacer nada.

Algunos sectores quieren convertir la Constitución en un programa ideológico lleno de utopías; los grupos de poder económico quieren un simple libro de contabilidad en el que solo se anote las utilidades. Los socialistas democráticos, los libertarios aspiramos que la ley fundamental garantice los derechos naturales y nos defienda del Estado. 

El Perú, requiere reformas claves que garanticen un verdadero equilibrio de poderes, eso no se logra en asambleas tumultuosas llenas de consignas ideológica y fantasías. La revolución no son gritos y lemas vacíos; la contra revolución está preparada para acabar con la emoción de los ilusos. Necesitamos dar golpes con guantes de seda que cambien la historia del país, estableciendo un verdadero equilibrio de poderes para acabar con los monopolios y recuperar los recursos naturales para el Perú. Lo demás, es quimera que lleva al fracaso.                

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