Con que el western es de machos, ¿o no? Eso cuentan las leyendas (del western). Pero no necesariamente. Uno de los westerns más hermosos que yo haya visto nunca… lo acabo de ver; ha sido hecho por una mujer. ¿En serio? Sí. ¿Y cómo lo hizo? Fácil, al menos en teoría. Mirando bien eso que la mirada de un macho no miraría. Mirando de manera más plena y humana. Como verán, tal vez no es tan fácil, en la práctica.
Reichardt se toma el tiempo (¿por qué apurarse en mostrar algo?) para llevarnos, sabiamente, hacia otro ritmo; quiere algo más poderoso y duradero que sucesivas explosiones de violencia. Lo que no quiere decir que la suprima o la evada. Quiere construir un clima, la sensación de estar ahí, en esa época (la de los pioneros, en Estados Unidos). Mira con calma. Registra con atención y delicadeza. Capta el detalle, la textura, la luz y la sombra, el color, el claroscuro, hasta la penumbra. Lo mismo en exteriores que en interiores. La cámara casi absorbe, o es absorbida por el paisaje, la vegetación, la naturaleza omnipresente y circundante. La película capta de manera admirable nuestra inmersión en ella.
Reichardt narra una amistad entre dos hombres. No especialmente violentos. No especialmente duros o ‘machos’. Dos hombres que no son como esos que tanto gustan e inspiran a los que hacen y miran westerns. Uno de ellos es un chino escapando de unos rusos, el otro es un cocinero buscando hongos, que luego encuentra una vaca, cuya leche, sustraída y transformada en delicias horneadas muy vendibles, será el detonante que mostrará elocuentemente diferencias de clase, suspenso, y ahora sí, pero desde una dimensión más real y profunda, la violencia y la tragedia.
Las solidaridad entre los débiles es la gran fuerza de la película; puede fracasar, pero da cuenta de lo que el western tradicional suele ser incapaz de hacer. Y junto con esta solidaridad, hay todo un canto a la belleza del mundo natural…
El círculo se cierra con la imagen final que remite en la postura de los dos amigos descansando en su huida por el bosque a la imagen inicial ubicada en el presente.
Reichardt, al negarse a mutilar lo desapercibido y punzante de lo cotidiano; al mostrar el heroísmo de lo que parece poco heroico si se lee en clave macho; pero que es más real y que define lo humano; y prescindiendo del fácil culto a la violencia así como de la leyenda tan cara a la estupidez norteamericana, logra a su manera discreta un lirismo y una profundidad insospechadas.
Película
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