Literatura

Festival de poesía invade Nueva York

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FESTIVAL DE POESÍA EN NUEVA YORK

Escribe Fernando Morote

En estos tiempos de supervivencia personal, fiebre tecnológica y globalización asfixiante es fácil olvidarse de la poesía. Sin embargo, la poesía es una actitud frente a la vida. Se puede encontrar o expresar poesía prácticamente en cualquier actividad desempeñada por el ser humano. No es ésta una afirmación que surge de una quimera ilusa sino de una dramática realidad. La poesía no es un adorno; es una herramienta. Puede, incluso, llegar a ser un arma; no una que asesina y destruye sino otra que salva y rescata.

En un mundo como el de nuestros días, donde impera la miseria espiritual, no se puede vivir sin poesía. No se debe vivir sin poesía. Más allá de si es breve o de largo aliento, universal o fragmentada, libre o comprometida, tiene género o carece de él, si enfoca en el pasado o apunta más al presente y el futuro. Debate ocioso y eterno, que suele desembocar en divisiones innecesarias –de hecho, nunca nadie tendrá la razón-, cuando lo realmente importante es compartir los sentimientos, comunicar las impresiones, enriquecer la visión. Todos los ángulos son válidos. La poesía es demasiado amplia como para encasillarla en pequeñas secciones.

Aunque lo lírico en esencia ha desaparecido, y el canto ha cedido paso al cuento –no falta quien afirma que el cementerio de la poesía está en la academia (ya Borges sostenía: “hay personas que odian tanto la poesía, que la enseñan”)-, el término poesía sigue significando origen, parto del mito, donde todo empieza…

¿Cómo hacer, entonces, para que se expanda y alcance un público mayor? Sin dejar de considerar que hace mucho dejó de ser la voz de Dios y es ahora sólo “el grito de un montón de enanos”, para tomar una expresión de Huidobro, la poesía puede ser una actividad personal, íntima, y en muchos casos secreta, pero puede servir a la vez para ofrecer un concepto social de lo que implica ser ciudadano de un determinado país.

Fuera de ello, e independientemente de dónde provenga, el poeta es casi siempre una mala conciencia, una conciencia crítica; por lo tanto la sociedad tiende a eliminarlo a través del silencio y la indiferencia.

¿Cómo se puede ser poeta en un medio donde no hay reacción por parte del público? El apoyo del gobierno o el Estado es irrisorio (cuando existe). No hay un afán real, un interés genuino por difundir la poesía y a los poetas; se trata más bien de una pantomima para justificar los fondos asignados a la cultura. El esfuerzo oficial es casi cómico.

El mercado, en cambio, pese a su potencial tiranía, es un elemento positivo. Sólo ingresando en él, de alguna manera astuta e ingeniosa, podrá ser apreciado y reconocido el trabajo de excelentes poetas que por el momento son ignorados y desconocidos.

Aunque claro, escribir poesía no es cosa que cualquier despistado puede hacer sólo porque se le ocurre. ¿Cómo sería, por ejemplo, si una persona sin estudios ni entrenamientos previos se lanzara a dar un concierto de música tocando el instrumento de su predilección? ¿Por qué la poesía tendría que aceptar semejante majadería de parte de sus admiradores?

Sobre éstos y otros aspectos de la función poética se pronunciaron poetas procedentes de Sur y Centro América, así como de otras ciudades de los Estados Unidos, quienes se reunieron del 9 al 11 de Octubre en diferentes locales de Nueva York (una universidad ubicada en el corazón financiero de Manhattan –frente al toro de Wall Street, ni más ni menos-, un colegio en Queens y una embajada en Long Island) para compartir su producción creativa.

El evento, conocido como “Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York”, fue organizado por el colectivo Latino Poets New York y, según palabras de Susana Reyes, poeta salvadoreña, “permite un espacio de intercambio, de hermanamiento, entre aquellos que observamos de lejos la dinámica poética y cultural del latino en Estados Unidos. Nueva York, la urbe más cosmopolita del continente, permite re-conocernos y replantearnos la necesidad de unidad, cualquiera que sea nuestra latitud”.

El objetivo del festival es poner la poesía al alcance de todos, no sólo de artistas y académicos, por lo que el programa incluyó lecturas públicas y recitales dirigidos a auditorios específicos, particularmente estudiantes de escuelas secundarias, además de un coloquio sobre la situación de la poesía latinoamericana actual.

Los poetas invitados, teniendo en cuenta la calidad de su obra y su trayectoria como promotores culturales en sus respectivos países, arribaron a Nueva York gracias al auspicio que recibe el festival por parte de diversas instituciones públicas y privadas, como también de algunas donaciones personales, las cuales contribuyen a cubrir sus gastos de transporte, alojamiento y alimentación.

“Reunir a estos poetas no ha sido tan difícil como lograr que el público llegue a escucharlos”, refiere Karla Coreas, poeta salvadoreña, organizadora del festival, quien además señala que para futuras ediciones se considera propiciar la participación de poetas vía Skype, a fin de resolver las limitaciones que impone la obtención de visas en ciertos países.

“El principal elemento unificador de la poesía latinoamericana en Nueva York es el idioma español, aunque culturalmente los latinos o hispanos nos hemos desprendido hace mucho tiempo de España”, indica Carlos Aguasaco, poeta y profesor colombiano, co-organizador del evento. “La variedad de voces, estilos y edades entre los poetas asistentes es un síntoma del crecimiento que va ganando el festival apenas en su segundo año de existencia, al mismo tiempo que permite llegar a un espectro más amplio de público”, agrega.

Las sesiones del festival se difunden mediante los contactos estratégicos que Latino Poets New York ha establecido con agencias locales e internacionales de prensa, radio, televisión y redes sociales. Además el trabajo de los poetas participantes se reúne en una antología de 150 páginas, editada bajo la cuidadosa dirección de Urpi Editores, en cooperación con la Fundación Claribel Alegría.

Octubre es el “Mes de la Herencia Hispana” en los Estados Unidos, y constituye la forma en que la sociedad norteamericana reconoce el aporte de la cultura latina al desarrollo de su nación. La aceptación y cobertura que ha conseguido el “Festival Latinoamericano de Poesía Ciudad de Nueva York” es una clara muestra de ello. Otro signo de éxito está representado por el hecho de que este año ha sido mayor el número de personas comunes y corrientes buscando y llegando al festival por iniciativa propia, sin esperar convocatoria, invitación o facilidad algunas.

Si el gran Vallejo pudiera estar presente hoy en día para conocer el esfuerzo que viene desplegando Latin Poets New York en favor de la poesía, y lo que ésta puede hacer para mejorar la calidad de vida de las personas, quizás diría: “son pocos, pero son…”. Y si los viera en acción durante el festival, a lo mejor también agregaría que es así como se debe abrazar la poesía: “corazónmente”.

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