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GASTÓN ACURIO, UN PLATO QUE SE NOS PUEDE QUEMAR

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Nadie puede dudar del éxito de la comida peruana, ni del rol que Gastón Acurio ha cumplido dentro del mismo. Nuestro país ha sido elegido como mejor destino turístico gastronómico por segunda vez y demás está mencionar la variedad y calidad de platos que ofrecen actualmente diferentes restaurantes locales.

No sólo eso. Me basta retroceder algunos años para comparar la falta de aceptación e identidad que la clase media alta y alta tenían con la comida local. Hace algunos años hubiera sido imposible encontrar a esas personas haciendo cola en el puesto de un mercado o un ‘huarique’ esperando un plato de Chanfainita, chuparse los dedos con una Carapulcra o un Locro, comer cuy, quinua, trigo y demás potajes que ahora simplemente los maravillan. Todavía puedo recordar el recuse de ciertos compañeros de juerga cuando proponía tomar un pisco, cosa ahora impensable.

Acurio ha jugado un rol muy importante en el cambio de mentalidad de la mayoría de los peruanos con ingresos suficientes para poder degustar esos potajes. Y como si eso no hubiese sido suficiente, creó una feria, una especie circo artístico-gastronómico llamado ‘Mistura’, en el cual la mayoría de peruanos puede disfrutar de los platos típicos de nuestra tierra a un precio razonable.

El problema es que la mayoría de peruanos con ingresos suficientes no es la mayoría del país.

Y somos el mejor destino turístico, el mejor lugar para que alguien con mucho dinero coma rico, pero la desnutrición en muchas regiones del país es preocupante.

Nada de esto es culpa de Acurio. Él, con la simpatía y el carisma que lo caracterizan, ha hecho su parte: darle un nivel a la comida local, posicionarla como un producto exótico y codiciado y, dado su origen, crear el negocio perfecto: soy peruano, amo mi comida, consumo. Éxito asegurado. Los restaurantes de Gastón están regándose por el mundo, formando un imperio que ningún peruano hubiera creído posible de formar.

Gastón Acurio ha sabido cosechar su talento, su trabajo y su instinto para hallar un nicho en el cual enarbolarse como representante absoluto. Su nombre se ha convertido en una marca y una garantía de éxito. Quién de nosotros no ha comprobado cómo los precios de nuestros restaurantes favoritos se han triplicado luego de recibir una visita suya;y cómo también muchas personas que antes empujaban una carretilla ahora pueden, orgullosas, administrar locales de dos pisos, con personal a su cargo y una clientela amplia y leal.

Todo esto se ha ventilado ahora que Gastón es mencionado como un posible outsider a la presidencia. Sus cualidades, sin duda, lo traerían como un candidato de peso, ya que tranquilamente podría integrar el partido político que integra su padre, Gastón Acurio Velarde, quien fuera Ministro y Senador de Acción Popular durante los gobiernos de Belaúnde y Alan García. Y no habría que dudar de su talento político, pues sabemos que todo rey sabe formar su mesa redonda yreunir a sus fieles, cosa que Gastón ha sabido manejar dentro de su experiencia como embajador de nuestra comida.

Esta habilidad, sumada a su capacidad para trabajar en equipo, para administrar su gran imperio de comida, con un pueblo fiel que ha movido billetera y mandíbula para colocarlo en el trono que ahora ostenta, muestra sus amplias condiciones para convertirse en un gran político, y eso ha hecho que algunos partidos añejados pongan el grito en el cielo al ver convertida en derrota lo que hasta ahora consideraban un triunfo en el 2016, todo debido a la posible candidatura de Gastón Acurio.

Me preocupa, sin embargo, que en un país tan empobrecido culturalmente, carente de una educación sólida, tan entregado al consumo desmedido y tan fácil de manipular por los medios de comunicación; un país como el nuestro, tan deseoso de pan y circo, reciba a un candidato que, una vez en el poder, se vea atado de manos por la clase política restante o, peor, que se empecine en asegurar sus propios intereses y olvide los del pueblo.

Me preocupa porque este boom de la gastronomía sólo se ha traducido en oportunidades para un selecto grupo de cocineros, que ahora tienen –gracias al sueño implantado de que todos podemos cocinar- mano de obra barata y especializada para reclutar a fin de consolidar sus emporios gastronómicos. Y me espanta la sola idea de que, una vez que Gastón esté en el poder, este boom alimenticio se enquiste en el mismo enriquecimiento actual, en el cual, a pesar de la riqueza de nuestros productos, de nuestra variedad de climas y fertilidad de tierras, se siga postergando el hambre de muchos de nuestros compatriotas, se siga pagando de forma paupérrima la labor del campesinado, que vive del abuso y la especulación de precios de los mercados mayoristas y se perpetúe este crecimiento económico tan injusto y segregacionista, casi virreinal.

Me preocupa porque sería terrible el agravamiento de las malas condiciones en las que vive la mayoría de nuestros compatriotas; me preocupa, porque alguna vez le escuché a Gastón decir que él, en lugar de una Casa de la Literatura, hubiera preferido construir un mercado, y un pensamiento tan cerrado en su negocio me hace pensar en la destrucción final de todas esas cosas que agonizan ahora en nuestro país y que son las únicas que pueden salvarlo.

Me preocupa porque sería un presidente que tendría los medios y la gente para darnos el pan y circo diario que muchos políticos actuales quisieran, para atontarnos a punta de festines y comilonas y llevarnos a una siesta perpetua. Me preocupa porque es precisamente este boom el que nos ha desconectado de la tierra, el que hace que ahora –habrase podido concebir- un compatriota me diga: “Soy pobre, no puedo comer quinua”.

Gastón ha dicho que no postulará, pero yo a los políticos –y considero que Gastón lo es- yo ya no les creo.

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