Opinión

Grass, de Hong Sang-soo (2018)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Con mínimos recursos (factor ineludible, y no es voluntario, en las actuales circunstancias, si uno hace el tipo de películas que este director hace) se puede obtener -hay que decirlo- un resultado notable, sorprendente… ¡Qué ligereza, profundidad y encanto!

Blanco y negro sobrio y austero que aguza la percepción, decorado o locación limitada a un café y cercanos alrededores, casi como un pedacito de una ciudad de juguete; concentración -no menos sino más admirable que lo anterior- en personas ‘que abren su corazón’ o que ‘botan el alma por la boca’, que están enlazadas sentimentalmente y que a la vez, o por eso, también se confrontan; mayormente sentadas, mayormente en pareja, en principio con más planos de perfil o medio perfil que de frente, con zoom in que intensifica la mirada de la acción, y la acción es la conversación, pero entonces, atención: a los tonos de voz, los semblantes, los gestos, el ir y venir de las palabras, las extensiones e intenciones de los silencios.

¿Unas actuaciones que de tan naturales que se confunden con la vida? O que se unen a la vida, ya que ¿por qué cine y vida tendrían que ser (tan) diferentes? ¿Unos actores tan bien entrenados que solo parecen personas? ¿Unas personas que (que no sin un director) son actores para examinar mejor el misterio de las personas?  

Y de qué se trata. De emociones amorosas, de afectos desde sexuales hasta fraternales. Lo que se dice en una voz en off en la película lo reformularé a mi manera. ¿Y qué somos? En una palabra. Emociones. Sí, incluso lo trivial, lo insignificante, profundamente sentido. En el centro, en la base, están las emociones. Y poco más.

Grass evoca -y no solo por el fondo musical clásico del pequeño café donde se producen los encuentros- el decorado construido dentro de los estudios, cosa curiosa porque el presupuesto para películas como ésta es muy modesto. Y encima, con un homenaje final a las locaciones mismas. ¡Qué gracia! ¡Como en un musical! 

La joven que escribe en su laptop; tenaz observadora de personajes que podría estarse inventado o que podrían ser reales o que podrían ser una bonita mezcla de ambas cosas. Pero son emociones; lo que importa es que ‘sean lo que sean’ están vivos.  

(Columna publicada en Diario UNO)

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