«El hijo de alguien» debería ser título de alguna novela universitaria. En el medioevo se le decía «hidalgo» a quien era hijo de algo, o sea, quien tenía herencia. La izquierda pituca de la PUCP creía que el talento se heredaba. Por eso, en la zurda del blue jeans (léase radicales verbales de la PUCP) eran reconocidos como «notables» (otro término feudal) los hijos de grandes personajes. Pasaron por sus aulas los hijos de Julio Cotler, el hijo de Manuel Scorza, el hijo de Ciro Alegría, el hijo del general Gastón Zapata de la Flor, y entre muchos más, el hijo de Luis Jaime Cisneros.
Me detendré en este último por razones del realismo fantástico. Luis Benjamín Cisneros (Lima, 1837 – 1904) fue un poeta, escritor, político y diplomático peruano. Es uno de los máximos representantes del Romanticismo peruano. De allí arranca la estirpe de los Cisneros. Luis Jaime Cisneros era el profe collera, el profe pata, aquel en quien los hijos disidentes de la burguesía podían confiar y lograr tal vez un buen consejo. Además, Luis Jaime, como lo llamaban con confianza sus incondicionales, era el mejor profesor de Literatura, un docto letrado a carta cabal que sin poseer título universitario tenía licencia de enseñar décadas en la PUCP.
Decía que había estudiado en Argentina (léase refugio de malos estudiantes e industria de títulos fraudulentos) pero su título nunca aparecía y a la hora de ser evaluado contaba con el apoyo del movimiento estudiantil, dirigido en aquel entonces por su sobrino Javier Diez Canseco Cisneros, quien prometía encender la chispa que incendiaría la pradera. De un Cisneros a otro Cisneros, no estaba mal: una mano lava la otra y juntas se lavan la cara. El collerísima Luis Jaime, el sabio profe pata de los estudiantes, era hermano del general Luis Cisneros Vizcarra, «el gaucho» ministro del interior, que estudió también en Argentina y su apodo se lo debe no solo a sus orígenes estudiantiles, sino a su afinidad con el régimen sanguinario de Videla.
El hijo del Gaucho, Renato Cisneros, publicó la novela «La distancia que nos separa» (2015) para resolver su conflicto personal de ser hijo de un sanguinario represor. Y tuvo éxito a pesar de las incongruencias del texto, que no es en sí mismo una novela sino más bien un testimonio. También Luis Jaime y el Gaucho eran tíos de Antonio Cisneros, el poeta pituco que dentro de la literatura llegó a venderse como Rospigliosi en política. Cuando Luis Jaime, el collerísima, dirigía el Diario El Observador solo tenía que marcar el número de su hermano, el Gaucho, para conseguir algún favor del Ejército.
La verdad era otra: Luis Jaime y el Gaucho siempre fueron tenazas del mismo cangrejo, nunca hubo conflicto entre ellos y los secretos de la izquierda PUCP iban directo a los archivos del general videlista. Aquí viene el dato pintoresco, atienda usted, hipócrita lector: Cuando desaprobó por tercera vez la materia de Matemáticas I en Estudios Generales Letras el distinguido hijo de Luis Jaime Cisneros, los pitucos en la rotonda de Letras comentaban que «a Luis Jaime (hijo) le llega al picho las matemáticas»… ¡Óigame!… Cuando a un Juan Pérez lo botaban de la PUCP por desaprobar Matemáticas, lo tildaban de bruto para arriba. Para el caso de un «hidalgo» el comentario comprensivo es que no le gustan los números porque su inteligencia está para otras cosas.
Un caso menos pintoresco fue el del súper trotskista Tony Zapata, hoy historiador, hijo del general GC Gastón Zapata de la Flor, y que los troskos PUCP se jactaban de su enorme astucia porque las reuniones de célula se hacían en la casa del gran jefe de la represión policial. Ta’ qué moscas, pata. O sea, manyas, el general era el lorna y ustedes los vivazos. nadie los grababa. Cuando los troskos rompieron el ARI a fines de 1979 y comienzos del 80, agitaban la consigna «por una izquierda sin patrones ni generales», estaban rompiendo con sus papás. Era un conflicto intra-familiar.
En ese mismo clima ingresó a la PUCP el hoy fallecido Hernando Guerra García, hijo de Roger Guerra García, rector de la Cayetano, ministro y parlamentario, sobrino de un distinguido miembro de SINAMOS y del COAP durante el régimen de Velasco, quien años después llegó a ser Presidente de la Comisión reorganizadora de la DINI, Dirección Nacional de Inteligencia. Anote usted ahí que los herederos del SINAMOS fueron expertos en inteligencia para desarticular oposiciones. «Nano», como le dicen cariñosamente los pitucos, llegó con su hermano Francisco a una universidad donde el pedigree tenía prestigio social y, como su papá, militaba en el PSR.
En sus opiniones no fue precisamente de izquierda radical, pero cuando se trataba de ensamblar listas para perder las elecciones (al CF EEGGLL perdió las elecciones contra Luciano Revoredo del Opus Dei), a la FEPUC también postuló sin victorias y como hidalgo de esos reinos podía comentar cualquier estupidez. En la facultad de Derecho no le fue bien con el curso de Teología, dictado por el cura Francesco Interdonato, jesuita fascista, que jalaba a todos los rojos, rojimios, anaranjados (color del PSR) e incluso a los rosaditos por ser «anormales».
Nano no concluyó carrera en Derecho, pero por su pedegree nadie le hizo fama de bruto, simplemente la universidad estaba mal y de verdad que lo estaba al tener a Francesco Interdonato un cura italiano fanático de Benito Mussolini. Pero los cursos se aprueban o se desaprueban, al margen de tus gustos o preferencias.
La descomposición ideológica pasa por creerse dueño de algo, de un espacio por ser quien dice tu pedigree, no por tus propios méritos, así es como el aprista Horacio Gago Prialé lo pasó a la dirección del Diario Oficial El Peruano y luego de un consumo incontrolable de cloro deviene en fujimorista. ¿Por qué no nos sorprende? El mal ejemplo está dado. La escalera del triunfo no permite dudas o vacilaciones, escrúpulos o fidelidad a principios que no te dan plata o ubicación social. Nada tengo qué decir sino que el fujimorismo se quedó sin candidato presidencial, porque en esa dirección apuntaba Nano.
Ha fallecido un fujimorista que va a ser reemplazado por otro converso, ex-ultra de la PUCP: Rospigliosi. Si usted siente asco, no se imagina el mío. (DC)