Feliz cumpleaños Oswaldo Reynoso, amigo, maestro. Seguro más tarde celebraremos con otros cófrades almorzando o cenando en el D’Giulio o en Tabla Caliente de San Felipe junto a nuestro querido amigo freiriano José Rouillon que ahora también te acompaña en el cielo.
Te dejo este post como una flor.
II
Un año más sin Oswaldo Reynoso.
Revisando unos papeles encontré esta nota de O.R. Algunas veces le acompañé a conseguir diversas prendas. Él era muy exigente con sus sacos y con sus camisas, le gustaba que le queden a la talla y sin nada de arrugas. Lo último que me pidió que le buscara fue un saco de cuero negro con bolsillos en los costados, estilo medio rocker. Y se lo conseguí. Fue todo un honor, maestro, amigo, hermano, gran timonel de las letras peruanas.
Ah, por cierto, para los que piensen que hay algo de frivolidad en todo esto, un día le dije que había encontrado un saco de un muerto que podía ser su talla y él me dijo que no importaba y mejor, pues, si era reciclado. El legado de O.R. es enorme y no solo es literario.
III
Este texto regresa de la nube y aquí lo dejo:
Adiós Oswaldo Reynoso, mi amigo, mi hermano, mi maestro, el que siempre habló claro y con la verdad, el que nunca se calló, el que siempre enseñó con el ejemplo, aún en las épocas más difíciles cuando levantar la voz era un peligro para todos. Recuerdo cuando me escapaba de mis clases de Redacción Periodística y te visitaba en tu casa de Jesús María y me recibías amablemente y yo me quedaba hurgando en tu biblioteca, en tus papeles y en tu vieja máquina de escribir Olivetti Lettera 32 y tú me decías: “Ybarra, yo era como tú…”. Y francamente no sabía a qué te referías, si a mi curiosidad o a esto de estar siempre inquieto buscando algo al fondo de las cosas. O cuando nos reuníamos, a mediados de los noventas, en la casa del novelista Manuel Rilo, en Barrios Altos, junto a otros amigos, para cocinar y conversar y hablar de esto que es la literatura, los buenos cuentos, los buenos poemas. (“Mira, Ybarra, ya a nadie le interesa la buena prosa, ahora todos quieren escribir por escribir…”). Hace poco tiempo nos encontramos en un bar de san Felipe y nos enseñaste, a mí y a Isela de Sirona, todos tus rayos x y demás resultados médicos, y nos dijiste “para qué quiero todo esto, si lo que quiero es tener calidad de vida”. Y terminaste lanzando todos esos papeles al piso. “A la m… con la medicina, ya estoy viejo para esto”. Y pediste una gaseosa y una cerveza. Y brindamos por el encuentro y por, después de tantas cosas, estar todavía vivos y por caminar bajo los árboles de esta Lima, la horrible, donde las letras valen menos sin tu pluma, ágil, poética, aguda y ácida como las lágrimas. Hasta siempre don Oswaldo Reynoso, de verdad te vamos a extrañar.
IV
«Algún día encontrarás un corazón a la altura de tu inocencia». OR.