Uno de los grupos más importantes de la década del noventa fue “Cultivo”. Yo los conocí en una playa del sur, jugando un partido de fútbol. Había un concierto subte masivo. Hartos roqueros con casacas de cuero y jeans cortados con serrucho. No recuerdo en qué equipo estaba, pero sí me acuerdo perfectamente de la apuesta que habíamos hecho, un botellón de ron y otras especias. Quien ganara se quedaría con todo. Eduardo Braga, Renato Salas, Juan Ramón Carrasco y Rudy Pacheco; y también Víctor Zambrano, lucían sus rostros craquelados por el sol.
La amistad creció como espuma y Rudy me invitaba a su casa para mostrarme sus poemas y canciones, aparte de sus interpretaciones de Sui Géneris y Serú Girán que le gustaba a granel. Cuando ingresé a estudiar a la Bausate vi a Juan Ramón en el suelo haciendo una performance espectacular y esa imagen se quedó en mi retina para siempre: un loco genial.
El año 2000 lograrían sacar el libro antológico “Desde el colchón”. Para empezar, el Colchón era un parque de la urbanización La Luz-La Alborada-Pueblo Libre donde los Cultivo se reunían para hacer catarsis y recitales, ahí también bajaban sus musas y otros amigos, Virginia Benavides, Shirley Arias, Pucho Verdura y uno que otro poeta noventero. En este libro, Eduardo Braga nos presentaría su “Rigor Mortis” que arrancaba con “llevemos-nuestra-pantalla-interna-en-la-punta-de-los-ojos/en-vez-de-andar-cosiéndonos-los-párpados”. Juan Ramón Carrasco nos presentaría su “Amamantos”, “Sonaja del dogollado” y “Teatro Carne”. Rudy Pacheco nos ofrendaría su “Cantos de Hipatya” y “Alas de Mercurio”. Mientras que Renato Salas aportaría su “po-e-sí-a” dividido en “Escritos”, “Ácido revoloteando alrededor de la mágica Melancolía”; “Acercándome cada vez más a la locura”, “Lima Vitarte”, “Monte de Taigeto” y “Ciudad Palomino”.
También pondrían en práctica su “Cultura sobre ruedas” llevando poesía a las calles y principalmente a los buses y demás parque automotor, una experiencia que los acercaría más a la gente de a pie que miraba de costado o de reojo a la poesía.
Cuando Rudy Pacheco partió a la eternidad, este escriba estuvo en su despedida y fue testigo de Juan Ramón dando un grito estentóreo, un grito de tristeza y de guerra. La batalla de un poeta no podría terminar ahí. Y así cada uno de estos valiosos bardos ha seguido publicando libros, participando de las artes o llevando la poiesis como si fuera una antorcha ardiente que ilumina la noche.