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Gabriel Mascaró: “Brasil pasa un momento complicado y muy triste”

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Gabriel Mascaró. Fotos: Luis Felipe Alpaca.

Una de las películas que está teniendo bastante aceptación por la crítica y el público es Neón Bull, cinta del director brasileño Gabriel Mascaró. Sin duda, uno de los jóvenes directores que sorprende con su obra en el 20° Festival de Cine de Lima.

Gabriel conversó con Lima Gris, no solo sobre su películas y las anéctodas que giran alrededor de la grabación, sino también sobre el delicado momento que se vive en la política cultural de Brasil. Una política que para Gabriel se ha convertido en toda una desconstrucción histórica de la cultura.

Aquí la entrevista con el realizador de Neón Bull, filme brasileño que puede llevarse fácilmente algunos premios bajo el brazo.

 

Luego ver tu película hay dos cosas interesantes, lo primero es el tratamiento natural para el tema y lo segundo la forma como rompes paradigmas o estereotipos de la vida de la gente que vive en el campo, ¿Buscaste desde un inicio dar una mirada diferente?

Es una pregunta muy curiosa, porque yo creo que de alguna manera, nosotros cuando imaginamos una película sobre una vida rural, construimos asociando muchas imágenes y muchos prejuicios. Yo quería una película diferente sobre un vaquero que es muy sencillo, y que su deseo es trabajar en el mundo de la moda, eso curioso porque hace como diez años en una región de Brasil se está viendo un cambio y desarrollo económico muy grande, y me interesó la complejidad del desafío de personas que están en la ambigüedad.  Cuando estaba haciendo la investigación para la película, conocí un vaquero que en realidad trabajaba con la moda, y eso me encantó muchísimo, sobre todo la forma cómo limpiaba las colas para soltar los bueyes, y unas horas después estaba sentado en una máquina de costura para trabajar con  sus diseños.

Lo que encontramos siempre en la literatura y en el cine de Brasil es que presentan al noreste como una región pobre, pero tú la llenas de sueños y esperanza.

Sí, es muy curioso. Yo soy del noreste de Brasil y toda mi vida crecí con la literatura, las artes plásticas y la prensa, mostrando una imagen de hambre, de personas que quieren huir de ese lugar. Yo quería hacer una película completamente opuesta a eso, no quería una película ingenua, naif, que trata a sus personajes como ingenuos, yo quería a mis personajes conscientes de su realidad, personajes que no quieren huir sino cambiar su realidad. Entonces, es una película que históricamente rompe una idea de éxodo, que marcó la geografía política de Brasil.

En tu película Neón Bull tocas un tema que poco ha sido representado en la cinematografía brasileña, hablo del agro, un tema que representa la base económica del país.

Sí. El noreste de Brasil fue muy fuerte trabajado por el cinema novo, una producción muy expresiva con personas que recuperan la crisis de identidad, con hombres puros y valientes que pretendían reformas la sociedad brasileña. Pero yo quería cambiar un poco este estereotipo de hombre, y trabajar con historias mundanas y deseos atípicos.

Ahora el tratamiento del tiempo que le das a algunas escenas es muy interesante,  ya que esa ampliación del tiempo cambia el discurso de la imagen. Por ejemplo, cuando Julio se peina el cabello.

Sí, es muy curioso esto, porque es un momento que para mí es muy especial.  Es una escena construida para un momento de risa, pero después los espectadores con el correr de los minutos sin ningún corte o manipulación de técnica para construir un sentimiento van contemplando cómo el otro personaje mira a Julio cuidar su cabello y es muy apreciado por ella. Es una escena donde se juega con diferentes capas,  primero vas a reírte del personaje pero después contemplas otro código interno de la escena. Entonces, la película trabaja solo con el tiempo como ese motor propulsor para sentir esas diferentes capas. Para mí, el tiempo es como una herramienta política.

En las escenas sexuales también dejas que todo fluya

Sí, el tiempo es muy generoso con la atmósfera y con el cuerpo del personaje, es un trabajo muy grande en esta película, donde tenía que pensar en dónde poner la cámara,  ya que en la película no hay muchos cortes ni mucha edición como para crear sentimientos, es una película donde pesa la distancia justa entre los cuerpos y la cámara, algunas cosas estaban a un metro más cerca y creaban una exploración innecesaria y si estaba en un lugar justo, creaba una elegancia sencilla y generosa.

En el filme se nota la buena comunicación con el director de fotografía Diego García, ya que las atmosferas tanto de día como de noche están bien planteadas. Hubo un buen manejo de la temperatura del color.

Fue un trabajo muy colaborativo, Diego García es muy talentoso, sin duda este fue un trabajo muy compartido, con una gran apuesta de riesgos y en muchos casos yo pensaba y le decía a Diego: a ver, estás seguro que no se necesita otra toma más. Y él me decía: yo creo que ya está (risas).

Actualmente en Brasil hay toda una crisis cultural entre protestas contra las reformas del nuevo gobierno, ¿Cómo crees que le está afectando esta crisis al cine?

Brasil pasa un momento muy complicado y muy triste al mismo tiempo, ya que es una desconstrucción histórica de una política cultural democrática emancipadora, cuándo uno se iba imaginar al noreste de Brasil haciendo cine. Históricamente antes de un gobierno democrático que comenzó con Lula, todo era muy concentrado en ciudades como Sao Paulo o Río de Janeiro, y con una producción más comercial, y ahora dos película en competencia en el Festival de Cine de Lima, que son dos películas de la misma ciudad de Recife de Pernambuco del noreste de Brasil, y es un dato muy fuerte si se piensa en una descentralización y en un país más plural. Nuevas voces y nuevas miradas.

Y muchos de ellos jóvenes, tú tienes 32 años.

Sí, y soy de una familia simple, de una familia de la periferia, no imaginábamos tener una producción de cine alejada de la aristocracia cultural, ha sido una transformación muy grande, y ahora en poco tiempo en una transición de un gobierno interino estamos sufriendo un desmontaje cultural muy violento y rápido en poco tiempo.

¿Y cuál ha sido la respuesta de los cineastas?

Están todos intentando organizarse, hemos tenido recientemente una protesta muy fuerte con el equipo de Aquarius en Cannes, inclusive la película de Kleber Mendoza está siendo perseguida, están creando una campaña contraría para que Aquarius no sea nominada al Oscar. Todo esto es muy tendencioso y muy lamentable que ese tipo de desconstrucción de algo que fue construido muy fuerte históricamente. Los cineastas de Brasil están luchando y en cada espacio que estemos expresamos nuestra mirada ante esta situación política.

¿Qué cineastas brasileños admiras?

Me encanta mucho Kleber Mendoza, Marcelo Gomes, Ciao Gimaraes. Hay toda una producción de cine muy feliz y muy experimental y autentico que está surgiendo en los últimos cinco años. Solo espero que la situación política no cambie toda esta historia que logró esto.

En tu película hay escenas fuertes, creo que cualquier actor no aceptaría, como el hecho de masturbar al caballo con las dos manos y sin guantes. Es interesante como manejas ese realismo.

La verdad que se contó con mucha generosidad de los actores, y eso no lo conquisté de pronto, fue poco a poco, había mucha excitación, todos los actores estaban muy aprensivos, inclusive Diego García fue muy sencillo y percibió su papel de cómo compartir esa responsabilidad de la mirada del cuerpo. Fue muy curioso porque todos estaban muy nerviosos, algunos querían hacer algunas cosas, otros no, y el protagonista estaba muy nervioso con la escena de sexo con la embarazada, y se olvidó de preguntar sobre la escena de la masturbación del caballo.  Es curioso la historia, porque cuando estábamos por hacer la escena con el caballo Juliano estaba en medio entra el caballo y Diego dice cámara, luces y nos grita: No, no, para. Saca la prótesis. Y le decimos aquí no hay prótesis (risas).  Y comenzó a decir: ustedes están locos, yo tengo hijo, tengo familia, esta escena la van a poner en páginas porno, mi vida está acabada. (Risas) luego de conversar con él me dice, yo lo voy hacer, pero solo si tú lo haces primero.  Esa también fue mi primera experiencia con los caballos (risas).

¿Fue interesante sentir todo ese calor en las manos?

Soy un director que se remanga las mangas y usa las manos para dirigir (risas).  Fue muy caliente.

Paralelamente tocas también el tema del negocio de la inseminación artificial. Curiosamente este tema también ha sido muy poco retratado por el cine brasileño.

Es un tema que no solo se conoce acá, sino también en Brasil no se sabe, solo lo asocian como una región muy pobrecita dentro del imaginario estereotipado. Ese caballo que esta película en la vida real se llama Vagón de tren, es un caballo que fue comprado en el mercado de Texas, su papá del caballo fue campeón. Entonces la hacienda abastece de semen el mercado de Texas.

Para finalizar ¿Qué conoce del cine peruano?

Héctor Gálvez, lo conocí en el festival de Toulouse, por su película Paraíso. Ese fue mi primer contacto con el cine peruano.

O sea, no llegan las películas peruanas a la salas de Brasil entonces.

Creo que no. Muy difícil. Además que mi ciudad no es Sao Paulo,  donde vivo es una ciudad alejada del centro.

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