Columnistas
Godoksa, la epidemia de la soledad
Por: Raúl Villavicencio H.
En un mundo sobrecargado de redes sociales, donde se puede conversar con una persona al otro lado del mundo, existe un ‘virus’ que viene azotando Corea del Sur desde hace casi una década. Tal paradoja de la vida, donde millones de personas tienen la posibilidad de estar “conectados” en realidad se encuentran en la más profunda soledad.
El término Godoksa refleja, para los psicólogos surcoreanos, el sentimiento de miles de jóvenes de no poder encajar en la sociedad, sintiéndose poco valiosos o sin ningún propósito en la vida, colocándose una valla de aspiraciones demasiado alta para su corta edad. Los millenials o coreanos de la generación Z son sumamente autocríticos y tienen un gran temor al fracaso, comparándose constantemente con los de su generación para ver quién tiene la casa más hermosa, el trabajo mejor pagado, o la esposa más deseada y glamorosa.
Un estudio realizado en junio del año pasado reveló que muchos de esos jóvenes tienden a formar hogares unipersonales, distanciándose de socializar más allá de la familia o el trabajo, recluyéndose repetidamente en lo que predomine en las redes sociales. Al ver ahí a muchos de sus pares disfrutando la vida en lujosos hoteles, rodeados de mujeres u hombres, paseándose en automóviles de alta gama, o viajando alrededor del mundo, sienten que no viene dando lo necesario para sentirse exitosos; es ahí donde aparece la soledad.
Ante esa paradoja de estar más conectados que nunca en la historia, pero a pesar de ello sentirse solo, las autoridades surcoreanas vienen realizando esfuerzos para reducir la tasa de muertes en soledad, preparando planes para asistir a jóvenes solitarios con la única intención de “reingresarlos” a la sociedad.
Es así que solo en Seúl las autoridades anunciaron que gastarán más de 300 millones de dólares para “crear una ciudad donde nadie se sienta solo”. Para algunos especialistas en salud mental tal medida no resolverá el problema de la soledad, explicando que no se puede forzar a una persona a interactuar con otra por el solo hecho de pedírselo, y que ello requerirá mucho más tiempo de lo esperado.
El mundo está girando más rápido de lo que muchos desean, y muchos prefieren el aislamiento voluntario para no tener que ser sometidos al escrutinio constante.
Columna publicada en el Diario Uno.