Escribo desde la ciudad de Tánger-Marruecos, frente al Mar Mediterráneo en el África nor-occidental adonde he llegado invitado por el Instituto de Estudios Hispanos-Lusos de la Universidad Mohammed V que lidera Fatiha Benlabbah para dictar conferencias sobre la vida y obra de José María Arguedas. He visitado Casablanca (capital comercial), Fes (capital cultural y espiritual), Marrakech (capital turística), Agadir, Tetuán, Chaouen y dictado otra conferencia en la capital política, Rabat.
En Tánger me sorprende la noticia de la muerte de Gadafi, la que cierra y abre un ciclo en la política libia tras un gobierno de 42 años. Son también días de anuncio de importantes decisiones políticas. Obama declara que “todas las tropas norteamericanas en Irak estarán de vuelta en casa para las Navidades”. Por otro lado, la OTAN pondrá fin a su campaña en Libia el próximo 31 de octubre. EEUU ya ha anunciado el retiro de sus tropas de Afganistán en el 2014, si bien dejará un destacamento militar. Hacia el norte del Mar Mediterráneo, en España, ETA anuncia el cese definitivo de su actividad armada, lo que no necesariamente significa su renuncia al pedido de la autonomía vasca.
Con Gadafi muerto, caído Mubarak en Egipto, el tunecino Ben Alí en el exilio y los dictadores sirio y sudanés arrinconados al que añadimos el intercambio de prisioneros entre Israel y Palestina, cambia el escenario tanto en el Magreb (Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez, Libia) como en Medio Oriente (Egipto, Arabia Saudí, Israel, Palestina, Jordania, Siria, Líbano, Qatar, Bahrein, Sudán, Yemén, Omán, Irak, Irán). Las masas sociales empiezan a imponer la democracia.
Gadafi se declaró desde 1969 como Guía de la revolución. Apareció como un nuevo Nasser, el militar egipcio que derrocara al rey e hiciera reformas importantes en el país del río Nilo, hasta que muriera asesinado. Gadafi al frente de un grupo de “coroneles libres” buscó encabezar la unificación del mundo árabe, tras derrocar al rey libio Idriss el 1 de setiembre de 1969. Asumió los principios del nacionalismo árabe que han buscado crear una región autónoma ante los poderes imperiales construyendo sus propios proyectos nacionales de desarrollo. Nacionalizó empresas y expulsó a las bases estadounidenses. En su utopía por construir una democracia integral, declaró a Libia en 1977 como una “República de masas” gobernada solo a través de comités populares. Fue la época del esplendor petrolero de Libia. El movimiento revolucionario internacional regresaba de Trípoli con financiamiento en petrodólares mientras Libia armaba militarmente las luchas de liberación de los pueblos del mundo, sea del Polisario saharaui como de los movimientos europeos. Fue una época de actos terroristas fomentados por Gadafi en la escena internacional, lo que lo enfrentó al mundo. Dijo que lucharía a muerte por su revolución y así fue al perecer en su tierra natal, Sirte, último bastión oficialista tras la caída de Trípoli. Termina siendo el primer presidente árabe muerto en pleno enfrentamiento armado con la oposición. El futuro no será fácil para este país dado su heterogeneidad social y su falta de establecimiento de hegemonías claras.