Opinión

Hacia el sur, de Laurent Cantet (2005)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Reducir esta película a los sabores y sinsabores (por ambas partes) del turismo sexual no es tentador y no tiene mayor sentido. Es la puerta de entrada, vistosa, la situación inmediata, la solución aparente, la sinopsis inesquivable, el parque temático de hombres jóvenes haitianos (la película se centra especialmente en uno) dispuestos a acompañar afectiva y sexualmente a mujeres no casualmente mayores que ellos, no casualmente blancas, y no casualmente con dinero.

La transacción satisface necesidades mutuas, es colonialismo, en clave paródica, pero evidencia algo más. El capitalismo está basado en la prostitución. ¿Hay algo que no se pueda comprar o vender, hay algo que no se corrompa con el dinero todopoderoso?

La infelicidad de todos encuentra en la mayoría de casos un dudoso alivio. La pregunta inocente es qué pasó para que la gente no se pueda relacionar de una manera más sana. 

El fondo de la película, su tesis, recuerda a las nociones más elementales de la geopolítica. Hacia el sur es geopolítica pura. La geografía es el destino. Haití ha sido destruido, pero algo dentro de los colonizadores también. Las mujeres blancas, en algún sentido irónico ‘haitianas’, colonizadas por los hombres blancos, van a una colonización ‘suave’ de los hombres haitianos.  

Lo bueno, útil y didáctico de la película es que se aprecian las motivaciones totalmente desnudas. Desde la mujer transida de fascinación y deseo que alcanza por vez primera un orgasmo, pasando por la que encuentra más sinceridad en una relación donde no tiene problema en pagar, lo cual luce como una solución, o como un trato más justo en comparación con otras experiencias, hasta la que sabe, al menos en un nivel racional y consciente, que enamorarse o ser romántica es un engaño, una soberana trampa, un no entender de qué va el juego.

Un verano, unas vacaciones adorables de lujuria donde ellas son otras, en un mundo ‘donde todo es diferente’, y donde los ‘recursos naturales’ o ‘materias primas’ de los cuerpos explotados satisfacen las muy concretas utopías de unas al menos por un tiempo, mientras confirman el infierno amenizado por un espejismo de otros, atrapados sin ninguna solución a la vista, que no sea al fin de cuentas de  la de complacientes y muy amables esclavos… y la tragedia de los oprimidos se impone como un amargo corolario. Así, la suma de las pequeñas historias personales da como resultado el retrato horrible y veraz de todo un pueblo oprimido.   

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