La caída de Mosul, la segunda ciudad más importante de Irak, tomada por el ISIS en 2014, y recuperada esta semana por las fuerzas gubernamentales iraquíes, ha tomado meses. Después de aflojarla a base de bombardeos de artillería y aviación, y largas semanas de cruentos combates casa por casa, la liberación de Mosul ha manifestado un claro y definitivo final del otrora califato islámico proclamado el 2014, por el autodenominado califa Abu Bakr Al-Bagdhadi.
Sin embargo su final, que ya se venía venir no se da a la velocidad que urge la situación. Con todavía cientos de miles de personas cautivas bajo sus zonas de control tanto en Siria como en Irak, esta novela de terror no termina de acabar, y más bien el paso vencedor de las fuerzas gubernamentales no deja de ir al son de la última canción de Luis Fonsi.
Surgido en el año 2014, el Estado Islámico también conocido como ISIS (por sus siglas en inglés) o DAESH en árabe, ha sido el mayor movimiento terrorista de los últimos cien años. Especialmente famosa ha sido su crueldad oriental a lo Hollywood de transmitir en vivo por redes sociales las ejecuciones de sus prisioneros (extranjeros y árabes musulmanes), hacerlos volar con grilletes bomba pegados al cuello de sus víctimas y subir el video a la Internet ha sido lo más común de su accionar propagandística.
Todo lo pensable desde la dinámica del horror lo ha hecho el ISIS. No solo ha violado miles de mujeres sino que abrió bazares de venta de esclavas sexuales, de preferencia niñas prepuberes para el harem de sus desalmados muhaidines (soldados de Alláh), incluso pretendieron la abolición del papel moneda y el retorno al patrón oro (llegaron incluso a sacar su propia moneda el dinar islámico); lo más increíble es que muchos de sus combatientes no eran árabes de la zona sino musulmanes extranjeros, de segunda generación (hijos de árabes emigrados a Occidente) e incluso muchos eran recién conversos (lo prueban manuales básicos de Islam para novatos). El fenómeno del ISIS va más allá de una cuestión meramente geográfica, es un fenómeno terrorista global de exportación, y su mayor éxito ha sido que logró superar el techo de cristal de su rival y predecesora Al-Qaeda, al efectivamente exportar su idología de odio al mundo entero.
Al ISIS se le puede, como en efecto ha ocurrido vencerla en un plano formalmente militar, pero que como corriente subversiva, de rebeldía sigue fuerte y aún más peligrosa pues ha logrado y sigue logrando captar más militantes fuera de su zona natural de conflicto. Como organización el ISIS ha triunfado al exportarse como movimiento de lucha en Libia, Egipto y Yemen, también tiene fuerte presencia ideológica entre musulmanes radicalizados de Occidente.
Hasta hacia cinco años cuando se hablaba de yihadismo (es decir, una interpretación radical del ISLAM) se podía hablar de una multitud diversa y separada de corrientes, hoy no se puede decir lo mismo. Cuando se habla de yihadismo se habla de ISIS, ese es su triunfo, ha logrado conglomerar bajo un nombre y una bandera todo un movimiento que va más allá del Norte de África o el Medio Oriente. Esa es la real amenaza, que los atentados no pararan, que el terrorismo continúa porque para vencer a una idea hace enfrentarla con otra idea, y eso si va tener que ir “despacito”.