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Gabriel Ruiz Ortega: “En el desalojo de Quilca robaron a su gusto”

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Ayer se realizó para sorpresa de todos el desalojo del Boulevard Quilca, uno de los pocos espacios culturales que aún quedaban en Lima. A mucha gente les causó indignación, rabia y tristeza. En las redes sociales son diversos los comentarios que se leen, pero muy pocos saben por qué sucedió y cómo sucedió todo el día de ayer.

Conversamos con Gabriel Ruiz Ortega, crtítico, blogger y unos de los libreros que ha sido afectado por el desalojo. En esta entrevista él nos comenta todo lo que sucedió en el encuentro con los policías y los matones. No solo fue un desalojo, también fue un robo.

¿A qué hora se inició el desalojo?

A las diez de la mañana me llaman y me dicen que habían llegado policías para desalojar el Boulevard. Llamé a “Hombre sabio”, el señor Quiñones, que se encarga del otro local de Selecta, y le pedí que cierre la tienda y se dirija a la tienda del Boulevard y espere mi llegada. Quiñones me llama y me dice que la tienda estaba abierta y que había gente extraña en el Boulevard. Llegué lo más rápido que pude, no tenía cajas ni carretilla para sacar los libros, solo un par de maletas de viaje con rueditas. Quiñones comenzó a llevar en las maletas lo que podía a la otra tienda. En eso aparece un lector de Selecta, Fernando Pinedo, que logró pasar el cerco policial y se ofreció a ayudarme. Al rato llegó Yesenia con un primo suyo. Y fue así: desinstalamos la tienda en una hora y media. Y mandamos las cajas al almacén.

¿Los han agarrado de sorpresa?

Sí, todo ha sido de sorpresa. Luego llegó nuestro abogado y estuvo exigiendo el documento de desalojo, pero nunca hubo un documento de desalojo. Le exigió a la fiscal que le mostrara el documento. Y un tipejo, porque así hay que llamar a estas lacras, ordenó que lo saquen a la fuerza. A este señor, el abogado, que tendrá 75 años, lo trataron como un estropajo, en la primera lo cargaron y lo tiraron a la calle. Volvió a entrar y esta vez lo arrastraron.

¿Qué pudiste rescatar como recuerdo?

Nos dijeron que a las 2 terminaba el desalojo. Mi tienda ya estaba vacía. A partir de esa hora se iba a entrar a la mala, me dijo un policía. Y esa gente extraña, los matones, ya estaban merodeando con una conchudez indignante, estos matones fueron los que abrieron a las 10 de la mañana las tiendas a martillazos. Mi sección no fue tan afectada, pero sí el primer pasadizo, en donde tiraron las cosas al suelo y robaron a su gusto. Pues bien, llegado el momento, estos matones también entraron al auditorio y los seguí. Como no encontraron nada de valor, se quitaron. Pero al rato se quedaron viendo las gigantografías de Vallejo, Moro, Ribeyro, Hernández, Rose, Varela y Westphalen. Estas gigantografías estaban colgadas en lo alto del auditorio. Los matones se las querían llevar, y no, no es que eran matones cultos, porque las rematarían por allí con los libros que se estaban robando. Se dirigieron hacia la escalera, entonces Pedro Ponce y yo los botamos. Y bajamos las gigantografías que pudimos. Ya eran las 2 y la policía comenzó a actuar de manera matonesca en todo el Boulevard. Ya no eran los vigilantes y garantes de los matones. Comenzaron a hablar y a portarse como matones. Querían cerrar las puertas sin nadie dentro, sin duda para repartirse con los matones la mueblería y objetos eléctricos que no se pudo sacar. Ribeyro y Hernández quedaron a buen recaudo y Moro con Pedro.

¿Sabes en qué se va convertir este espacio ahora?

Imagino que se convertirá en un Tottus, en un centro comercial, o en una cancha de fulbito de césped artificial. Lo que se ha visto hoy es la manera como se trata a la cultura en este país. Pero lo que fastidia es que este acto no ha venido por cuenta de una entidad privada con intereses comerciales, sino de la propia iglesia, que siempre se ha jactado de promocionar la educación y la cultura. La iglesia actuó llevado por el interés pecuniario. Ellos podrán decir que no pagamos el alquiler, que estábamos ocupando un espacio que no nos pertenece, cuando lo cierto es que ellos sí siguieron recibiendo el monto del alquiler aun cuando nos fuimos a juicio con ellos. Pero lo peor es que este terreno no les pertenece. En Registros públicos, Bienes nacionales y Sunarp están las verdaderas pruebas: a Cipriani solo le pertenecen 490 metros de los 1500 que tiene este espacio, y ese espacio que le pertenece sí figura, mas no con la dirección oficial del Boulevard. Con nuestro abogado le íbamos a hacer una demanda. Pero nunca falta un soplón, alguien al que le hayan bajado un sencillo. Debían detener esa demanda y es por eso que actuaron de esta manera. Nunca nos llegó una notificación en la que se nos diera un plazo de 24, 12 horas. Por eso trajeron matones, porque saben que aquí hay muchas personas de edad y mujeres. Por eso se presentaron con la policía sin ningún documento. Sabían que no iba a haber resistencia.

¿De cuántas familias trabajadoras estamos hablando?

Cerca de cuarenta familias. La mayoría dedicada a los libros, algunos a la música y prendas vintage. Claro, aquí sí es necesario realizar una crítica: no han sabido desarrollarse, se descuidaron. Vivían el día a día. Además, no fueron unidos. Cómo es posible que en tantos años no se hayan dado cuenta de que a la iglesia solo le pertenecían 490 metros. Cuando vino esta crisis del juicio con el arzobispado, se formó una Comisión de Asuntos legales, de la que soy parte. Esta comisión y nuestro abogado descubrimos a fines del año pasado esta verdad y sacamos copia del acta de nacimiento de Quilca de inicios del siglo XX, acta escrita a mano en donde se consigna que a la iglesia solo le pertenecen 490 metros. Obviamente, algunos sí hemos crecido, como Selecta, Rocinante, Delta y Disbook, que tenemos presencia en ferias internacionales de libros, tenemos pues una logística para estas situaciones, pero muchos no y eso es lo triste. Yo he tenido muchas oportunidades para irme a otro lado, pero le tengo un gran cariño a Quilca, mi tienda era como mi oficina, en la que leía, escribía y recibía a los amigos para hablar de literatura, música, cine y la vida. Me hice librero por amor y en ese sentimiento traté de ser el mejor librero en un lugar en el que me sentía muy a gusto.

Pero todos eran conscientes que esto iba suceder, solo era cuestión de tiempo…

Sí, todo era cuestión de tiempo, aguantar hasta presentar la demanda, pero todo ocurrió de una manera tan súbita. No hubo ningún aviso. Sin duda, hubo un soplón al que le bajaron un sencillo. A mí me da muchísima pena lo que hicieron con no pocos libreros el día de hoy, les saquearon las tiendas con descaro. A una colega le vaciaron todo el stand, más 38 cajas.  Al Arzobispado no le bastó contar con la policía, trajeron matones, cuya presencia era una amenaza no solo material. Lo que me jode es que estos matones tuvieron un objetivo preferido: los expositores de más edad. Se paraban frente a sus tiendas. Los miraban, les preguntaban si les podían ayudar…

¿Hubo enfrentamientos, se llegó a los golpes?

Obvio. Al abogado lo cargaron y lo tiraron a la calle, y también lo arrastraron. A la señora Jacqueline, por defender al abogado, también la maltrataron y no la dejaron entrar y no la dejaron entrar por una sencilla razón: los matones estaban saqueando su tienda, colocando libros en costalillos para luego rematarlos, llevándose su mueblería. Claro, seguramente se dirá que fue un desalojo pacífico, pero no fue así. Aquí se aplicó una violencia psicológica y emocional con las personas mayores y las mujeres. Por ejemplo, hubo un imbécil, el que comandaba el desalojo, que estaba maltratando a unas mujeres, un par de ellas embarazadas. Ya lo había tasado, pasaba por los pasadizos y sus objetivos a maltratar eran los mayores y las mujeres, pero con las mujeres tenía un verbo especial, las humillaba, como si odiara el género femenino. Con él sí tuve un cruce de palabras y casi nos vamos a las manos. Era un reprimido, como todo representante de la iglesia.

¿Quilca seguirá siendo Quilca después de esto?

Mira, esto es algo que deben saber los patas y flacas menores de 25 años que vienen a Quilca. Antes esta calle era un antro de prostitución y comercio de drogas. Una calle histórica que fue frecuentada por grandes como Vallejo, una calle que albergó a los poetas medulares de generaciones como del setenta y también un espacio de discusión ideológica en los ochenta. Solo por decirte lo que se me viene a la mente. Esta calle estaba perdida y este Boulevard la rescató a mediados de los noventa, la que hizo de ella el espacio de referencia artística y cultural que es. En esta calle hay muchísimas librerías y hubo centros culturales como El Averno que nacieron gracias a la presencia del Boulevard. Su ausencia se sentirá, sí, y espero que en mucho tiempo. Tiene que ser así, no hay calle en Lima, ni en el Perú, con la vida que sí tiene Quilca.

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