En torno al Foro Internacional de Cultura 2017. El Ministerio de Cultura da la impresión de ser una de las instituciones públicas más lujosas del Estado peruano siendo precedido únicamente por el MEF, cuyo aplastante rectoría sobre el resto de carteras es evidente, y, quizás, por PRODUCE o el MINCETUR. Pero esta circunstancia es absolutamente «aparente», es decir, paradójica y/o falsa ya que el 0.35% del PBI asignado a sus recursos presupuestales enrostra que para el Ejecutivo este ministerio es solo un objeto de aggiornamento y nada más, lo que se confirma con la permanencia del actual ministro, personaje simpático y bonachón pero, sin duda, no un especialista en el área que le fue asignada, individuo al que PPK designó tan solo para servirse de su apariencia y popularidad en un franco gesto manipulador orientado a darle algo de vitalidad y color a un sombrío, falto de carisma e ineficiente gabinete de ministros.
El Foro Internacional de Cultura que culminó el último viernes, en el que se intentó, según el mismo MINCUL, mostrar ante la opinión pública el impulso que esta institución brinda a la realización de una política cultural nacional, no satisfizo esta pretensión por varias razones que expondremos a continuación ya que no podemos consentir que se exhiban «impulsos» cuando lo que debería buscarse es la participación y validación de las inquietudes, problemas y propuestas que puedan ofrecer los activistas y gestores culturales locales más las que provengan de la experiencia de los artistas peruanos a fin de que la política cultural nacional no sea solo el reflejo de las ilusiones de un conjunto de tecnócratas en todo apartados de la realidad cultural de este país.
En primer lugar, en el evento los expositores se limitaron a describir sus experiencias así que hacerlo ante un auditorio distante en todo de tener injerencia sobre la realización de políticas públicas directas sobre los temas en cuestión resultó ser infructuoso salvo como mera curiosidad o como un remedo de clases magistrales pero nada más. Si se requería del conocimiento de los invitados al foro para bosquejar o diseñar la política cultural nacional, unas consultorías privadas hubiesen servido más que realizar una convocatoria abierta a participantes que, al final, degeneraron en meros convidados de piedra .
De hecho, señalar que el foro brindaría elementos para el diseño de una política cultural nacional sería válido si los participantes hubieran tenido una actividad propositiva y en la que este evento hubiese cumplido con el alcance semántico del término foro pero esto no se realizó en ningún momento. Inclusive, maliciosamente, dados los múltiples equívocos y silencios en los que incide con regularidad la institución en cuestión, toda intervención del público fue proscrita bajo el ominoso filtro del whatsapp. Es un acto «maquiavélicamente» acertado que en un «acontecimiento» como este se haya previsto la intromisión de agentes informados y críticos y no la legión de ayayeros y convenidos de toda la vida, los que muy contentos deben haber hallado que enviar preguntas a los participantes vía whatsapp era conveniente para mantener las «apariencias», un escenario tan absorto en hipocresía y criollismo como seguramente fue la corte virreinal.
Sin embargo, desde la perspectiva de la cultura y la libertad, dicho filtro devino en un gesto muy negativo toda vez que los participantes del foro no tuvieron acceso ni a hacer comentarios, ni propuestas ni, mucho menos, críticas a todo lo que se propuso. El Foro Internacional de Cultura en sí fue un gran evento social, una entretenida faena de cotillón y relaciones públicas y nada más. «Sin duda», debemos presumir la buena fe de todos los involucrados aunque ya sepamos como se sirven estos detalles en el camino al infierno.
Reitero, debemos presumir este principio básico de la vida de los «buenos» en sociedad pero que PPK haya llegado a clausurar el evento y que de su discurso solo se haya inferido que el Estado intentará contribuir al desarrollo de las industrias creativas, del todo inexistentes en el país, nos hace presumir que la cultura seguirá siendo otra medalla indiferenciada en el pecho de estos émulos de mariscales de «fantasía» con las casacas cubiertas por metales corrientes. En el discurso de clausura no hubo ni una sola mención al necesario incremento del monto presupuestal que debería asignarse al sector de la referencia a fin de impulsar el desarrollo de las industrias creativas como se hace en países que gozan de una cultura de primer nivel, en los que el Estado ha tomado preponderancia desde hace décadas como, por ejemplo, Francia, país que tuvo el lujo de tener como Ministro de Cultura al brillante André Malraux bajo el gobierno de Charles de Gaulle, militar al que se le pueden cuestionar muchas cosas, pero al que no se le podrá negar el haber sido un hombre valiente y un espíritu instruido.
Al respecto, LAS en memorable entrevista mencionó con su habitual agudeza: «En el Perú no existen universitarios, hay tecnócratas, gente sin cultura general que creen que una fórmula lo resuelve todo y no saben que detrás de esa fórmula existe toda una filosofía. De Gaulle, un militar, era mucho más universitario que los mejores universitarios nuestros». En cambio, para detrimento de toda expectativa de desarrollo, el Perú actual en manos de un flautista, en todo distante del famoso músico de Hamelin, y de innumerables tecnócratas sin tino político y sin cultura, solo puede ofrecer lo que se ha descrito.
P.S.1. Siendo que el tema central del evento fue “La cultura como motor de desarrollo” es «comprensible» que nadie se haya manifestado sobre los sucesos vinculados a los diversos Lugares de la Memoria en los que se han suscitado episodios ampliamente controvertidos como el caso del LUM de Lima, cuya problemática se difuminó al cabo de pocos días, como no podía ser de otra manera dada la inevitable tendencia al olvido de la sociedad peruana absorta en fuegos fatuos e indignaciones fugaces, y el más reciente caso del LUM de Ayacucho, et caetera.
P.S.2. Si el Estado no facilita el desarrollo de la cultura o al menos de la divulgación cultural podría procurarse una iniciativa legislativa por la que todas las universidades privadas se vean obligadas a otorgar un cierto monto de sus ingresos anuales a la creación y mantenimiento de Centros Culturales. Claro está que ya algunas universidades se han dado cuenta del «caché» que otorga la cultura y han obrado, en este sentido, por cuenta propia. Por ejemplo, la Universidad de Lima. Sin embargo, recordemos que este centro de estudios realiza actividades culturales de modo sostenido desde hace tiempo, por lo que la creación de su Centro Cultural es más o menos coherente con su ejercicio práctico. Además, les sirve para que sus mejores estudiantes realicen prácticas y se instruyan de modo directo con arte y cultura de primer nivel. El problema es ¿ qué hacer con todo el resto de universidades privadas cuyos ingresos les facultan a realizar todo tipo de actividades sin que eso represente una obstrucción al enriquecimiento de sus propietarios ? Para evitar amarguras, dejamos a las universidades públicas bajo su turbulencia cotidiana – en la que es más importante ver quien llega a ejercer el poder para perpetuar las componendas que las han caracterizado durante toda su existencia- y nos preocupamos de activar al sector privado en torno a una cultura que si sigue dependiendo del gobierno no tendrá jamás el afianzamiento deseado por todos los que se dedican sacrificadamente a la realización de actividades culturales y artísticas en el Perú actual.