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El general Lee y el fujimorismo, dos versiones del negacionismo

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El general Robert Edward Lee era un gran esclavista, según Claudia Cisneros. Seguramente por eso se le ofreció el mando del ejército de los Estados Unidos de “América” ad portas de la Secesión, oferta que el general sureño declinó para, gloriosamente, no levantar su espada contra el estado de Virginia, donde nació y se forjó como hombre de honor y de armas. Este es un tema, sin duda, complicado y hay opiniones divergentes que no pueden reducirse a meros lavados de cara.

En el general Lee, aunque no se quiera, había grandeza, a tal extremo que tras la rendición en Appomattox, el vencedor norteño, general Ulysses S. Grant, le permitió conservar su espada. Detalle importante para la gente de honor, imposible de equipararse con alguien de la bajeza de Alberto Fujimori, individuo cuya sola presencia demuestra su intrascendencia y perfidia.

La esclavitud fue un crimen terrible pero no tiene nada que ver con el fujimorismo. La lavada de cara a un valiente como Robert Edward Lee, es decir, a un hombre al que hasta sus enemigos respetaban, es absurda. El problema es que los supremacistas blancos lo hayan tomado como referente.

Hagamos el intento de lavar la cara de Fujimori y el fujimorismo y no se podrá así uno sea un hechicero supremo de la palabra, porque no existe ninguna virtud o remedo de virtud en Fujimori que pueda utilizarse como pretexto siquiera para tales fines.

Un supremacista blanco, me imagino que no enaltece a Lee por lo que Cisneros aduce como lavado de cara sino por lo que ella afirma injustificadamente acerca de Lee, es decir, porque era un esclavista, etc.

Un supremacista blanco no aceptaría el lavado de cara propuesto por Cisneros sino que querría  hacer de Lee un esclavista frontal y un burdo reaccionario igual que ellos. El gran impedimento para ello es que existe correspondencia privada en la que Lee señala que el esclavismo es algo diabólico y demuestra así su rechazo aunque en los hechos haya tenido algunos esclavos – al igual que Jefferson o Washington- y, sobre todo, haya defendido al sur tan solo por el gesto heroico de no alzar jamás su espada contra el Estado que lo vio nacer.

Además, Lee era veterano de la guerra contra México y sabía de sobra la brutalidad yanqui por lo que no podía dejar desamparada a su “tierra”. En este punto, debe recordarse la ferocidad con que el norte arrasó al sur, – la marcha de Sherman hacia el mar, por ejemplo- ferocidad similar a la que se usó después para confinar a los aborígenes en las reservaciones durante y luego de las guerras indias tras la expansión al oeste.

En realidad, el encumbramiento de Lee por los supremacistas blancos es una muestra de la estupidez de aquellos, ya que no pueden representar bajo ninguna forma los valores que Lee encarnaba.

Del Solar, el LUM y el fujimorismo son otra historia, la historia de la mediocridad y la bajeza, el acomodo y la complacencia más plena con la hez. Esto que es correcto e insoslayable no puede eliminar de nuestro objetivo crítico al otro lado interviniente en este conflicto. Por ello, lo que también se debe señalar, lo que Cisneros evita mencionar en todo su texto, es la torpeza de los participantes en la muestra, por ejemplo, la débil defensa de Bernedo frente a Huertas, etc.- y el interés en hacer del LUM un espacio independiente, dada la hegemonía fujimorista ya no solo en el Estado sino en los modos en que se cursa la vida de la mayoría de los peruanos, un propósito ciertamente imposible.

La muestra Resistencia Visual 1992 es política y no puede haber ningún problema en reconocerla como tal, por eso debería estar en el LUM sí y solo sí tuviésemos la suficiente conciencia nacional como para no haber favorecido a los fujimoristas con la amplia mayoría de la que gozan en el Congreso.

La tragedia no es que las autoridades avalen las pretensiones negacioncitas de los fujimoristas sino que esta clase de personas hayan llegado a ser “autoridades”.

Del Solar no se sometió porque nunca tuvo posibilidades ni arrestos para oponerse a las hienas fujimoristas. Tampoco es que este individuo tuviera más opciones. De hecho, si tuviera honor en un sentido elevado, solo tenía una opción. En este sentido, debería haber renunciado antes de consentir la salida de Nugent.

Es fácil enfrentarse a un cura obcecado y torpe como el arzobispo de Arequipa, no lo es tanto enfrentarse con el apetito de poder y la ambición personal. ¿Por qué tanto apego al cargo? Qui potest capere capiat.

El fujimorismo no debería haber tenido continuidad política pero no nos opusimos con la contundencia debida a la matriz simbólica de su legado, la constitución de 1993. Creer que borrar la firma del dictador del documento constitucional en cuestión era suficiente para eliminar su efigie malsana fue un grave error de Paniagua y de todos los involucrados en ese proceso.
Creer que del Solar tuvo capital político es creer que la política es una actividad donde sonreír es lo más importante. La política debe ser paradigmática, ejemplar. Un hombre es lo que predica y lo que hace. De la coherencia entre ambos extremos resulta su valor personal.

El reconocimiento de nuestro pasado debe ser total. Exponer que Abimael solo era líder de Sendero y no añadir el término terrorista fue un error garrafal. Obviar este detalle en su discurso hace que el texto de Cisneros incurra en el mismo yerro de la muestra.

Podemos creer que ambas omisiones no fueron adrede pero las hienas no perdonan ningún detalle cuando se trata de apuntar el origen de la putrefacción y tratándose del terrorismo, los fujimoristas son los máximos expertos luego de los senderistas.

*Ver su artículo  “Negacionismo y verdad”, La República, 27 de Agosto de 2017.

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